Provocadores de la vida común de los hombres
Partiendo de una sugerencia de don Giussani, que nos llama a una responsabilidad educativa (tanto a los profesores como a los que trabajan en los medios de información), Huellas ha querido reunir a un grupo de periodistas que han secundado esta invitación. He aquí el resultado
a cargo de alberto savorana
Econ esta conversación quiero recoger el guante que don Giussani me lanzó este verano antes del comienzo del Meeting de Rímini: «Observo una terrible renuncia a educar, en nuestro país y en general en el mundo moderno. Por eso es necesario que prestemos atención a las personas de entre nosotros que se encuentran en las posiciones de las que depende gran parte de la educación: los profesores y los periodistas».
Abordamos la cuestión con algunos periodistas. Nuestra conversación parte de la última frase de Giussani en la entrevista de Renato Farina: «A vosotros, los periodistas, os pido que seáis conscientes de que estáis en la raíz de la conversión del mundo. Probad a ser los potentes provocadores de la vida común de los hombres». Reproducimos el diálogo con Renato Farina, subdirector de Libero, Giancarlo Giojelli, redactor jefe de Excalibur, Giuseppe Frangi, director del semanario Vita, Antonio Socci, subdirector de RAI2 y director de Excalibur, Roberto Fontolan, director de 24ore TV, y Luigi Amicone, director del semanario Tempi.
Renato Farina: Esta afirmación me ha asustado y enorgullecido. Es impensable que alguien diga que en nuestras manos está una posibilidad de cambiar el mundo y que tenemos una tarea. La palabra provocadores es muy interesante, porque significa que tienes que saber juzgar y contar las cosas de tal modo que puedan incidir en los demás. En lo que escribes tienes que encontrar el punto donde contactas con los demás. Y esto es posible sólo si ya has sido tocado a tu vez. Sólo entonces puedes tratar de ser un provocador portentoso, sabiendo perfectamente que la única respuesta al hombre es Cristo, que es el camino, el único camino.
Giancarlo Giojelli: Estar en la raíz de la conversión del mundo no es fruto de mi esfuerzo; al contrario, se trata de ser consciente de ello. Cuando don Giussani nos invita a ser los provocadores portentosos de la vida en común de los hombres, lo que está en juego soy yo con mi libertad. Me ha impresionado que se refiera a «la vida común de los hombres», porque en nuestra profesión siempre se tiende a resaltar lo excepcional. Giussani, sin embargo, asocia la vida común de los hombres a la palabra portento, porque lo excepcional sucede en la vida cotidiana. Se trata de una mirada y de una posición adecuada del ánimo frente a la realidad que sorprende y causa estupor. La gente no es como la imaginan los maestros de la comunicación; es capaz de sorprenderse frente a la verdad y espera de nosotros que tengamos una mirada sobre las cosas que sepa transmitir este estupor. Testori escribió en el Corriere della Sera en el año 87: «La revolución no vendrá de las anomalías convertidas en normas (nosotros contamos muchas anomalías, patologías de la vida que parecen ser la norma), sino de esa norma que se querría reducir a anomalía». Cuando Giussani dice: «Dentro del Misterio hasta la anchoa que se ha comido el atún encuentra su redención», afirma exactamente lo contrario que Montale: «El mal de vivir se encuentra con el acartonamiento de las hojas». Al hablar de la normalidad Giussani capta el Misterio, lo cual otorga valor incluso a una anchoa devorada por un atún. Parecería el dolor más inútil y absurdo...
Roberto Fontolan: No puedes provocar la vida de los hombres si tu vida no lo ha sido y no estás dispuesto a dejarte provocar todos los días por algo distinto de ti. Las dos frases que ha citado Renato ofrecen un rescate para esta profesión que conlleva los gérmenes de la peor corrupción, como parasitismo, voyeurismo, servilismo, presunción intelectual y cinismo. Rescatar el sentido de este oficio desbarata el problema del cómo, que es algo que ha atenazado y atenaza a muchos. Hablar de vida común es pedir que la gigantesca tempestad mediática tenga como horizonte las exigencias de todos. Con Testori comentábamos que el lugar común puede expresar la verdad de una pregunta, mientras que cualquier periodista despreciaría el sentido común.
