PRIMER
PLANO
Esa divinidad material que me fascina
Hemos pedido al director de
Il
Foglio que comente el artículo de don Giussani
y he aquí lo que ha escrito. «La estima por lo humano que Giussani
atribuye al Papa es la clave»
En una ocasión nos dijo: «Quisiera llegar al final del sermón
estando cerca de un simulacro de la verdad. La empresa, como veis, es imposible
y, por lo tanto, digna». No es una paradoja, es la fuerza de Giuliano Ferrara,
un escéptico lleno de preguntas no escépticas. Al fin y al cabo,
lo razonable es someter la razón a la experiencia. Por esto, Ferrara no
resulta contradictorio, a pesar de ser subversivo (por ejemplo: «He roto
con la comunidad», se refiere a su comunidad de origen, la del comunismo, «por
amor a la verdad»). Su periódico es una empresa cuya originalidad
radica en su irónica y formidable tensión para hacer de centinela
de los hechos. Y Juan Pablo II es uno de estos hechos –«ciclópeos»,
como dice Ferrara– que Il Foglio considera con afecto y admiración,
lo cual no deja de ser sorprendente en un diario del que se puede decir de todo
menos que no sea de lo más laico que circula en el panorama de la información
italiana.
Estando de paso por Roma y habida cuenta de nuestra mutua estima, fui a saludarle.
Nos vimos nada más abrir su tienda del paseo Raffaello Sanzio. Yo tenía
en la cabeza un artículo que escribió en el Avvenire con ocasión
del veinticinco aniversario del Papa, en la página setenta, situado atinadamente
en la sección “fuera de los esquemas”, del que os releo el
final: «Pero la Iglesia ríe benévola ante nuestra imposibilidad
de nombrar lo que dura, c’est la faute à Voltaire; y este Papa,
además, se atreve a compartir con nosotros esa sonrisa. Será porque
he nacido en Roma, pero un mundo sin esta Iglesia, privado de su Jubileo permanente,
de sus rigores, de su implicación política profunda e insondable,
me resultaría transparente y vacío. Bajo la guía decidida
de Juan Pablo II, las personas que abordan la aventura de imprimir carácter
a su vida y el placer del pensamiento libre se sienten más seguras, con él
e incluso contra él». «He visto lo que has escrito en Avvenire,
Giuliano, y tú, ¿has visto Panorama?». Dijo: «Aún
no», mientras en la redacción ya se estaba cociendo el siguiente
número de su diario. «¿Me has traído Panorama?».
En la portada aparecía el bello rostro del Papa, iluminado por una sonrisa,
entre el rojo de su capa y el fondo dorado. Pasó un fin de semana antes
de que volviéramos a hablar. Después, de buena mañana, el
director de Il Foglio nos hizo saber que escribiría algo para nosotros
y, si no nos parece mal, para ir más rápido, nos lo enviaría
por e-mail. No nos pareció nada mal, lo recibimos y reenviamos al destinatario,
Huellas. Helo aquí:
«
Don Luigi Giussani escribe al Papa y nos dice cuál es su Papa, una figura
intemporal por su función vicaria, moderna por su pensamiento, obras y
dirección de la Iglesia; también una figura intelectual, que no
discute con los filamentos del pensamiento débil y, en cambio, afronta
con coraje el acontecimiento fuerte de la Revolución Francesa. El hombre,
como señor del mundo, es un equívoco ilustrado, pero en las palabras
de Giussani, dirigidas a Juan Pablo II hay otra cosa: hay historia y condición
humana mirada desde el ángulo de lo divino. Una divinidad material, un
divino constitutivo que preconiza la satisfacción o la “búsqueda
de la felicidad” contenida en la primera enmienda de una constitución
dieciochesca pero no francesa. La estima por lo humano que Giussani atribuye
al Papa es la clave de la longevidad de Wojtyla, destinada a prosperar mucho
más allá de su sufrimiento y vejez, mucho más allá de
la fecha final de su pontificado».
Giuliano Ferrara