cartas
a cargo de MARÍA PÉREZ
NUEVA York
Para siempre
Querido don Giussani: Hace unos días que he vuelto de California, donde he estado una semana estudiando para el doctorado. Mis compañeros y profesores son gente alejada de la Iglesia y de la religión y cuando se enteraron de que yo pertenecía a un movimiento y que vivía una vida consagrada, me hicieron muchas preguntas. Cuando les contaba cosas del movimiento se quedaban sorprendidos y me decían que ignoraban la existencia de los movimientos. Respecto al Grupo Adulto, lo que más les impresionó no fue el hecho de que vivamos la pobreza, la castidad y la obediencia, sino que yo perteneciera al Grupo Adulto desde hacía más de 20 años y que no tuviera ninguna intención de cambiar. Para ellos, el hecho de que algo sea para siempre es desconcertante. Uno de los objetivos del curso era demostrar que somos capaces de aprender en comunidad y no sólo como individuos; cuando nos reunimos para planificar el semestre, hablando de ese objetivo, comentaron: «Lorna es la única que puede enseñarnos qué es una comunidad». Mis compañeros sabían que me encanta la música clásica y me pidieron que les hiciera una presentación de alguna pieza. Yo escogí la Inacabada, de Schubert y la presenté retomando lo que está escrito en el CD de Spirto Gentil. Al final, una compañera vino a decirme: «A mí también me gustaría ver las cosas como tú las ves». Esta vez, no le dije inmediatamente - como he hecho otras veces - que así es como ve las cosas monseñor Giussani, sino que era tal y como yo las veía, y me sentí aún más unida a ti, aunque te citara sólo al final. Mientras estaba estudiando en ese bosque en sequía, tenía siempre presente lo que me dijiste en enero: que era posible para mis compañeros encontrar a Cristo a través de un rostro cambiado por su presencia. Pensando ahora en esa semana, me he dado cuenta de la inmensa gracia de haber sido llamada a nuestro carisma. Al sincero y profundo deseo de conocer cada vez más a Cristo le acompaña - o mejor dicho, coincide con él - la pasión por entablar una amistad verdadera con mis compañeros de clase.
Lorna
WAshington
El ideal de la juventud
Queridos don Gius y Giorgio: Me ha conmovido la sencillez y la profundidad del trabajo que hemos realizado en el reciente encuentro de responsables en EEUU. Definiría ese momento como un acontecimiento, la misericordiosa e incesante iniciativa del acontecimiento. Como americana, debo decir que la atención que mostráis a nuestra realidad es un abrazo tan inesperado que me ha permitido retomar de nuevo, y sin dudas, los ideales de mi juventud. Creciendo en esta tierra - mi adolescencia transcurrió en los tiempos de JFK y the Peace Corp, de Martin Luther King y the Civil Rights Movement, de Lyndon B. Johnson y the War on Poverty - he respirado la promesa de la libertad, la justicia y la oportunidad para todos. Para un corazón joven, ésta es la seda de la que están tejidos los sueños. Recuerdo un sentimiento de profunda gratitud porque Cristo me permitía vivir una fe verdadera y en el país más afortunado del mundo, ¡y hasta llegaría a la ciudad más bonita y viva del mundo: Nueva York! Con el tiempo, la fascinación por esas palabras ha ido disminuyendo frente a la propuesta de un horizonte cada vez más reducido, y el sueño americano parecía despedirse. En su lugar, habíamos puesto pobres aspiraciones. Escuchar tu desafío, don Giussani, de ir hasta el fondo de esos ideales, ha sido como vivir una segunda juventud, una ocasión nueva, mejor, de retomar todo lo perdido. Por eso eres un padre para nosotros; nos has esperado fuera, en la puerta, y cuando hemos regresado a casa has hecho una fiesta. Muchos de los temas que se han tratado en este encuentro han dado en el corazón de la cuestión. Me ha provocado en particular la idea de pertenencia como conciencia de mí misma, tal y como la describes en Reconocer una Presencia. La discusión ha tocado mi yo: ése es, precisamente, el nivel en el que Cristo ha tomado posesión de mi ser. Al mismo tiempo, reconozco la inmensa desproporción que hay entre este gran deseo de unidad y mi capacidad para dar la talla. He comprendido la necesidad de estar acompañada en este punto, y que sin la pertenencia todo cae en el abismo de lo insignificante y lo efímero.
