ViDa dE Cl
Libertad y responsabilidad
Apuntes de las intervenciones en una Asamblea de responsables de CL sobre «De mi vida a la vuestra», la intervención de don Giussani en la Jornada de apertura de los universitarios (publicada en Huellas n 10-2001). Milán, 4 de diciembre de 2001
Massimo Camisasca:
Dos cosas me han llamado la atención en este texto: la primera, qué representa don Giussani para cada uno de nosotros y la segunda, cuál es, por tanto, la relación que nace entre nosotros. Mi nexo con él es una historia que se me confía para que a mi vez yo pueda convertirme en ocasión de encuentro para las demás personas: una historia de libertad.
Es un reclamo a la responsabilidad, con el fin de que mi relación con vosotros tenga esta raíz, esta profundidad y belleza, es decir, sepa atravesar temperamentos, sensibilidades, historias, vicisitudes, incluso diferencias, para captar lo que constituye el elemento de unidad dinámica de nuestra vida, que es su persona y su experiencia presente entre nosotros.
Alberto Bonfanti:
Don Gius al hablar de su relación con las personas, dice que ha apostado siempre, durante cincuenta años, por su pura libertad. A menudo, en cambio, en la relación con otra persona tiendo a aplicar un discurso, incluso ortodoxo, y es que de alguna forma temo a la libertad. Porque instar a la libertad del otro no quiere decir quitárselo de encima y decirle: «Arréglatelas como puedas», sino hacer todo lo que está en mis manos para que la libertad se vea provocada y acompañada, del mismo modo que don Giussani ha hecho con cada uno de nosotros. ¡Qué capacidad de dejarse provocar, qué implicación y donación, qué capacidad de entregarse al otro implica esta posición!
Giorgio Vittadini:
Si pienso en mí mismo en estos años, me viene a la cabeza la imagen de una manzana. Soy como una manzana que tiene una piel recubriéndola y tiene pulpa...
¿Qué han hecho todos desde mi juventud? Han tratado de pelarme, pensando que así iban a mejorarme... incurriendo en dos errores: el primero, que no lo lograban; el segundo, que uno que tira la piel tira también algo de pulpa, porque en un hombre la pulpa y la piel están tan unidas que no las puedes separar. Nuestra historia, en cambio, me ha tomado por entero, no ha tratado de pelarme: me ha acogido de forma extraña, por completo, tratando de que mi realidad entera alcanzase su positividad. Es muy distinto tratar de corregir un error que fascinar a alguien para que el yo siga su curso. Todo esto nos enseña que el que más arriesga es la autoridad, que ha arriesgado y ha tomado sobre sí mis errores: ya contaba con ellos... Abrazar a una persona no después de que se haya corregido, sino de antemano, supone un riesgo total, supone una aventura como en toda relación humana que se precie. Esto no implica una falta de corrección, sino otro modo de corregir. ¿Por qué alguien puede actuar así sin ser irracional? Desde mi juventud don Giussani no me hizo discursos abstractos, solamente me dijo: «Estoy seguro de que hemos sido aferrados juntos: Giorgio, estamos juntos, hemos sido aferrados juntos». El nombre, que él pronunciaba, es la certeza dada a mi incertidumbre. Me decía: tú eres como una tarta: la superficie parece tranquila; en medio hay un gran caos; debajo (el debajo es el ser llamados con Su nombre) está la parte positiva: no te preocupes porque, con el tiempo, la parte de abajo saldrá y lo abrazará todo. Esta certeza me ha permitido vivir sin quedarme parado, afrontando la realidad, y los demás ven en esto la señal de que tengo una certeza - incluso en las situaciones más negras - que no es nuestra. La gente nos conoce en cualquier parte del mundo y ve una solidez que no viene del temperamento, seguro o tranquilo, sino que viene de Otro que está entre nosotros. Si pienso en la presencia de Cristo, lo siento como alguien que me ha aferrado y que me está esperando.
Emilia Smurro:
Estamos en relación con una persona que nos ha enseñado y nos enseña que la vida, con sus implicaciones concretas, guarda relación con toda la realidad.
