obras de la fe
Déjale obrar
Si alguien cree que ya ha terminado de buscar, corre el riesgo de perderse los encuentros más significativos. Las primeras iniciativas de una campaña a favor de los cristianos de Belén que empieza a dar fruto en quien la lleva a cabo y que alcanza a los herederos de los pastores
angel j. misut
Habíamos hablado varias veces de la ayuda a los cristianos de Belén, pero no había nada concreto. Yo tenía catalogada esta posibilidad dentro del gran paquete de cosas que están bien, pero que nunca verán la luz porque me parecía demasiado complicado. Pero esa percepción comenzó a cambiar cuando, durante un viaje a la Peña de Francia y posiblemente agradecido por toda la belleza que Dios me estaba permitiendo contemplar (no soy capaz de encontrar otra razón), puse el tema encima de la mesa e inmediatamente, para mi sorpresa, la generosidad entró en acción. Nuestros amigos Amaro y Pepi ofrecieron, sin dudarlo, la financiación necesaria para iniciar la obra. Fue una gran lección que otros vieran con claridad a la primera lo que yo tenía delante de mis narices y no terminaba de apreciar.
Primeros pasos y primeras complicaciones
Desbordado por el acontecimiento me incorporo a los primeros pasos. Unas conversaciones en el Meeting de Rímini con Carmina y Sobhy, el primer grupo de voluntarios y la decisión de estar presentes en Ekumene, constituyen el punto de partida para que Obras de la Fe comience a ser una realidad en España.
Aparecen las primeras complicaciones, sólo ha llegado un 13% del material y Ekumene abre sus puertas. El mismo día del inicio nos comunican que el resto está ya en el aeropuerto de Barajas, pero no parece posible conseguir que nos lo entreguen hasta dentro de varios (muchos) días, por culpa de un problema burocrático. La perspectiva es de auténtico desastre, pero Almudena se ha implicado hasta el fondo y mediante una artimaña inconfesable consigue que en la tarde de ese mismo viernes, nos entreguen todo el envío. El milagro ha sucedido y hay que moverse con rapidez. Junto con Teresa y Pablo conseguimos catalogarlo y tenerlo todo dispuesto para que el segundo día de la feria, nuestro stand luzca con todo el trabajo de nuestros amigos de Palestina.
Cuando se pertenece
El sábado es el día de la peregrinación a Zaragoza y María Luisa (mi esposa) y yo, tenemos que quedarnos en Madrid para atender el stand. La afluencia de público comienza pero los resultados son poco esperanzadores. «Esta es una feria de mirones», o «no vamos a sacar ni para pipas» son las expresiones más suaves que brotan de mi gran enfado (por favor, no os imaginéis el resto). Es curioso que durante todo el proceso he sido testigo no solo del amor a Cristo de todos los que se han implicado, sino del amor que Cristo a desparramado sobre mí. Sin embargo, a pesar de tanta evidencia, al primer contratiempo comienzo a desmoronarme. Afortunadamente, María Luisa, (que tiene las cosas mucho más claras que yo), acude inmediatamente en mi auxilio y, a través de un par de cachetes, me sitúa nuevamente en la realidad: «Crees que Cristo ha dejado que lleguemos hasta aquí para que no suceda nada», «déjale actuar, el día acaba de comenzar y, además, todos nuestros amigos están en Zaragoza pidiendo por nosotros».
¡Y vaya si actuó!
Comenzamos a reclamar la atención de los que pasan distraídos por delante de nuestro stand y surgen las primeras preguntas ¿Por qué hacen ustedes esto? ¿Dónde tienen el negocio? ¿Quiénes son ustedes? Oír que todo responde a que unos amigos tienen una necesidad y que, cuando esto sucede, nosotros no podemos dormir tranquilos, cambia el rostro de nuestros visitantes. El rictus de indiferencia se torna en sorpresa para después evolucionar hasta una alegre complicidad. Una señora nos da las gracias por lo bien que le hemos explicado todo, otro señor nos da la mano agradecido mientras apostilla que «hace falta mucha gente como ustedes».
Llegan más refuerzos
Llegan Elvira, Elena, Conchi, Santi, Rocío, Ana, Paco, José Manuel, Juan Antonio... espero no dejarme alguno, y todo se multiplica. En la eficacia, porque hemos pasado desde los 200 euros de ventas del viernes, a los 2.500 del domingo. En la utilidad global del gesto, porque hemos repartido, en mano, casi 2.000 octavillas explicativas de nuestra iniciativa y eso supone que hemos llegado a cerca de 3.000 personas. En la experiencia personal, porque ninguno de los que han participado en la feria podrá olvidar lo que ha vivido allí. Un claro ejemplo de esto es Juanjo. Estoy seguro que no pasará tanta vergüenza como en las primeras horas de su trabajo en Ekumene, hasta que no se declare a una mujer. Estaba sentado tras el mostrador cuando aparece el primer cliente. El ¡Juanjo, atiéndele!, provocó en él un rubor inmediato que nos hizo temer por su salud, pero un par de horas después, su lenguaje con nuestros visitantes tenía la fluidez y precisión propias de quien disfruta con lo que está haciendo.
La caridad genera algo que no tiene fin
El impulso humano imaginativo y creativo no ha dejado de brotar y hay muchos ejemplos de ello, como el de nuestros amigos de Barcelona, que tendrán un puesto en el mercado de Santa Lucía durante el mes de diciembre. O Myriam, que se fue a una clínica para plantearle a la gerente que durante Adviento y Navidad regalara un angelito a cada uno de los niños que nazcan en su maternidad (por ahora le han comprado treinta y luego ya veremos). O Cristina, que ha asumido esta obra como si le fuera la vida en ello, y a partir de la visita de Sobhy a su programa de radio (La Tarde con Cristina), comenzará a pedir a sus oyentes que colaboren con los cristianos de Palestina comprando, por cuatro euros, un pequeño nacimiento al que ha puesto el nombre de El Belén de la Tarde.
¡El espectáculo continúa! Y como lo mejor esta aún por venir, no puedo dejar de animar a todos para que no os perdáis la oportunidad de participar en él, porque aunque es muy bello para el espectador, es realmente impresionante para el protagonista.