La
guerra en Iraq
La voz del Papa en Oriente Medio
Habla el corresponsal de la RAI desde El Cairo
Filippo Landi
En el estadio de El Cairo los jóvenes que se manifiestan en contra
de EEUU levantan carteles con el lema: “Israel-EEUU, un solo enemigo”.
Y otros: “Palestina-Iraq, una sola causa”. A los occidentales que
circulan por las calles se les pregunta con aire amenazante si son estadounidenses.
En el patio de la mezquita de Al Azhar, al acabar la oración del viernes,
se grita invocando la jihad, la guerra en contra de los invasores de Iraq.
Las imágenes de los cadáveres de los soldados americanos en lugar
de piedad provocan satisfacción en la gente. En Oriente Medio este no
es el tiempo de la compasión, sino de la ira. Además de las ruinas
de los edificios y de las víctimas de los bombardeos, junto a los cuerpos
de los soldados matados y humillados, en todo Oriente Medio, también
en los lugares de turismo como Egipto, se ven las ruinas del espíritu.
En esta situación resplandece con mayor intensidad un atisbo de racionalidad.
Quien grita por la calle en contra de EEUU, incluso si es musulmán,
añade: «Esta es la guerra de Bush, no una guerra en contra del
islam». Y otros afirman: «Hay que decirlo: ha sido el Papa el primero
en declararse en primera persona en contra de la guerra, y de manera muy decidida,
como no lo han hecho otros líderes musulmanes».
Lo que el Papa ha dicho y repetido a Bush, a Blair y a los hombres de todo
el mundo, ha llegado hasta nosotros. Ha quitado del medio el terrible equívoco
de que pudiera tratarse de una guerra de los cristianos contra los musulmanes.
Un equívoco en el mundo árabe generado por el mismo Bush, que
habló de una “cruzada” contra el terrorismo después
de los atentados del 11 de septiembre. Equívocos alimentados por Bin
Laden contra los judíos y los cristianos acusados de haberse aliado
en contra del islam. También en el mundo árabe sus proclamas
hoy son un recuerdo vencido por la fuerza de las palabras del Papa.
Una fuerza que él ha sabido trasmitir también a los fieles y
a los obispos católicos coptos, una minoría dentro de la minoría
cristiana.
No todo está perdido entonces en la relación entre musulmanes
y cristianos, como algunos creen, temen o esperan. Un hombre anciano, pero
vigoroso en su palabra, ha obligado a todos los árabes y a los musulmanes
a una actitud de respeto y pleitesía.