Cl En el mundo
Una amistad extraordinaria
La comunidad de Viena se reunió en noviembre con el arzobispo de la ciudad, Christoph Schönborn. Tras una proyección de diapositivas y la audición de la Incompleta de Schubert, algunos testimonios. El cardenal intervino recordando las etapas de una amistad que nació durante una cena con algunos estudiantes y...
CHRISTOPH SCHÖNBORN
Partiendo de algunas frases tomadas de vuestros testimonios, trataré de encontrar un hilo conductor que las unifique. Además, deseo hablaros de mi experiencia personal al respecto.
Mi primer encuentro con Comunión y Liberación ocurrió durante una cena y - como veréis - este elemento será muy importante.
Acudí a una cena a la que me invitaron un grupo de estudiantes de Friburgo, que vivían en un chalet cerca de la Universidad. Lo único que sabía de ellos era que eran chicos simpáticos. En esa época, yo trabajaba como profesor en la Universidad de Friburgo y estaba agobiado por un sinfín de problemas, hasta corría el riesgo de ser relevado de mi cargo.
En aquella casa encontré un ambiente muy acogedor y agradable, por decirlo de alguna manera, el ambiente era muy italiano. Además, con los estudiantes vivía un colega mío, Eugenio Corecco, profesor de Derecho Canónico. Me sorprendió gratamente el hecho de que un profesor universitario y sacerdote viviera con un nutrido grupo de estudiantes, compartiendo con ellos momentos de intensa comunión, algo que noté, sobre todo, durante la cena.
Ya había oído hablar de don Giussani y había leído sus libros, traducidos al alemán por Hans Urs von Balthasar. Utilizaba un lenguaje tan particular que no siempre había conseguido entenderlo del todo, algo que a veces me sigue sucediendo.
Pero observando la vida de estos estudiantes, percibí que ahí había algo especial. Lo primero que noté fue una cierta clase de amistad, que considero uno de los hilos conductores también en mi vida.
No provengo de una familia muy creyente, en casa nunca se hablaba de religión. A través de la amistad con un padre dominico entré en contacto con esta orden. Los dominicos se convirtieron en mi segunda casa, de la que a menudo tengo nostalgia, ahora que vivo en la sede episcopal, cuando pienso en el convento.
La experiencia de la amistad con cada monje junto con el clima general que se respiraba en la comunidad eran muy intensos. Después del Concilio, hubo una crisis profunda que produjo consecuencias graves para la Iglesia.
En esas circunstancias entré en contacto con los llamados movimientos. Éstos aportaron a la Iglesia una nueva autenticidad, un renovado descubrimiento y una profundización en el significado de la amistad que yo había experimentado en la orden.
Gracias también al encuentro con CL alcancé la conciencia de que esta amistad tenía un rostro, que existía un amigo insustituible y que este amigo era Jesús.
Se comprueba entonces precisamente lo que veíamos increíble: el Señor asume un rostro, el rostro y el corazón de un ser humano, que habla, que realiza gestos humanos, que parte el pan y el día de Pascua se dirige a María Magdalena llamándola por su nombre: «¡María!» y María le reconoce por su voz.
Sus gestos, sus palabras, su voz y su rostro. Con el tiempo, esto se convertirá para mí en uno de los temas teológicos centrales.
Hice mi examen de capacitación pedagógica sobre el icono de Cristo, tratando de responder a la pregunta: «¿Se puede representar el rostro de Cristo?». La edición americana de mi libro se titula The human face of God, Dios tiene un rostro humano; en él está la increíble realización de una amistad concreta, que sólo puede traslucirse en la amistad que nace en Su nombre.
Cuando muchos años después, en 1991, fui nombrado por el Papa Arzobispo de Viena, tuve que hacer largos trayectos en autobús a través de Roma. Estaba inquieto por lo que me iba a suceder: iba a ser creado obispo. Vivía en el convento de las Hermanas dominicas, a las afueras de Roma, en la calle Cassia. Todos los días tenía que viajar durante más de una hora, y en esos largos recorridos siempre me venía a la cabeza la misma frase: «Vos autem dixi amicos» (Jn, 15). Durante la última cena, Jesús se despidió de los apóstoles antes de la pasión pronunciando estas palabras: «No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer». Esta es la cuestión decisiva: «Os he llamado amigos».