Bárbara
Santiago
Cantar con un porqué
Una tarde como tantas después de otro viaje. Otra parada, en una ciudad conocida o no, no importa; es hermoso llevar consigo la certeza de que en esta ciudad alguien vive mi misma vida, pertenece a lo que yo pertenezco. Descuelgo el teléfono, llamo al número que la secretaría internacional o algún amigo me han proporcionado: «Hola, me llamo Marcello y estoy de paso en tu ciudad». ¡Cuántas veces he repetido esta frase! «¿Cuándo os reunís para hacer escuela de comunidad?» Y así comienza una nueva etapa de mi camino, siempre junto a personas distintas, pero dispuestas a compartir la vida en el nombre de la sangre, de la linfa vital que nos une y nos hace uno solo con Cristo. Yo soy cantante lírico y quiero contaros las peculiaridades de la vida de un cíngaro de la música. Desde hace diez años, vivo como un nómada, y desde hace cinco regreso sólo de vez en cuando a Italia; pero en medio de todo el trabajo, dentro de cada una de mis notas hay un fuego amoroso que da a mi canto ese color especial, esa participación del alma en el acto artístico que, desgraciadamente, muy pocos de mis colegas siguen cultivando, preocupados, como están todos, del recaudar dinero después del trabajo o de la satisfacción egocéntrica. Yo llevo conmigo un pueblo, el mío, que no es el único pueblo en camino hacia Cristo, pero es mi gente. Lo llevo conmigo cuando canto, en ese canto que es «rezar doblemente» como decía san Agustín; lo llevo conmigo cuando trabajo, cuando viajo, cuando me encuentro con personas que viven, a menudo, alienadas y que, cuando me ven recitar la Liturgia de las Horas en un rincón de la platea o del escenario, me preguntan: «¿Eres budista?». Lo llevo conmigo cuando tengo que luchar, ponerme en primera persona y arriesgarme por Cristo. Por ejemplo, el pasado noviembre estaba en España ensayando Tosca, de Puccini, en la que interpretaba al pérfido barón Scarpia, jefe de la policía vaticana en la era napoleónica, quien ansía poseer a Tosca y la rescata prometiéndole, sin la menor intención de cumplir su promesa, que rescatará a su enamorado a cambio de un favor amoroso. Los ensayos estaban acabando cuando el regidor (un español), me dice: «¡He tenido una idea brillantísima, te vestiremos de cardenal! ¿Te imaginas qué fuerza tendría para el público? Al final del primer acto, cuando cantas con todo el coro «Tre sbirri, una carrozza» (el aria más célebre de Scarpia), hago que te pongan la tiara, un largo manto rojo, que te den el báculo y tú bendices al pueblo en la iglesia y empiezas a celebrar la misa». En el aria, Scarpia canta olvidado de que está en el templo y víctima de sus pasiones amorosas. El mensaje fuerte para el público era este: «Mirad lo que hacen los hombres de Iglesia». Tardé dos minutos, el tiempo de llegar al despacho del director artístico, en comunicarle mi decisión de abandonar la producción por desacuerdos artísticos (renunciando a todo mi sueldo). Ninguno de mis compañeros entendió mi decisión, todos vinieron a decirme: «Pero si nosotros también somos católicos, ¿cuál es el problema? Tú sabes que los sacerdotes hacen estas cosas...». Continué los ensayos por profesionalidad, pero cuando ya había llegado mi colega, el día del estreno, y yo me disponía a marcharme, me llamaron del teatro y me encontré, colgado en mi camerino, un traje de jefe de policía, el traje tradicional de Scarpia: «El director de la orquesta ha dicho que cantes tú». La firmeza de mi postura y su deseo de que fuera yo quien cantara en el estreno, les habían hecho gastar una fortuna para hacerme un traje nuevo. Desde entonces me granjeé un enemigo (el regidor), pero creo que testimonié con fuerza a Cristo y mi amor por la Iglesia. Por lo demás, mi vocación - ya que la voz es un don de Dios que debo explotar para Su gloria - consiste en transmitir al público de todo el mundo emociones que son, en cuanto pertenecientes al arte, pequeños indicios del Divino y de testimoniarlo con mis compañeros y con todas las personas que me encuentro. No hago sermones, soy yo mismo y, a menudo, algunos se acercan a preguntarme: «Pero tú, ¿qué haces para estar siempre de buen humor? ¿Qué es lo que te hace ser feliz?». O