PRIMER
PLANO
Ante la caída de la ideología,
una fe motivada
Años de militancia
comunista buscando la respuesta a su exigencia existencial. Después, un
encuentro y la conversión. La vuelta a la vida política, dictada
por la conciencia de la presencia liberadora de Cristo
Aldo Brandirali
Querido don Giussani: Me gustaría darte las gracias con
un abrazo por la estupenda carta que has dirigido al Papa en el vigésimo
quinto aniversario de su pontificado. Gracias por la definición clara,
dirigida a todos, de la victoria del cristianismo hoy. Es una victoria puesta
de manifiesto por el Papa en veinticinco años de polémica con la
cultura que se basa en la Revolución francesa.
Esta victoria ha sido posible gracias a la aportación que tú has
hecho, querido don Giussani. En particular en estos dos últimos años,
en que nos has guiado para que comprendamos hasta el fondo el desafío
del cristianismo dentro de los acontecimientos actuales.
Ante el terrorismo y la consiguiente intervención anglo americana en Iraq,
tú nos has ayudado a distinguir con aquel: «No a la guerra, sí a
Estados Unidos». Y lo has hecho exaltando la pasión por la libertad
que existe en EEUU. Allí se conserva la memoria de una enseñanza
cristiana que habla de la presencia de Dios entre los hombres, única motivación
verdadera de la libertad: que pueda suceder algo bueno mientras mi libertad se
arriesga entre tanto mal.
En el curso de estos últimos años nos has enseñado, a través
de los Ejercicios de la Fraternidad, a tener fe en la positividad de la realidad.
La única forma de que la razón no muera en nuestra poquedad llena
de desesperación es que reconozca la realidad en todos sus factores. La
realidad es la obra del Señor, y en esto se funda la esperanza.
Y aun hay más. Empujado por una conversión radical, nos has escrito
una carta para decirnos que la Virgen es el ejemplo supremo del ser humano que
se deja amar por Dios y así hace posible el amor entre los hombres, porque
el deseo se vuelve capaz de amar.
Por ello ahora nos hablas del cristianismo como victoria: «En tiempos de
derrotas como los actuales el Papa ha hablado del Cristianismo como victoria
sobre la muerte, sobre el mal, sobre la infelicidad y la nada que acecha en cada
susurro humano».
Por tanto, una identidad entre humanidad y fe cristiana.
Me permito decir que esta identidad es generadora de una nueva civilización,
la civilización del amor. Tú lo dices poniendo el ejemplo del matrimonio,
lugar del mismo amor que tiene el Papa: «El hombre vive sólo en
el amor, en un amor verdadero»; y añades: «consciente de esa
aproximación al ideal que caracteriza todo momento humano».
Gracias, don Giussani. Mi conversión, obra de la gracia del Señor,
me permite no andar cabizbajo por el arrepentimiento, sino poder levantar la
mirada con arrojo por la conciencia de esta victoria.
Tras mi larga trayectoria desde el pensamiento de comunista hasta ese nacer de
nuevo que constituye la dimensión victoriosa del cristianismo, me siento
libre. Y esta conciencia de ser libre por la presencia de Cristo que nos enseña
a amar quiero dejarla actuar en la política y en la vida pública.
La ayuda a los más débiles, la unidad responsable del pueblo y
el buen gobierno no son una exclusiva ni del liberalismo ni del socialismo, sino
característica de las personas que desempeñan un papel público.
En la política el extremismo es fruto del odio y de las teorías
abstractas. Una política moderada es verdadera en la medida en que nace
de personas fuertemente enraizadas en una tensión ideal dirigida a la
esperanza del bien.
Naturalmente personas que comprenden la gran fuerza del pensamiento de Dante
que citas al final de tu carta: «Un espíritu suave lleno de amor,
que al alma va diciéndole: Suspira».