CL
Una exposición sobre «La Universidad y sus orígenes»
¿Qué tiene que ver el estudio con mi vida?
A finales de octubre, en la universidad de Buenos
Aires se expuso por iniciativa de un grupo de universitarios una muestra sobre
los orígenes
de la Universidad, fruto de la colaboración entre estudiantes de Paraguay
e Italia. Supuso el protagonismo de los estudiantes, el interés de algunos
profesores y la sorpresa de muchos. Nadie quiso perderse la oportunidad de participar
en una iniciativa que culminó con un renovado gusto por el estudio
Cinthia M. Hamlin
Entre el 14 y el 19 de octubre la entrada de la Facultad de Filosofía
y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde estudio desde hace tres años,
tenía como siempre cientos de panfletos tirados por el piso, las paredes
empapeladas de carteles que decían cosas como “La Universidad en
revolución” y, en el patio, olía a marihuana.
Sin embargo, en el tercer piso era evidente que pasaba algo distinto: todo estaba
limpio y ordenado, se escuchaba música medieval y en las paredes unos
25 paneles explicaban el origen de la universidad en la Edad Media. Se trataba
de la muestra «Investigación en Libertad: La Universidad y sus orígenes» que,
con los chicos del CLU hicimos a finales del año pasado a partir del trabajo
de nuestros amigos italianos y paraguayos y que aún no se había
podido presentar en mi facultad.
Una oportunidad
La oportunidad ideal se presentó en los primeros meses de este año
cuando cursé literatura española medieval: el profesor tenía
tal gusto por la literatura y preocupación por la enseñanza que
participar de sus clases se volvió un placer para toda la discere turba
volens (multitud deseosa de aprender). Así comenzamos a organizarnos para
presentar la muestra, con las expectativas de invitarlo a él y a un grupo
de música medieval que conocí en una clase.
Con 20 años
Fue un evento único para la Facultad. Muchísimos chicos pasaban
a verla y se quedaban admirados porque, según escribieron algunos en un
cuaderno de comentarios, los organizadores éramos jóvenes, de unos
veinte años, por cómo la guiábamos o por el simple hecho
de estar ahí. También fueron profesores: algunos nos pidieron que
pasásemos por las aulas a invitar a todos los alumnos; una docente de
historia nos pidió el texto para incluir esos contenidos en su materia
y otra, titular de “Historia de la educación”, trajo a sus
alumnos a ver la muestra como parte de sus clases.
Una de las estudiantes escribió este mensaje que sintetiza el de muchos
otros: «Me acerqué un poco distraída, y lo que me llamó la
atención, además de las imágenes de los manuscritos (estudio
artes... ¡es inevitable!), fue la forma en que se movían los dos
guías cuando hablaban con grupitos de personas, sus posturas firmes, sus
movimientos entusiastas y la constante sonrisa. Me alegra cruzarme en la facultad
con algo así, con estas ganas de hacer algo, de transmitir a otros. Ojalá hubiera
más de estos extraños fenómenos. Vuelvo a mi clase muy contenta
y pensando sobre esta época tan fascinante. Gracias. Si hacen otras cosas,
avísenme por favor. Paula».
Todos se involucraron
La muestra llamó la atención de todos en la Facultad, pero más
que nada, fue una experiencia excepcional para nosotros. Todos nuestros amigos
se involucraron de alguna manera. Hasta los que tenían exámenes
en esos días fueron a la Facultad y se quedaron a estudiar en la biblioteca.
Algo pasaba y nadie se lo quería perder. Lo más conmovedor era
ver cómo nos movíamos: el modo en que Sergio y varios más
respondieron a algunos problemas que surgieron sobre la marcha, cómo Charlie
trataba a la persona que acababa de encontrar, la pasión con la que guiaba
Pato y el “sacrificio” de algunos (me incluyo) de dejar por una vez
de ir a sus clases preferidas. Era evidente: nos movíamos por otra cosa
que estaba presente entre nosotros.
Porque es valioso
Para el cierre, en la noche del viernes, presentamos un panel con tres profesores
sobre el origen de la experiencia educativa y un grupo de música medieval.
Uno de los docentes invitados, el doctor Jorge Ferro, profesor de Latín
en la Universidad de Morón, afirmó, entre otras cosas que «en
estas profesiones es evidente la pasión por el saber: uno conoce el objeto
y lo quiere trasmitir. Como cuando uno ve un lindo paisaje y quiere llevar a
su mujer y sus hijos a verlo. Eso es lo que hacemos los que nos dedicamos a la
enseñanza. Comunicamos algo que nos gusta y nos produce un placer, cuya
utilidad no se advierte enseguida, pero está respondiendo a profundos
anhelos en el corazón del hombre. Y por eso persisten estas disciplinas
y los jóvenes sieguen estudiándolas; es sorprendente que alguien
estudie Letras o Filosofía. Parecería un anacronismo, pero no lo
es, porque responde a un hambre de conocimiento profundo: contemplamos algo porque
es valioso, porque nos sacia, porque nos reencontramos allí».
La pregunta clave
En un momento de diálogo con los panelistas un estudiante de filosofía
hizo la pregunta más linda y simple de alguien conmovido por lo que estaba
pasando: «¿Qué tiene que ver lo que estudio con mi vida? ¿Cómo
hacer para que no sea algo aparte?». ¡Era la pregunta clave, la de
todos! Pregunta que nos impulsó a hacer la muestra y que nos impulsa todos
los días. Pregunta que nos hace ser más amigos, leer los textos
de Giussani y querer estudiar más seriamente. Pregunta que espero tener
siempre presente y que, gracias a Sebastián, se me imprimió con
más fuerza en la cabeza y en el corazón: «¿Qué tiene
que ver mi vida con el estudio?».