Creo que la amistad es el elemento preponderante en CL; de hecho, han nacido muchas amistades duraderas a lo largo de los años, como la de Eugenio Corecco, que murió de un cáncer en 1995. Fue un verdadero amigo, primero como colega en la Universidad de Friburgo, después como obispo de Lugano. O la amistad con Libero Gerosa, que dura ya años. O con Angelo Scola y Michael Waldstein, que surgió en Roma, y se ha consolidado con los años y es para mí un gran don.
Si quisiera definir el cristianismo, lo llamaría amistad, una amistad de una calidad especial. Madeleine Delbrêl fue una gran personalidad francesa que vivió en una ciudad marxista a las afueras de París. Cristiana muy activa en lo social, nos dejó unos escritos espléndidos: «Lenin realizó la revolución rusa construyendo sistemáticamente una red de amistades y un día atrajo hacia sí esta red, desencadenando la revolución». Pero se trataba de amistades construidas sobre el odio, de relaciones arraigadas en el odio: una conspiración del odio, por llamarlo de alguna manera. Para Madeleine Delbrêl el cristianismo es como la red de pescar de Pedro. Los miles de nudos de la amistad tienen una calidad diferente respecto a la red tejida por Lenin.
También CL es una revolución, pero de naturaleza bien distinta. No es casualidad que el Movimiento resurgiera a raíz de la revolución del 68. De alguna manera, representaba un modelo opuesto, no antirrevolucionario, sino verdaderamente revolucionario porque proponía una revolución de la amistad.
Me gustaría profundizar ahora en la primera de las cuatro expresiones que he apuntado durante vuestros testimonios: «fiarse de la realidad». Creo que la amistad cristiana, la amistad con Jesús, es fascinante por su concreción, porque es algo real y no una ideología.
Cuando era estudiante conocí la tentación de la ideología. Durante un tiempo me sentí atraído por la ideología marxista, después por la ideología conservadora y la reaccionaria, que no acepta la realidad y vive en una especie de realidad aparente.
Esto se puede comprender partiendo del presupuesto de que en cada uno de nosotros reina una gran inquietud: la obtusa inquietud de quien no acepta las preguntas que la realidad nos plantea y que conduce fácilmente a la desesperación o a la ideología. El carácter único del cristianismo es que conduce a una realidad, las cosas adquieren un sabor nuevo, tienen finalmente el sabor y el olor que les corresponde. La belleza reside precisamente allí donde crece la amistad de Jesús.
Otro concepto que me ha hecho reflexionar y del que estoy firmemente convencido es el compromiso. Hoy en día se oye hablar a menudo de ello, los norteamericanos lo llaman commitment. Creo que una comunidad cristiana tiene una expresión inconfundible en el modo de celebrar sus fiestas. Me llama la atención el entusiasmo con el que se recibe la propuesta de hacer y de organizar algo, ya se trate de una fiesta, una excursión o un periódico; para mí el Movimiento es un campeón en la publicación de periódicos. Raramente se encuentran revistas tan cuidadas como Huellas o 30Días.
El signo de un mundo sin fe es la banalización, pero gracias a la fuerza de la fe, las cosas escapan de la banalidad.
La consecuencia de este compromiso es también una continua búsqueda de mejorar, de ir más allá de nuestros límites: entonces todo se hace más apasionante.
Y todo esto desemboca en el concepto de misión. El concepto esencial se encuentra en los Hechos de los Apóstoles.
Pablo llegó a Corinto después de haber vivido en Atenas un hecho bastante desagradable. Había intentado demostrar su capacidad citando a muchos poetas y filósofos, pronunciando en el Areópago un discurso cuidadosamente preparado. Pero todo salió torcido. Al llegar a Corinto, típica ciudad portuaria poco refinada, nada más empezar su misión, se le apareció Jesús en sueños y le dijo: «No temas, yo estoy contigo, habla y basta, no calles, no te ocurrirá nada, porque en esta ciudad hay un gran pueblo que me pertenece».