Giuseppe Frangi: Me sorprende realmente la ternura que don Giussani tiene hacia los hombres. En cierto sentido me planteo el problema del cómo, no estoy de acuerdo en que sea secundario. Mi tío, Giovanni Testori, se lo planteaba, porque quería que su palabra fuera tan verdadera como la realidad que tenía delante, quería adecuarse al dolor o a la felicidad que tenía delante. Giussani ha comentado a veces la necesidad de «volver a encontrar una esperanza que sostenga la infinita fatiga que es vivir». ¿Pero quién describe hoy esta infinita fatiga? La negatividad invade la vida de todos, estamos inmersos en una profunda negatividad. La vida común entra en los medios estrangulada y asesinada. Por eso el reclamo a ser portentosos provocadores de la vida común abre una brecha en mi alma, sobre todo en forma de ternura hacia esta vida, deseo de tenerla presente y sentirme parte de ella, compañero de viaje de esta vida común, de las dificultades que tienen los hombres para vivir; no negarla y saber contarla. Nuestra profesión debe saber descender al corazón de la vida común y, siempre que pueda, introducir una esperanza en ese horizonte negativo. Pasolini, en sus Escritos corsarios (del 75) vislumbró dicho horizonte en el que hoy nos movemos; de forma profética él ya lo había intuido. En Orgía se lee: «Mirad que lo que ha sucedido en el teatro afecta a vuestra vida».
Luigi Amicone: Es algo radicalmente nuevo para mí; me refiero a que nunca había pensado en el periodismo como educación. Como mucho, uno lo concibe como una trinchera desde la que trata de defender aquello en lo que cree. Si en los siglos pasados el arte estaba llamado a representar la realidad, el arte de la modernidad puede ser el periodismo capaz de testimoniar la verdad de lo que se ve, con una participación activa en la vida de los hombres. Giussani me llama a la seriedad, entendida como la entendía Shakespeare. «No basta hablar, hace falta hablar seriamente».
Antonio Socci: Tengo la sensación de que Giussani no cita a los periodistas porque estén en una situación particular, sino porque son más oportunistas; por eso puede que haya también una oportunidad de rescate para nosotros... En fin, creo que en la posición en la que estamos no hay nada más bello, gustoso y grande que hablar a los hombres de Jesús. Por ello, todo lo demás puede ser verdadero.
Huellas: Sostener la infinita fatiga de la vida es como si lanzáramos un flotador para salvarnos del miedo, un factor que hoy parece tan determinante en la vida común. ¿Qué os puede ayudar a no vivir con miedo la lucha que implica la responsabilidad a la que os sentís llamados? ¿Cómo puede ayudar vuestra profesión a rescatar a la gente común? ¿Cómo ofrecerle una revancha contra el miedo, la mentira y el engaño generalizado?
Socci: Si participáramos tan sólo de una milésima parte de la piedad que Él muestra para con nosotros, nos devoraría el fuego y la furia por devastar el mundo con ella.
Giojelli: Giussani responde: «Hay una forma de hacer sencillo todo esto: decir lo que se ve. Dios hecho hombre, Cristo, y la Iglesia que es su desarrollo. En los hombres hay un instinto que todavía no está destruido del todo». Me parece lo fundamental, lo que no va a parar en la nada y en el nihilismo. Es lo más grande: «Atención, cuando habláis de estas cosas no se la decís a los muros, ¡la gente lo espera!». Educar quiere decir sacar a la calle lo que la gente está esperando, lo que colma su necesidad, su deseo. Así se vence el miedo, si hay alguien que te lo recuerda.
Farina: Dentro la fragilidad de lo que tenemos que relatar, nos mueve la positividad que vemos en la realidad. El pecado mortal del periodista es creerse maestro y capaz de reproducir de forma mecánica el efecto esperanza. Ser provocadores portentosos... ¡hay que pedirlo!
Fontolan: La mentira, que después se torna miedo, se puede vencer sólo si hay algo verdadero en algún lugar. Educar consiste en ayudar a mirar. ¿Qué mejor definición puede haber de nuestra profesión? Pero sólo puedes realizarlo siendo humilde, si dejas que te ayuden a ti a mirar. ¿Qué sentido tiene informar de lo que hacen los demás? O es voyeurismo, cinismo, algún interés oscuro, o por el contrario es hacer ver a todos ese aspecto de la verdad que se manifiesta en todo momento, en cada minuto de la vida de los hombres.
Amicone: La cuestión no es el argumento que tratemos, sino qué es la verdad a la que nos referimos. En lo que nosotros escribimos pasa algo más grande, algo que no es nuestro. En este sentido podemos ver concretamente la victoria de lo positivo.
