Acogida

Familias “reales”

En febrero, tres amigos italianos de “Famiglie per l’accogienza” dialogaron en Madrid con grupos de personas interesadas en la familia, el acogimiento familiar y la adopción. Un testimonio de cómo estas experiencias les ayuda a crecer en paternidad y es germen de transformación social

PABLO MORENO

Nos han dejado un poso lleno de sabor humano que ha marcado a muchos de entre nosotros. Con sencillez, claridad y firmeza nos han ayudado a cada uno a ir desde su situación particular al fondo de lo que son la familia y la paternidad, en sus distintas formas. Partiendo de una experiencia de muchos años, afirman verdades con las que se entra fácilmente en sintonía, pero que no es frecuente escuchar hoy en día.
La dinámica que se pone en movimiento durante una adopción o un acogimiento conlleva una potencia extraordinaria. Los niños abandonados tienen ante todo una fortísima necesidad de pertenecer a alguien. La ausencia de padres adquiere la forma de una herida que tarda muchos años en curar. El acogimiento de estos niños enseña mucho sobre la verdadera paternidad y sobre la verdad de las relaciones. Los padres acompañan al hijo en este camino para “ser de alguien”, son la oportunidad “física” que tienen los niños de “ser de alguien” y de esta manera llegar a “ser alguien” con un valor eterno.

Forma pública
La experiencia de “Familias para la Acogida” hace presente de forma pública una concepción de la familia que se está perdiendo. En nuestra sociedad es cada vez más desoladora la fragilidad de las relaciones, especialmente las relaciones que más ayudan a construir la propia persona. Los padres no hablan entre sí, ni hablan con sus hijos; no existe una amistad verdadera, todo se subordina a un supuesto “interés propio”, que en realidad no es más que la propia adaptación a los modelos impuestos desde fuera. En la práctica, nuestras débiles relaciones e incluso la educación de nuestros hijos, en general, acaban siendo víctimas de la mentalidad dominante que impone un comportamiento “políticamente correcto”.
En palabras de estos amigos italianos la familia es un lugar donde se produce un encuentro verdadero entre personas que llevan una esperanza para la vida de todos. Todo se acoge, es posible volver a empezar continuamente, de modo que el valor de lo que es verdaderamente humano se salve.

Con calma y seguridad
Hemos escuchado testimonios de familias destruidas, muy frágiles, sin recursos frente a la vida, en las que uno de los hijos es acogido por otra familia; y a través de esta relación, poco a poco, con calma y sencillez, se produce un cambio. Primero en el hijo y, a través de éste (y de la relación directa entre las dos familias), del resto de su familia y de sus vecinos. En definitiva, las familias que acogen viviendo una experiencia verdadera se convierten en germen de cambio para ellas y para su entorno; y son, por tanto, un factor operativo de construcción de la sociedad.
Nada que ver con los modelos al uso: «tenemos una parejita de niños con todo el equipamiento de serie: trilingües, “pokemonizados”, “granhermanizados”, que practican hípica, dominan la informática, y son emocionalmente inteligentes”.
Estas familias “reales” son “chocantes” para la mentalidad actual, y sin embargo han sido muy comunes en nuestra historia, porque enraízan en la gratuidad cristiana. Todos tienen cabida, porque es justo y adecuado que todos encuentren un hueco, un lugar donde ser acogidos para ser verdaderamente hombres, tanto los acogidos como los acogedores.
Aquí podemos compartir de forma adulta nuestra experiencia de paternidad biológica, adopción o acogimiento. En definitiva, nuestra vocación.