Me ha impresionado la experiencia de la reciente Colecta del Banco de Alimentos: nos hemos adherido juntos a una invitación, a un gesto, para hacer más profundo este nexo que nos liga a la experiencia de don Giussani, a la historia del movimiento, como a algo que comienza a ser patrimonio de nuestra vida personal.
Luigi Negri:
El movimiento vive en quien lo hizo nacer como testimonio y se comunica como testimonio, que debe ser acogido: si es acogido, somos acogidos como protagonistas de ese mismo testimonio; el testimonio se hace nuestro y desde nosotros pasa a los demás. Hay que pedir que el Señor nos mande testigos. No se trata de llevar a cabo un proyecto. El testimonio, cuando se produce, se debe reconocer e incrementar. Por ello la responsabilidad se ejerce en un afecto hacia el testimonio y en un cuidado del testimonio.
Giancarlo Cesana:
Lo que se espera normalmente de una persona muy autorizada que habla a los jóvenes es que les dé consejos o que indique el camino para la vida, y esto Giussani lo cumple, porque no se oculta a sí mismo ni a nosotros que está en juego una herencia. Pero dice una cosa: más importante que todo esto es el nexo con la realidad que nos mantiene juntos. Y aquello que hay en común entre él y nosotros es que la relación con la realidad es mediada por la fascinación, es decir, por la necesidad de ser satisfechos. Lo cual es como decir: chavales, vosotros sois jóvenes y deseáis; yo deseo como vosotros, con vuestra misma intensidad, y ante el deseo no hay ninguna definición que se mantenga, sólo se mantiene aquello que lo satisface.
Me impresiona lo que veo en él y que me ha comunicado: este coraje, de alguna forma, de retar a Dios para que cumpla nuestro deseo. Estoy muy de acuerdo con la intervención anterior: la tensión que hay dentro del deseo del hombre es lo que dirige al hombre hacia Dios, en medio de todos los pecados, las faltas, los límites... Si no tuviésemos presente nuestra fragilidad, seríamos cínicos, tendríamos un cinismo de vagabundos. Si hiciéramos defensa de esta fragilidad para calcular con respecto a nuestra vida, seríamos cínicos. No hay que tener miedo del deseo del hombre: este es el discurso más anticlerical que pueda haber.
Finalmente me impresiona cuando dice: «Os ruego que seáis precisos en vuestro razonar, que acotéis la intensidad de vuestros miedos, y que miréis a la cara esta visión», es decir, la de la poesía Su Monte Mario, cuando un hombre y una mujer se abrazan ante el último ocaso de la Tierra que está a punto de acabar. Y sigue: extraed un punto de arranque para fundamentar vuestra esperanza; obrad de forma que esta nada que se os pone delante sea el punto de partida para vuestra fidelidad a Dios. ¡Es algo grande! Por lo cual «la petición es la avanzadilla del hombre que va a la batalla».
Don Ciccio:
La conexión histórica entre nosotros y don Giussani se genera por una mirada de pasión y de simpatía hacia nuestra humanidad. Por esta mirada cada uno de nosotros ha empezado a mirar con simpatía su propia vida. Hace falta tener cinismo para no custodiar la inevitable humanidad propia que su mirada ha generado en nosotros. Y así como las relaciones están mediadas por una capacidad de fascinación, y por tanto, por una fuerte exigencia de ser satisfechos, creo que en la insatisfacción está el principio que introduce una distancia en nuestras relaciones.
Paolo Nanni:
A veces se dan situaciones dentro del movimiento que advertimos como un poco extravagantes o distintas, y entonces nuestra preocupación es que todo recobre su orden. Me parece, en cambio, que apostar por la libertad depende de establecer una relación que cargue con el riesgo que toda relación personal supone. De esta forma, esas circunstancias, en vez de ser un pretexto para poner en orden las cosas, son ocasiones para nuestra conversión.
