CULTURA
/ París
El Sentido Religioso en la ciudad de las luces
Más de trescientas personas asistieron a la presentación de El
Sentido Religioso en el Amphitéatre Guizot de la Sorbona. En la
mesa de los ponentes, el cardenal Poupard, el poeta Jean-Pierre Lemaire y el
profesor Feliciani, de la Universidad Católica
de Milán. «El recorrido que hace
Giussani da una respuesta razonable a un conjunto de cuestiones existenciales
que abren al estupor»
RICCARDO PIOL
Entre las butacas de la sala había una mujer de mediana edad que
llegó sin aliento. Unos minutos antes, oyendo la radio mientras conducía,
alguien habló de la presentación de un libro que tendría
lugar aquella misma tarde. El tema del encuentro le interesaba y quien lo presentaba
en la radio le había persuadido. Estaba también un joven de 18-20
años que había coincidido con alguien que le habló del evento
unas horas antes, tras la misa vespertina en Notre Dame: «Ya había
oído algo sobre esta conferencia», dijo, pero el título del
libro que se iba a presentar y aquel encuentro fortuito en la catedral le habían
empujado a participar. Unos eran estudiantes universitarios, otros colegas de
trabajo y algunas personas habían recibido una invitación bien
de la parroquia, bien de algún amigo. En total, más de trescientas
personas, procedentes de toda la ciudad y alrededores. A las ocho de la tarde
del 11 de marzo todos ellos hacían un alto en el Cour d´Honeur de
la Universidad de la Sorbona, en el corazón del barrio latino de París,
esperando el comienzo de la presentación de la edición francesa
de El Sentido Religioso. En cuanto se abrieron las puertas del Amphitéatre
Guizot, se apiñaron en los bancos y en las escalinatas, y muchos se quedaron
de pie al fondo de la sala. Aguardaban.
Provocación
¿
Por qué es signo de coraje organizar una conferencia sobre el tema «Sentido
religioso, religión y cultura: una exigencia de la razón humana»,
en la ciudad que, de alguna manera, ha sido la cuna de la razón moderna,
la de la “r” mayúscula de la Ilustración? Ciertamente,
decir que el sentido religioso es una exigencia de la razón humana puede
sonar como una provocación para quien vive en un país donde, desde
hace siglos, está vigente el dogma de que fe y razón no están
de acuerdo, que si se tiene la primera no se utiliza la segunda, y si se quiere
usar de verdad la segunda es mejor prescindir de la primera. Sin embargo, allí había
más de trescientas personas que desmentían esa presunta certeza
matemática y que estaban muy interesadas en la intervenciones del cardenal
Poupard, francés de nacimiento aunque romano de adopción, y hoy
presidente del Pontificio Consejo de la Cultura; de Jean-Pierre Lemaire, poeta
muy conocido al otro lado de los Alpes; y del Sr. Giorgio Feliciani, profesor
de la Universidad Católica de Milán que conoce y es conocido en
la Sorbona, donde desde hace años viene impartiendo cursos y seminarios
a los estudiantes de Derecho. Como moderador estaba Silvio Guerra, profesor de
italiano en un instituto parisino, que había puesto todo de su parte para
la celebración de este encuentro, esperando - o quizás sabiendo
- que podía revelarse como algo más que una simple presentación
de un libro.
Razón plena
El primero en hablar fue Lemaire, quien con estilo directo puso enseguida el
dedo en la llaga: «Este libro habla de una fe razonable», una afirmación
comprometida, sobre todo si quien la hace es un hombre de cultura - como dirían
los cronistas - que con sencillez, partiendo de su experiencia y no de sus pensamientos,
expresó una sucesión de afirmaciones nada ambiguas: «Leer
El Sentido Religioso ha sido como respirar»; «Este libro habla de
una razón plena»; «Me ha impresionado descubrir que las exigencias
del corazón son un criterio válido para afrontar la realidad»; «En
este libro se registra una pasión por la realidad» que emerge insistentemente
página tras página porque, como escribe don Giussani, «la única
condición para ser siempre y verdaderamente religiosos es vivir siempre
intensamente la realidad».
Por tanto, primero realismo y después racionabilidad y moralidad en el
conocer. Recorriendo las tres premisas del libro, el profesor Feliciani acompañó a
los oyentes de la Sorbona en el descubrimiento del contenido más singular,
del reto al que Giussani invita a quien ponga sus ojos en El Sentido Religioso.
Citando fragmentos de los primeros capítulos, decía de forma novedosa
palabras como experiencia, moralidad, fe y razón, en una intervención
que no tenía nada que ver con una presentación formal, sino que
era más bien el testimonio de quien ha descubierto la humanidad de lo
que está escrito en el libro.
Recorrido metódico
Como dijo el cardenal Poupard, El Sentido Religioso es un libro que acompaña
al hombre de hoy en la aventura nueva o renovada de la fe. E invitar a leerlo
quiere decir invitar a dejarse asombrar ante una obra «determinada por
la pasión por la realidad, por la valoración de la razón
plena, por el amor a la verdad». «El recorrido que hace Giussani
es metódico, sin ser rígido. No da una solución racional
a un problema teórico, sino que da una respuesta razonable a un conjunto
de cuestiones existenciales que abren al estupor». El estupor que invade
las jornadas de quien, viviendo la exigencia de un significado total, llega a
implorar que ese mismo significado se haga presente. Y cuando esto sucede, «si
la hipótesis de la revelación se presenta, ¿quién
rechazaría razonablemente examinarla, cuando inmediatamente la luz que
transparenta transforma un amorfo conjunto de vidrios en una vidriera plena de
color?» ¿Cómo rechazar semejante invitación? Esto
se lo deben preguntar también los trescientos de la Sorbona; terminado
el encuentro, fueron muchos los que se quedaron conversando en el patio de la
universidad: habían participado en algo diferente. Hablaron un buen rato,
intercambiaron las direcciones y se emplazaron para volver a verse, porque algo
nuevo había comenzado.