Chispas del Oeste
Un viaje a las praderas de Dakota del sur. La historia del padre Mark, joven sacerdote, que por problemas de salud conoce el movimiento en Rochester. Y del padre Jim, que cada mes realiza un viaje de varias horas para pasar una tarde con los amigos del Studium Christi
jerry MAHON
El estado de Dakota del sur cubre una extensión de 950 kilómetros de praderas, entre el confín occidental de Minnesota y el confín oriental de Wyoming. El río Missouri atraviesa zigzagueando todo el estado, dejando al oeste la ciudad de Rapid City, las colinas llamadas Black Hills, el monte Rushmore y las Badlands. Al este del río se encuentra la ciudad de Sioux Falls. En el estado de Dakota del sur hay dos diócesis, la de Rapid City y la de Sioux Falls. Quiero contar una experiencia vivida en este estado del Midwest, al que se llega desde Rochester, Minnesota, yendo hacia el oeste.
Recientemente vino a verme un joven sacerdote de 38 años que venía de Rapid City. Hacía cinco años había sufrido un infarto y en estos años había estado en tratamiento. El padre Mark tiene talento para la pastoral juvenil y era párroco de cuatro parroquias. Como sus problemas cardíacos continuaban, tuvo que abandonar la pastoral juvenil y las parroquias, para ser párroco de una sola, más grande, cerca de Rapid City. Antes de venir a Rochester no había oído hablar de CL.
Después de su visita volvió a casa y escribió una carta a sus parroquianos, adjuntando una estampa con el Ángelus. El resto de la historia se cuenta en esta carta, que el padre Mark tituló «Chispas de parte de Mark».
«Mientras estaba en la Clínica Mayo hace algunas semanas, me hospedé en la parroquia de St. John en pleno centro de Rochester. El párroco, Mons Gerald Mahon, compartió conmigo un don particular: la hospitalidad. Esta semana en Rochester ha tocado mi corazón de muchas formas. De forma especial con las conversaciones con Mons Mahon y un grupo de cuatro laicos, que viven juntos en una casa, llamada Memores Domini, y que forman parte del movimiento eclesial conocido como Comunión y Liberación. He tenido también la posibilidad de pasar una tarde con un grupo de adultos que siguen el carisma de don Giussani, en una reunión llamada Escuela de comunidad, en la que estudian los textos de don Giussani y viven la compañía para abrirse al mundo. Ha sido para mí muy significativo ver a adultos que buscan y plantean preguntas con el deseo de seguir a Cristo. Algo que me ha llamado la atención de las cenas con Mons Mahon y los Memores Domini es que empiezan rezando el Ángelus. Debo confesar que hacía mucho tiempo que no lo rezaba; es más, ni siquiera sabía cómo empezaba exactamente. Desde entonces yo también lo rezo al comienzo de cada comida. Rezar el Ángelus, me reclama a la realidad y al misterio de la Encarnación en mi vida. Yo, como María, soy un siervo del Señor al que se le propone llevar a Cristo al mundo. Giussani ha cambiado la forma tradicional de rezar el Ángelus, diciendo sólo un Ave María y añadiendo al final la jaculatoria Veni Sancte Spiritus, Veni per Mariam.
Giussani dice que el Ángelus y la frase Veni Sancte Spiritus, Veni per Mariam son la síntesis de todo lo que el año litúrgico nos dice, la síntesis de la memoria cristiana. Porque todo viene del Espíritu Santo. Es Él que da la posibilidad de reconocer la bondad de la vida y de ser incluso fervientemente conmovidos por la vocación, por esa gracia de Dios, que es la vocación. A través del Espíritu cada persona entra en un gran designio, tal como el Padre lo ha concebido. En este tiempo de Navidad os invito a rezar el Ángelus en comunidad antes de las comidas, como una manera de reflexionar sobre la Encarnación de Cristo en nuestra vida y en la de María, que ha estado disponible para ser la portadora del Niño Jesús en medio de nosotros».
Con esta carta, el padre Mark me envió el siguiente comentario personal: «Quiero darte las gracias de nuevo por todo lo que has hecho por mí durante mi estancia en Rochester. La semana pasada tuve una cena con seis matrimonios y otro cura y al final decidimos encontrarnos el tercer sábado de cada mes para cenar y comentar un libro. Les hablé acerca de la semana que pasé en Rochester y decidimos leer Los orígenes de la pretensión cristiana. Quizá sea ésta una muestra de lo que vendrá».
Ahora debemos trasladarnos al este del río, a Hurón, en Dakota del sur, en la diócesis de Sioux Falls. El padre Jim Zimmer forma parte de nuestro grupo del Studium Christi. Una vez al mes se pasa cinco horas en el coche para acudir el encuentro que tenemos el domingo por la tarde, y vuelve a su parroquia al día siguiente. El verano pasado quedó entusiasmado por la experiencia del Meeting de Rímini, en donde él y otros sacerdotes del Studim Christi me repetían: «Pero, en EEUU ¿cuándo hemos dejado de pensar? ¿Cuándo hemos dejado de hacer preguntas?». La experiencia de Rímini fue para ellos muy grata por el sano estímulo para explorar todas las posibilidades que ofrece esta experiencia. El padre Jim vino también con nosotros a La Thuile, siguiendo la exploración, la lectura, y dejando nutrir su corazón con el carisma.
A la vuelta me comentó su deseo de empezar una Escuela de comunidad. Ha invitado a 6 u 8 amigos y se han reunido un par de veces. Está contentísimo y al mismo tiempo se da cuenta de que hace falta tiempo. Pero estas personas se reúnen ya en una compañía que establece una conversación más profunda y una nueva forma de mirar la vida a través de los ojos de don Giussani.