Luigi Amicone:
Lo que me ha impresionado de nuevo es esta oleada de potencia afectiva y esa inteligencia para explicar, capaz de entrar dentro de la realidad humana. Es una gran experiencia estética, que dura desde los tiempos de los antepasados, porque es el testimonio de la verdad que se repite en el presente. Jesús, el Señor en mi experiencia, en nuestra experiencia, no es una especie de hermosa catarata. Jesús no es un velo a través del cual vemos la vida con mayor benevolencia. Los católicos, los cristianos a veces parecen un poco así, ¿no? En cambio, se trata de una adhesión de la mirada a la realidad, porque el Señor es el ojo de la existencia.
Dima:
Escuchar estas palabras, este «De mi vida a la vuestra», me ha hecho redescubrir la gratitud como un punto de partida, como el pie con el que empieza la jornada, es decir, como una posición, un modo de juzgar, por ejemplo, las relaciones entre nosotros. Es evidente cuando no existe esta gratitud como punto de partida en la acción.
Se comprende que la palabra herencia se utiliza con un significado presente, con una carga de presente porque se trata de algo que existe y que sucede. Somos relación con un acontecimiento vivo e hijos de un padre.
Esta intervención me ha parecido una documentación extraordinaria de la capacidad de captar cómo vive el hombre ahora: llevado, empujado, tomado por el nihilismo que describe la poesía de Carducci.
Don Pino:
El primer aspecto que me impresiona es esta tenacidad en partir del presente, de lo que está sucediendo.
La realidad no está hecha sólo de lo que sucede, porque lo que sucede despierta la fascinación fortísima por ser felices. La enorme exigencia de satisfacción, de ser felices, es exactamente la misma de aquellos hombres que, hacinados en la colina, no oían todas las palabras de Cristo, pero eran sacudidos por este grito: «Bienaventurados... Bienaventurados...». Hay una fuerza de realismo que, de inmediato, es una fuerza de esperanza, porque la realidad no es sólo la confusión: entre todos los factores de la realidad hay una mirada que nos hace renacer, que me hace sentir grande, no porque lo sea por mí mismo, sino por ese factor que hay en mí que es exigencia de satisfacción.
El otro aspecto que ha emergido hoy, y que me permito solamente apuntar, es la cuestión de la libertad, algo tan vertiginoso. He encontrado una observación de Péguy que dice: «La tragedia del cristianismo es que tiene miedo de la precariedad, que es la condición más profunda del hombre». La precariedad, es decir, la evidencia de que es necesario siempre empezar de nuevo, no sólo con los chicos, sino con nosotros mismos, conmigo, yo conmigo mismo y entre nosotros. El nexo no lo establecemos nosotros, el nexo lo hace Él.
Aquí surge la otra palabra que me parece que hay que retomar: riesgo. Existe un riesgo enorme en este jugarse cada minuto. Lo que me ha impresionado es que Giussani no dice en primer lugar: «Evitad el mal, evitad el pecado, evitad equivocaros», sino: «Evitad sólo esto: el cinismo de vagabundos». El cinismo es la ausencia de libertad, es la negación del vínculo; «de vagabundo», porque el vagabundo no tiene una casa, no tiene un lugar que defender, no tiene un lugar del que viene y un lugar al que volver siempre, dentro de la vida, dentro de la realidad.
¿Por qué se puede arriesgar así? ¿Por qué se puede apostar todo por la libertad? Por esta fuerza que sigue generando en nuestra vida, generando mi vida y los nexos entre nosotros. Lo indica la palabra herencia, por la cual estar agradecidos, conscientes de la carga de presente que tiene en la vida de cada uno de nosotros el nexo con aquel que nos origina.
Es verdaderamente una súplica a Dios: «Por Tu nombre se nos llama: no nos abandones, Señor, Dios nuestro». Lo que nos salva no es una estructura ni unas definiciones. Es tener la conciencia del deseo que somos, vivir nuestra libertad y su petición de ser satisfecha dentro de una herencia que llena el presente. Con el deseo de una conversión para albergar con gratitud toda relación que genera en nuestra vida el nexo con el que es padre para nosotros.