CL
La hipótesis cristiana: por realismo
Una noche a la semana más de cincuenta amigos
instalan sus
mesas
en el camino que recorren cientos de drogadictos para conseguir su droga. Entre
cafés y bocadillos, el milagro de la preferencia, de un afecto por el
que nace la caridad
Jesús de Alba
Esta experiencia
de 2000 años vuelve a suceder cada
viernes por al noche a las afueras del poblado marginal de las Barranquillas,
en Madrid.
Decía también Chesterton que un hombre que se hace católico
alcanza súbitamente la edad de dos mil años. Y esto es Bocatas.
Una caritativa que recoge en el presente toda la tradición cristiana de
generación de obras que responden a las necesidades del hombre de su tiempo,
especialmente de los más débiles. Toda esta riqueza, al contrario
de lo que tantos se piensan, permite que podamos responder a los drogadictos
sin reducirlos a un proyecto o a una cifra, es decir, como lo que son: hombres.
Esta es la gran ventaja del cristianismo: que sabe cómo son los hombres,
de qué están hechos, y el tipo de respuestas que ofrece responde
muy bien a la condición vital humana.
Por poner sólo un ejemplo, ¿por qué para cualquiera de nosotros
es evidente la semejanza que existe entre el drogadicto y nosotros, sin que exista
una separación tajante, como habitualmente se considera, entre las personas “normales” y
los “grupos de excluidos sociales”? Prevalece una misma concepción
de la persona, resumida en lo que la Iglesia llama “corazón” y
una misma experiencia: nuestra miseria, el deseo de vivir, la libertad que tiene
cada hombre, es esencialmente igual en nosotros que en ellos. Y por eso Bocatas
es un lugar adecuado para el hombre: porque responde a lo que es el hombre, no
a la imagen del “excluido social” que tenemos. No respondemos a un
colectivo marginal, sino a rostros bien concretos, con los que se va dando una
relación, sin la cual todo vuelve a la nada. Ésta es la experiencia
cotidiana entre ellos, porque el 99% ha salido una o dos veces de la droga, pero,
si uno se rehabilita y está solo, vive en medio de la nada. Entonces, ¿por
qué no volver?, ¿por qué no darse un “homenaje”,
como dicen ellos?
Si nosotros hemos encontrado la respuesta a este corazón en la Iglesia,
lo único que hacemos es proponer esta respuesta, sin reducciones, esquemas
ni imágenes.
Este año nos estamos centrando, ni más ni menos, en presentarnos
en sociedad. Este paso no ha sido inmediato, sino que, como todos los pasos que
hemos ido dando hasta ahora, es fruto de un camino, un recorrido de la experiencia
de estos 9 años de Bocatas sin imaginarnos lo que vamos a hacer, sino
atendiendo a la provocación que nos va haciendo la realidad a cada uno.
Nos hemos constituido en Asociación y hemos entrado en contacto con varias
organizaciones que nos pueden conceder subvenciones.
Se trata de un paso que se puede entender desde muchos puntos de vista: de carácter
social y de prestigio, por tener más dinero para vivir más cómodamente,
por hacer política (muchos lo hacen), etc. Todos tienen su parte de verdad,
pero no toda la verdad, y es fácil que en estos asuntos podamos decantarnos
por alguno de esos puntos de vista, aun sin darnos cuenta. Nuestro único
punto de vista es la experiencia. El pasado viernes entramos unos cuantos a ver
un poco cómo estaba el poblado donde se vende la droga, que es un infierno.
De vuelta, había un yonqui que salía del poblado; iba solo, y andando
muy lentamente. Una hora antes estuvo con nosotros bebiendo un café y
una hora y media después pasó de nuevo por delante de nosotros,
justo antes de que nos fuéramos. El caso es que a mí me conmovió especialmente
este sujeto, al que ya había visto otro viernes; posiblemente uno de los
más débiles del poblado. Es una preferencia –como lo más
importante en la vida, que siempre se da a través de una preferencia– la
que a mí se me ha dado por este amigo, Pedro.
No sé si le volveremos a ver, no sé qué será de su
vida, pero yo me la juego por ese rostro, pido subvenciones, vendo lotería,
me hago 140 Km. todos los viernes, compro café, leche y lo que sea con
este rostro delante.
Otro ejemplo: en el libro Los novios, de Manzoni, aparece un fraile que pide
entrar en el lazareto de Milán para cuidar de los apestados en tiempo
de una fuerte epidemia. En un momento dado, se encuentra con un amigo que no
veía desde hacía mucho tiempo. Para hablar con él, le pide
a otro fraile que cuide de sus enfermos: «Hágame la caridad, padre
Víctor, de cuidar también por mí a estos pobrecillos, mientras
me recojo un rato; pero si alguno me buscase, llámeme, especialmente si
es el que usted sabe».
Deseo que también a todos vosotros se os dé esta inaudita preferencia
que no eliges, que no construyes –porque yo no he construido el rostro
de mi amigo Pedro, ni yo le he pensado, ni yo he hecho nada en especial respecto
al resto de yonquis para que se me conceda esta ternura que llega hasta la conmoción
y facilita enormemente la adhesión al Único por el que merece la
pena vivir–.
Sólo por este entramado de preferencias damos estos pasos. También
el de pedir dinero, también el dinero se somete a este juego, y la política,
y el hacer proyectos, y todo lo demás de la vida. Sólo por esto
amigos, sólo por esto.