alguno, al verme recitar las Horas, se me acerca curioso y me pregunta de qué se trata. O cuando se programan los horarios de ensayo para el fin de semana (el día de descanso en el teatro es el lunes), levanto la mano y pido con simpática ironía, en nombre de la minoría católica, que se nos respete el derecho de ir a misa. Hay quien me llama don Lippi, pero en tono cariñoso, porque cada vez es más habitual que algún compañero quiera hablar conmigo en privado y me plantee esas preguntas que son la base del sentido religioso, o se desahogue contándome sus problemas o sufrimientos. Yo siempre tengo una sonrisa y una compañía que ofrecer. A veces propongo un gesto, como la liturgia, como una vez que, en Londres, una colega francesa me dijo que tenía ganas de pasear un rato conmigo y yo le dije: «Sí, pero a las 6 voy a misa, ¿te vienes?». Ella, superado del estupor inicial, me dijo que sí y descubrí que era la primera vez que entraba en una iglesia. Y este es el motivo por el que he escrito estas líneas: porque quizás haya alguien que piense que no se puede vivir y dar testimonio de Cristo en esta profesión, o, en general, en la profesión de artista. El mundo del arte necesita personas de fe que no se avergüencen de serlo y vivan con sencillez, llevando siempre en el corazón la luz de una esperanza que es para todos.
Marcello
No puede prevalecer
El perdón es siempre posible, sea cual sea la culpa. Juan Pablo II lo dijo comentando el evangelio de la adúltera (Jn 8) en una parroquia de Roma en el V domingo de Cuaresma. El Papa reconstruyó así la trampa que los acusadores le tendieron a Jesús: «Si absuelve la mujer sorprendida en flagrante adulterio, se dirá que ha transgredido la ley de Moisés; si la condena, se dirá que ha sido incoherente con el mensaje de misericordia hacia los pecadores». Este mensaje constituye la novedad de la predicación de Jesús y, por tanto, la «prueba» a la que le someten los que «buscaban una razón para matarle» es realmente peligrosa. «Pero Jesús no cae en la trampa». Con el desafío, «quien de vosotros es sin pecado que tire la primera piedra», los llama «al examen de conciencia» y salva a la mujer adúltera. Ya en su encíclica Dives in misericordia de 1980, escribía el Santo Padre: «Ningún pecado humano prevalece sobre la fuerza del perdón que es Dios», que es el corazón de Dios.
Carmen, Madrid
En el laboratorio
Soy bioquímica y trabajo en el laboratorio del Hospital de Pediatría de Resistencia, Chaco. Mis compañeros de trabajo y yo queríamos saber más sobre los milagros de San Ricardo Pampuri. Yo escuchaba en la escuela de comunidad que le invocaban, pero no sabía quién era. El año pasado leí una carta del P. Jerry en Huellas que decía que lo había curado de cáncer; ahí me enteré de que este santo era médico. Por iniciativa de unas compañeras del laboratorio empezamos a rezar todos los días una decena del Rosario poniendo en las intenciones la salud de compañeras que estaban muy enfermas, así como la de los niños internados y de nuestros familiares, que en ese momento sufrían graves dolencias. Yo les conté lo poco que sabía de San Ricardo y les propuse que le encomendáramos a todos los enfermos. La mejoría de nuestros familiares y compañeros fue notable; entre ellos mi papá, que tiene una enfermedad neurológica (hidrocefalia del adulto). El médico comprobó que se detuvo y le quitó toda la medicación. Otra compañera, que en agosto del año pasado tuvo tres paros cardíacos y estuvo un mes en terapia intensiva, ya recuperada desde diciembre está trabajando con nosotros. Mis amigos me dieron algunas lecturas de la vida del santo y también estampitas y oraciones. Ahora, después del rosario rezamos una oración a San Ricardo. Yo hago unos análisis que son diagnóstico casi certero de una enfermedad crónica que dura toda la vida (enfermedad celíaca) y a todos los niños que les da positiva la prueba también los encomiendo a él. Lo tengo presente casi todo el día; así como invoco Veni Sancte Spiritus, Veni per Mariam también le pido a San Ricardo que interceda por mí - sobre todo cuando estoy en medio de esa rutina que muchas veces me cansa y me agobia - para que todo lo que haga sea para la Gloria de Dios.