Con estas palabras lanzo un mensaje para Viena: «No temas, habla y basta, yo estoy contigo, no te ocurrirá nada, porque en esta ciudad hay un gran pueblo que me pertenece». Él ya sabe qué hombres le pertenecen y quiénes deberán encontrarle. Nosotros tenemos la tarea de contribuir a realizar lo que Cristo nos tiene preparado.
El encuentro con el cardenal
A CARGO dE DANIELE FEDERICI
«Quisiéramos contarle a través de imágenes, cantos y testimonios lo que sucedió y sigue sucediendo en estos años de presencia del Movimiento en Viena y que va creando una historia». Con estas palabras, José Clavería (al que todos llamamos Pepe) abrió el encuentro de la comunidad de CL de Viena con el cardenal Christoph Schönborn, en la bellísima Festsaal, situada en la curia arzobispal, junto a la catedral de San Esteban, el 16 de noviembre.
El acto empezó con la proyección de una serie de diapositivas - acompañadas por la Incompleta de Schubert - que recorrían la historia del Movimiento en Viena y describían su vida actual: la Escuela de comunidad, la presencia en la universidad, la caritativa. Atestiguando una paternidad continua y siempre presente, la primera imagen era una foto que retrataba al cardenal Schönborn con la primera generación de estudiantes del Movimiento que formaron parte del programa Erasmus en Viena, a la salida de una misa en 1996.
Después del rezo de Vísperas que el cardenal presidió, siguieron cinco testimonios y cantos procedentes de diferentes tradiciones: el primero fue Von Guten Mächten, fragmento de una poesía del teólogo evangélico Bonhoeffer, escrita durante su reclusión en la noche de fin de año de 1944.
Carlos Magariños, director general de UNIDO (organización de las Naciones Unidas), fue el primero en contar su experiencia. El encuentro con el cristianismo a través de la amistad con José Clavería le brindó la oportunidad de mirar de manera diferente a su trabajo, no como una lucha estéril e inútil contra la pobreza, sino como la «participación en la obra de Otro».
Michael Valdstein, presidente del Instituto Internacional de Ciencias Teológicas de Gaming, observó cómo «la amistad propia del Movimiento se funda en una objetividad más fuerte que cualquier sentimiento o parecer», y repasando su propia historia, que le llevó de la Universidad de Notre Dame, en EEUU, a Austria para fundar el Instituto de Gaming, destacó el papel fundamental que el consejo y las sugerencias de los amigos han desempeñado en la abertura continua de nuevos horizontes.
A continuación intervinieron tres jóvenes universitarios. En primer lugar, intervino Thomas Weishäupl, que acaba de empezar un doctorado en Ingeniería informática de gestión. Para él conocer el Movimiento fue descubrir que el cristianismo es una experiencia real y no sólo una tradición heredada de los padres. Después, Lisa Farmer, estudiante de Economía Internacional, actualmente en Milán durante seis meses con el proyecto Erasmus, resaltó que los amigos del CL «han sido y siguen siendo una compañía en el camino de la vida que te ayuda y sostiene a pesar de tus defectos y limitaciones».
Para terminar, Magdalena Scheiner, actualmente en Frankfurt haciendo el doctorado en Lenguas, describió su descubrimiento continuo de qué significa la radicalidad de Cristo para su vida. «Cristo es radical porque irrumpe en todas las facetas de lo real, en las pasiones y en los intereses: cine, libros, teatro». «Esta aventura que comenzó cuando , durante una velada de cantos conocí a los sacerdotes de la Fraternidad de San Carlos de Dornbach, está implicando a nuevos amigos que he conocido en Frankfurt». Al final de los testimonios, Florian Swaghen, estudiante de Ingeniería y moderador del encuentro, pasó la palabra al cardenal.