Frangi: Si lo que escribimos y el trabajo que realizamos no llegan a ser un medio para alcanzar la felicidad en esta vida común, hay algo que no funciona. Me parece que la entrevista de Giussani es una palestra infinita de formación mental. Por ejemplo, cuando se refiere a la situación del pueblo judío, cambia nuestro modo de situarnos frente a lo que nos ha sucedido. La espera nos hace extraordinariamente cercanos a todos, porque la condición común es esta precariedad; no hay nada acabado en lo que hemos vivido, tenemos que pedirlo todos los días, es una gracia que nos sale al encuentro y que tenemos que implorar. Me acuerdo de mi gran amigo Marcello Freudiani, aquel que escribió en el Sabato la frase de McIntyre que siempre citamos: «Un momento de cambio decisivo en la historia antigua...». No puedo imaginar la manera de ser periodista desvinculado de esta perspectiva.
Socci: Como periodistas se nos ofrece la posibilidad de percatarnos de algo que nos atañe, que está naciendo para nosotros y que está hecho para nosotros. Es lo que debemos hacer, porque de otra forma, corremos el riesgo de convertirnos en recriminadores, es decir, acusadores del mundo, o de ser utópicos, que al final, supone una acusación igual. Lo que tenemos que construir ya está, es Otro el que lo hace, sólo tenemos que mirarlo y señalarlo a los demás. Es casi lo que decía Giussani hace unos años: no falta la repetición verbal del anuncio, sino un acontecimiento. La descripción exacta de lo que acontece sorprende a todo el mundo.
Huellas: Don Giussani sostiene que periodistas y profesores son los factores decisivos a la hora de construir una mentalidad entre la gente de a pie o de perpetuar un engaño. ¿Qué suscita en vosotros pensar que estáis en esta delicada posición, que sois esa trinchera al borde de la batalla entre la verdad y la mentira?
Giojelli: Yo le pido a la Virgen y punto.
Frangi: No siento que sea un peso; me apasiona que algo que me gusta tanto sirva a lo más grande que he encontrado. Caminar con esta felicidad a cuestas me ayuda, porque simplifica, hace que todo para mí sea un encuentro y no un problema. Nuestra profesión nos pone delante de todos; no se dirige a algunos, sino a todo el mundo. Es algo extraordinario, estupendo, porque no permite dar nada por supuesto; cada bocanada de realidad puede ser interesante, puede hacer saltar la chispa. Lo que llevas es para todos de lo contrario sería mentira. Cuando en Bérgamo preguntaron al obispo de Túnez sobre la paridad entre las religiones, él dio una respuesta estupenda: «Existe una gran diferencia entre Jesucristo y Alá: que Alá es para algunos y Jesucristo es para todos». Este cromosoma del ser para todos, por el que puedes estar ante a todos y dirigirte a todos, es algo fantástico.
Farina: Es verdad que el peso de nuestras palabras se multiplica, porque llegan a muchos y muchos son los que se fían de ellas. Esto, a veces, crea un problema. Pienso que siempre hay un margen de libertad que nos permite afirmar lo que hemos encontrado dentro de la precariedad del folio sobre el que escribimos.
Socci: Para mí es igual que la vocación cristiana. Digamos que la cuestión de la profesión es algo que viene después, algo provisional, momentáneo. Por eso, me encantaría que en lo que hacemos y escribimos dejásemos una huella de esta inmensa presencia de misericordia que es la Iglesia dentro del mundo y que es el Movimiento dentro de la Iglesia.
Fontolan: Estar ante todos da la posibilidad de agrandar y darle espesor a tu vida, viviendo la urgencia de una responsabilidad.
Amicone: Si comprendes la fuerza histórica de una preferencia, de una mirada que te ha alcanzado, y que, literalmente, te ha creado, el resultado es la abolición de cualquier miedo. Ni tengo complejo de inferioridad ni soy orgulloso, porque lo único digno de contar y que se percibe en cada hecho que se investiga es, como diría Rilke, que «Extrañamente un extranjero dice: yo estoy contigo». Es lo más verdadero que veo en lo específico de una crónica de la vida humana.
Huellas: Permitidme finalizar leyendo unas líneas de la conversación de este verano de la que hemos partido: «Los periodistas son los nuevos educadores del pueblo, como nuevos escribas o como representación del pueblo nuevo, con la conciencia de que su trabajo puede sostener la vida de un pueblo. Si supieran qué baza juegan en la Iglesia hoy, quizás temerían la dignidad que se les concede. Lo más conmovedor es que el cristianismo puede reconstruirse en el mundo. ¿Cómo pueden los periodistas y profesores estar en disposición de ensimismarse con nuestras razones y ver qué papel juega en su vida esta cuestión?».