En el ojo del ciclón
Los cristianos huyen de Tierra Santa por el clima de tensión y violencia, pero sobre todo por el crecimiento del fundamentalismo, tanto islámico como judío. Como ha dicho el Papa recientemente: «Los cristianos parecen aplastados por el peso de dos extremismos diferentes que están desfigurando el rostro de Tierra Santa»
CAMILLE EID
Los cristianos «parecen aplastados por el peso de dos extremismos diferentes que, independientemente de las razones que los alimentan, están desfigurando el rostro de Tierra Santa». Este es el cuadro resumido de forma muy elocuente por el Papa en la cumbre convocada por él el pasado diciembre sobre El futuro de los cristianos en Tierra Santa, en la que participaron los obispos locales y también representantes del episcopado internacional. Numerosos acontecimientos recientes prueban lo que afirma Juan Pablo II.
Aunque la emigración de los cristianos (no más del 3% de la población israelita y palestina, concentrados principalmente en las zonas de Nazaret, Jerusalén y Belén) está tradicionalmente ligada al estado de tensión y de violencia que dura ya más de medio siglo, muchos achacan la reciente rebelión al crecimiento del fundamentalismo. Al islámico, según los israelitas y al judío según los palestinos.
El veto
El veto impuesto por el primer ministro Ariel Sharon a Yasser Arafat (el único líder árabe musulmán que desea presenciar todos los años una misa) de asistir a la celebración natalicia en la basílica de la Natividad de Belén - así como, algunos días después, le fue vedado participar en la celebración ortodoxa - ha brindado a las dos partes la ocasión de intercambiar nuevamente acusaciones. El historiador de la universidad judía de Jerusalén, Rafi Yisraeli, se sorprende del hecho de que muchos cristianos consideren como defensor suyo a Arafat. En Belén, dice, hasta hace cincuenta años estos eran el 80% de la población y los musulmanes el 20%; hoy la situación es exactamente la contraria. Por eso se pregunta: «Si los cristianos están verdaderamente protegidos por Arafat, ¿por qué se han ido?». Para Yisrael no hay duda: «El fenómeno hay que atribuirlo al renacimiento de un Islam que quiere ocupar toda Palestina y expulsar a los cristianos de los lugares santos. Y en este escenario se presenta Arafat como el gran protector. Pero en realidad él no es nada».
A estas acusaciones contesta Bishara Daoud, uno de los dos diputados cristianos de Belén del parlamento del ANP que ha ideado el escaño vacío reservado a Arafat con la keffiah plegada. «El haber impedido a nuestro presidente participar en una celebración religiosa, dice, ha infringido las reglas del libre acceso a los lugares santos respetadas desde los tiempos de los otomanos». «Esta violación no es, en cualquier caso, nueva: desde 1993 Israel prohibe a los palestinos cristianos acceder al Santo Sepulcro, así como prohibe a los musulmanes ir a al-Aqsa. Siendo yo miembro del consejo de la comunidad greco ortodoxa, los soldados me impidieron ir a Jerusalén para participar en la toma de posesión de nuestro nuevo patriarca. Estás en territorio israelí, me dijeron, antes de conducirme a una comisaría de policía para un largo interrogatorio».
Los motivos de la fuga
Preguntamos a Daoud por el crecimiento del fenómeno integrista y la consecuente fuga de los cristianos. «El motivo de la fuerte emigración de los cristianos - responde - hay que buscarlo en otra parte. Dos tercios de los terrenos de las localidades cristianas cercanas a Belén, como Beit Sahour y Beit Jala, han sido confiscados para construir colonias. Hoy, en el camino a Ramala, hay que dar un rodeo para evitar atravesar uno de los veintinueve asentamientos judíos que rodean Belén. Los cristianos, por tanto, emigran porque ven bloqueadas, debido a esta situación de asedio y a la escalada de violencia, sus actividades basadas principalmente en el turismo y la artesanía. En sus bombardeos, los israelitas no distinguen, en efecto, entre cristianos y musulmanes, tanto es así que cuatro de los treinta y dos muertos en la región son cristianos. Cada palestino para ellos es una buena diana, porque Sharon no quiere sólo destruir el ANP, sino que quiere destruir también nuestra ambición de un Estado independiente».
Más imparcial es el comentario del padre Vicent Malham, rector de la Universidad de Belén que deplora el hecho de que las instituciones cristianas de la ciudad hayan acabado bajo el fuego cruzado. «Los ataques siguen creando infinidad de daños físicos y psicológicos a la ciudad donde nació Jesús y, además de nuestra Universidad, sobre la que ondea la bandera vaticana, numerosos edificios como el hospital de la Sagrada Familia y la iglesia de Santa Catalina han sido alcanzados». Por su parte, sor Marie-Abel, de la escuela católica de Gaza, afirma que el origen de la emigración hay que buscarlo en el bloqueo de las negociaciones y en la difícil situación económica. Un problema que afecta por igual a cristianos y musulmanes. «No se puede tolerar que exista un lugar en el que la injusticia reina soberana - dice -. El aislamiento económico, la destrucción de las casas y la desaparición de los árboles matan la esperanza. Muchos jóvenes de Gaza creen que la única solución es emigrar. Por primera vez en cincuenta años sus padres les animan a construirse un futuro mejor en otra parte, especialmente los que tienen medios económicos y capacidad profesional. Pero, paradójicamente, Palestina tiene necesidad precisamente de estas personas para renacer».
Bajo las cenizas
Pero, sea política o religiosa, la emigración es solamente uno de los aspectos de una tensión que en Tierra Santa está recayendo sobre todo en los cristianos. La paliza propinada a unos adolescentes católicos de Jaffa durante una excursión escolar en el Néguev por sus coetáneos judíos o bien la quema de una copia del Evangelio en una escuela judía, aunque han sido condenadas por las autoridades judías, dan prueba de un fuego que se alimenta bajo las cenizas. No menos preocupante es la determinación de los radicales musulmanes de Nazaret de construir una mezquita a los pies de la basílica de la Anunciación. En Navidad los organizadores del tradicional desfile navideño de los scout cristianos relataron que habían tenido miedo de que la manifestación pudiera ser disturbada por los jóvenes musulmanes. Se trata de una radicalización alimentada también desde fuera de la frontera. Al final de un congreso desarrollado recientemente en Beirut, doscientos ulema llegados de treinta y cinco países afirmaban «en nombre de todos los pueblos, ritos y países de la nación islámica» que «toda Palestina, desde el río al mar y desde el norte al sur, con todas las ciudades y pueblos es tierra árabe-islámica» y que «la Jerusalén histórica es una ciudad árabe-islámica y es por tanto tarea de todos los musulmanes comprometerse para liberarla y defenderla de los judíos».