Miriam, Resistencia (Argentina)
Alecrim
Querido don Gius: Usted es un padre para nosotros, nos dice cosas que nunca habíamos oído y que misteriosamente nuestro corazón desea escuchar. Eso nos anima en cada paso que damos al adentrarnos en una aventura bellísima llamada Alecrim. Como dice la canción, esta florecita brota del carisma y nace sin haber sido sembrada, nace gratuitamente. Gracias por querernos y por su amor a Cristo que, hecho carne, es una Presencia ante la cual uno se mueve: así es para nosotros hoy. Durante los Ejercicios de la Fraternidad del año pasado, en la ciudad de Cholula, un grupo de amigos de Oaxaca que tienen niños pequeños empezaron a comentar su deseo y preocupación de decidir a qué Jardín de Niños inscribir a sus hijos. Luego ya en Oaxaca platicando entre amigos fue madurando la idea. La mamá de unas amigas nuestras desocupaba una casa grande con jardín, varias habitaciones todas llenas de luz y viendo esta gran oportunidad se la pidieron para lo que podía ser el jardín de niños. Dora iba a Italia y se le encomendó la tarea de entrevistar a nuestros amigos que ya vivían esa experiencia. Fue curioso don Gius, ya que sin hablar el idioma y solo con el gran deseo hizo varias entrevistas. Los amigos de Italia respondieron con una disposición grande, un contento igual, y toda su experiencia la transmitieron sin ninguna dificultad y con gran alegría.
En Septiembre se empezó a planear, a preguntarse cada vez más en serio: ¿Qué es un Jardín de niños? ¿Cómo se va a llamar lo que ahora decimos nuestra escuelita? ¿Por qué yo? Y así elegimos el nombre de Alecrim, ya que era lo más cercano a todos: Gratuidad. Luego seguía el logotipo ¿cómo hacerlo? Stephanie - que estaba esperando a sus gemelas - lo creó y luego entre todos se hizo la frase que iba a acompañar al volante de anuncio. El entusiasmo de todos era grande, siempre acompañados de Lorenzo que nos acompañaba cuando llegábamos a tropezar con alguna duda. Se le pidió a Doriluz como Pedagoga, que fuera la Directora, que viera paso a paso esta responsabilidad junto con Emma, que regresaba de la carrera de Psicología en el mes de enero y Cristi, que es educadora. Así, el 8 de enero de este año, después de 8 meses de gestación, nació nuestro Jardín de Niños, haciendo la inauguración con ¡6 niños inscritos!, los papás de los mismos, y muchos amigos. Aprovechando que Fabrizio de Puerto Rico estaba de visita y sabiendo que el carisma es una historia y él es parte de esta historia aquí en Oaxaca lo invitamos a que fuera el padrino y cortara el listón. ¡No podíamos creer que fuera una realidad! Cuando nos preguntó Amedeo, «y, bueno díganme ahora más calmados qué cosa es Alecrim», con una gran sencillez y seguridad Edwas, contestó: «El principio de la Universidad». Ahora ya tenemos 20 niños, en marzo se hizo su presentación oficial de la escuela en la ciudad participando en el desfile de la primavera. Álvaro, se ha agregado con gran disponibilidad, haciendo lo que él sabe hacer: carpintería. ¡Construyó una casita bellísima para el jardín y con gran amor ha compuesto cada detalle!
