¿De dónde nace un pueblo?
Publicamos la síntesis del juicio sobre los retos que plantea la crisis, difundido por Comunión y Liberación en todo el país.
La nación Argentina está al borde del abismo de su disgregación humana. Resulta difícil comprender la concurrencia de grandes dones recibidos y la creciente incapacidad de hacerlos fructificar en la continuidad de un camino común. La extensa clase media laboriosa, rural y urbana, que le dio al País un cariz social dinámico y armónico, ya no se reconoce heredera de una grandeza humana, ni se siente capaz de comunicar a los jóvenes (que emigran del país) las razones de una esperanza real, que incluya la continuidad histórica de su nación como espacio de realización para el hombre. El laicismo del aparato educativo desertificó el sustento racional y afectivo de la memoria histórica del pueblo.
La sociedad ha respondido a la incertidumbre, al aislamiento y al desatino político con la parálisis deliberada o forzada, con la desconfianza en las instituciones representativas de los poderes del Estado, con la deslealtad y la prepotencia en las relaciones de intercambio y con la rebelión. La carencia de puntos de referencia objetivos con los que se compare la conciencia de la gente, se expresa en confusas expectativas.
El nuevo gobierno ha tenido la valentía de decir con humildad la austera verdad, sin desviarse en inculpaciones y congregando a personalidades y sectores representativos para restablecer la autoridad política. Asoma una frágil convergencia en un ordenamiento que reabra la dinámica básica del empleo, del consumo, de la producción y de la pacificación social.
La razón de nuestra esperanza se sustenta en la experiencia de una novedad de vida en el presente, gratuitamente recibida. Para los cristianos, en un tiempo en que los hombres han olvidado a todos los dioses salvo la Usura, la Lujuria y el Poder, estos dioses valen menos que la tensión hacia el ideal encontrado aquí, en este mundo. Por eso vivimos sin escándalo, no sólo la fragilidad de los demás, sino también nuestros propios errores y el inconveniente especialmente doloroso de la incoherencia, dentro de un continuo reinicio tras el horizonte ideal. Puesto que el Ideal se ha hecho carne y compañía presente para el hombre, vale la pena concebir la vida como lucha por el bien y resulta fácil juntarse para apoyarse mutuamente. Como consecuencia, es inevitable tender a responder a las propias necesidades y deseos, imaginando y creando estructuras capilares y operativas, que inmediatamente se tornen posibilidades reales también para los demás.
Nuestra propuesta
Afirmar en los hechos la dignidad de la persona como capacidad de iniciativa, solidaridad, riesgo y constructividad. Todo cambio real pasa por la solidez de la persona. Sin su protagonismo no existen sujetos reales para cambio social alguno.
Defender la libertad de educación en su valor y en su acceso públicos, que no debe ser identificado con un proyecto de educación estatista, políticamente manipulada. La convivencia de diversas formas de gestión educativa en todos los niveles, debe sustentarse en un único criterio: el derecho y el deber de educar corresponde a la familia y a la comunidad cultural con la que ella se identifica; la libertad y competencia de los educadores es para colaborar con ese derecho humano fundamental y no para conculcarlo; el estado apoya esa responsabilidad de la sociedad civil, devolviéndole así parte de los recursos que ella le tributa.
Favorecer una cultura de la responsabilidad mediante una política que dé espacio a la libre creatividad social. El nacimiento de un pueblo expresa su principio de unidad, ante todo, poniendo en práctica la subsidiariedad. Promover esta subsidiariedad, como mentalidad asociativa libre y ágil, sirve para afrontar juntos la necesidad de empleo y profesionalización, potenciar en común el propio trabajo, abrir perspectivas y desarrollar las empresas. Subsidiariedad es favorecer respuestas concretas a los problemas cotidianos, sin sustituir a la gente y sin cultivar la pretensión de que toda solución provenga de instituciones alejadas de la realidad inmediata.
Fortalecer una cultura del trabajo apoyando a las incipientes iniciativas que arriesgan en perfeccionarse, para difundir y desarrollar en calidad, diversidad y magnitud sus posibilidades productivas; relanzar la laboriosidad de su gente, sin esperar que las soluciones se produzcan mecánicamente o salgan sólo de las cúpulas del poder; generar nuevas vías capilares de intercambio cultural, educativo, tecnológico y comercial, para comunicar la calidad de su productividad y su expresividad humana.
Comunión y Liberación Argentina
Enero de 2002