Para mí el Jardín de Niños Alecrim, implica que los padres tengamos más atención sobre la educación básica y formativa de nuestros hijos, para que, en continuidad con lo que vivimos en el hogar, respetemos y dignifiquemos sus personas ante la aplastante influencia del mundo, de la televisión y la publicidad que les bombardean su imaginación infantil capturando su curiosidad y dándoles referencias irreales para su crecimiento como personas. Crear una escuela, nos brinda la posibilidad de introducir y proponer a nuestros hijos la claridad de vida y la lucidez sobre la realidad que vivimos a raíz de la fe, y que experimentamos formando parte del movimiento de CL. Con el ejemplo de quienes los guían en la escuela procuramos que nuestros hijos comprendan y aprendan, (así como intentamos que sea en el hogar), la vida cristiana. Para mí, es una fascinación permanente el verse uno mismo sorprendido ante la potencialidad de un hijo, al cual debemos, como obligación natural primera, educar con el amor y la firmeza con la que nos educa la vida misma. Nació así este lugar donde nuestros hijos y nosotros estamos creciendo y siendo educados.
Edwas
Soy una pequeñita del jardín de niños Alecrim. Vivir la experiencia de esta obra es algo grande. Cuando uno verifica que es la presencia de Otro que actúa; cuando veo llegar a los niños tan contentos y muchos de ellos sin querer irse cuando las clases han llegado a su fin; cuando veo la certeza de estos niños de sentirse tan acompañados y amados, me sale espontáneo: «Gracias Señor por permitirme ser parte de Alecrim y compartir con estos amigos tan amados el inicio de esta obra».
Paty
Estoy siendo testigo de algo que nace y crece. Por misericordia uno está presente para verlo y vivirlo con los amigos. Su inicio está unido al recuerdo de un hecho de intenso dolor en el cual murió una queridísima tía mía. Por vez primera inexplicablemente intuí que el dolor no es inútil. Sabíamos, no se por qué, que de ahí estaba naciendo un fruto inesperado. Mis hermanas y yo no teníamos idea de cuál sería, pero a las pocas horas de su muerte nos fuimos a los Ejercicios de la Fraternidad donde comenzó a hablarse con los amigos de la necesidad de una escuelita. Hoy es una bella realidad donde, antes de entrar a mi trabajo de Dentista, gozo cantando con los niños: Mateo, Justine, José, Mónica, Susanita y los demás, los cuales me identifican con los cocodrilos en cuanto me ven. Me impacta su curiosidad, su atención y creatividad, los cambios que el Señor realiza en ellos y su sensibilidad por lo verdadero. Un día llegué a cantar con ellos sin haber hecho mi rato de silencio matutino y, sorprendentemente, después de cantar juntos uno a uno se fueron a hacer otra cosa, hasta que me quedé sola y en silencio. Ese día comprendí que el canto es un abrazo que me da Otro, no mío. Se renovó en mí el deseo de ir al fondo de mi vocación, que vivo en la Fraternidad de San José, al fondo del silencio y del canto.
Cecilia
Llevo varios años de experiencia como educadora, y siempre he tratado de trabajar con amor, energía y responsabilidad. Ahora en Alecrim y gracias a la comunidad de CL esto persiste, pero de una manera más consciente y además crece en mí el estupor al ver a los niños crecer, al disfrutar con sus ocurrencias y darme cuenta de la maravilla que es el desarrollo de los pequeños. En ellos no puedo dejar de mirar la mano y el rostro de Otro. También mi responsabilidad y modestia crecen cuando por ejemplo José Andrés me cuestiona preguntándome: ¿Para qué sirve la hélice pequeña de los helicópteros? O cuando David me pregunta si el dinosaurio triceratops comía plantas o come y les hago saber en muchas ocasiones que no sé, que lo voy a investigar. Me doy cuenta cada vez más que este método es de vida y me siento feliz de saber con certeza que esto me pertenece y me corresponde.
Cristi