Cartas
Ocurre en Santa
Fe
Una inundación arrasó gran parte de nuestra ciudad. El primer día
el P. Miguel nos pidió que ayudásemos en el puerto. Al llegar encontramos
en un galpón a más de 600 personas en el suelo, con la ropa mojada,
la mayoría descalza y sin abrigo. Muchos estudiantes querían ayudar,
en medio del caos total; no había baños, ni comida. Empezamos a
organizarnos y los chicos iban en grupo indagando las necesidades de las familias.
Llegaba gente desesperada para saber si allí estaba alguno de sus familiares,
porque a la noche sacaron de las casas primero a los niños y las mujeres
y después a los varones, y los llevaron a lugares distintos. A la tarde
distribuyeron esas familias en distintas escuelas y allí todo empezó a
ser distinto: se notaba la presencia de una comunidad educativa. Esos días
intentamos ayudarlos a encontrar a sus familiares y visitamos las escuelas donde
estaban. Pasada una semana, fuimos a dos de esas escuelas con Mariel e Imelda,
dos amigas psicólogas que vinieron de Paraná para ayudarnos. La
directora de la primera escuela estaba exhausta y nos pedía ayuda para
ella en primer lugar. Nos presentó a un matrimonio mayor; ellos nos relataron
su odisea de diez horas esperando sobre el tejado de su casa que alguien los
evacuase hasta que el agua les llegó al cuello. Lloviznaba y veían
a la luz de la luna pasar animales muertos, víboras, alacranes, un remolino
de agua lleno de cosas que azotaba las casas. Por la madrugada, de casualidad,
un bote los vio y los recogió. La nieta los invitaba a quedarse en su
casa, pero ellos no querían para «no molestar al matrimonio joven».
Intentamos convencerlos de que fueran, porque estarían mejor atendidos.
Mientras charlábamos con ellos, una señora de la parroquia de ese
barrio rezaba el rosario a una imagen de la Virgen junto con varias familias,
y al finalizar les dijo que Dios había permitido que esto pasase para
que pudieran conocerse gente de barrios tan lejanos, que de otra forma ella nunca
hubiera conocido ni hubiese nacido esa amistad con ellos. Allí empecé a
entender lo que les dijo el obispo a los sacerdotes: que «en Santa Fe está ocurriendo
un acontecimiento». El director del otro colegio nos contó que se
están sucediendo escenas difíciles entre los 300 evacuados que
albergan: el aumento de la violencia de los padres hacia sus hijos, el hacinamiento
con sus consecuencias. Dijo que vivía situaciones para las que no estaba
preparado, como que uno de los padres alojados allí fue a ver cómo
quedó su casa y le llamó por teléfono porque encontró a
su esposa muerta en su casa. Luego fuimos con Imelda a la Escuela de comunidad.
Releímos el texto de Moisés o El Columbia. Chiara decía
que uno se empieza a mover por una amistad. Rosana dijo que la caridad es una
ayuda para uno en primer lugar, y la verdad es que empiezo a descubrir que estos
días me están ayudando a crecer al compartir este sufrimiento con
ellos. Luego fuimos a la diaconía y me impresionó ver tantos “temperamentos
distintos”, unidos para tratar de reconocer cómo actúa el
Misterio en esta circunstancia tan dramática. Rezando hoy las vísperas
me conmovió leer: «Vuestra tristeza se convertirá en alegría».
Gracia
Carolina en Milán
Querido Gius: Hace mucho que deseo escribirte. Agradezco a la Virgen de Guadalupe
el hacerlo, ya que hoy, aquí en Santa Fe, es su fiesta. Cuando participé de
la procesión a la Virgen con mi hija Antonela, se me cruzaron muchos rostros
de personas, entre ellos el de Aníbal a quien le debemos la presencia
del movimiento en Argentina y por supuesto tu rostro, que está en el origen
de esta presencia. De ahí la decisión de escribirte. Te quiero
contar que en nuestra familia están pasando cosas muy bellas que nos conmueven,
gracias al carisma que se te ha dado y a la compañía que has generado.
Tengo cuatro hijos, de los cuales uno, Carolina, está viviendo hace tres
meses con la familia de Andrea Migliavacca, en Milán. Para nosotros y
para ella es sorprendente una actitud así, una gratuidad así. Desde
que comenzó esta historia con la posibilidad de irse, hasta hoy, el abrazo
de Cristo se me hace más evidente en todas las personas que se van implicando
en ella. Desde el P. Miguel, que fue quien nos pasó el e-mail con el pedido
e hizo los contactos iniciales, hasta Alicia que nos llevó a Buenos Aires
y así pudimos acompañarla y despedirla en el aeropuerto de Ezeiza
(no conocíamos el aeropuerto y Antonela no conocía la ciudad);
o Marta, que nos brindó su casa para pasar la noche. En Italia, Carolina
se encontró con Sergio, Elisa, Marcela y con otros que ella me nombra.
Ella está haciendo Escuela de comunidad con algunos universitarios de
la Universidad Bicocca y con la familia con la que reside. En su primera carta
nos contaba que el rezar tanto (ir a misa todos los domingos o rezar el rosario)
es lo que le había permitido resistir el estar tan lejos de la familia,
entendiendo poquísimo, ya que no hablaba el italiano. María, la
esposa de Andrea, me mandó una carta (febrero 2003) que entre otras cosas
decía: «La Virgen nos ha dado una ocasión de abrir nuestro
corazón y de acoger aquello que se nos ofrece como signo de su Hijo, que
se acerca y nos acompaña en el camino. Pidamos juntos a fin de que no
nos haga faltar la capacidad de responder a las necesidades y a las exigencias
de quienes nos confía cada día». El Sábado de Gloria
llegaba Carolina a la Argentina, por una semana, porque su permiso de residencia
se le había terminado. Encontrarla tan feliz fue el mayor regalo de Pascua:
parece otra, ya que otra es su manera de pensar y también de actuar. Que
ella me hable de vos, sí, “del Gius”, como cariñosamente
te nombramos, de Don Pino, de Cesana, para mí es emocionante ya que siempre
era a la inversa: la que comentaba algo - cuando me dejaban - era yo (en casa
sólo yo pertenecía al movimiento).Y completó el regalo cuando
rezamos el Ángelus y lo hizo en italiano. Para regresar a Milán
debía hacer escala en Madrid y permanecer 12 hs allí. En Madrid
la esperaba Alicia Saliva y la llevó al Happening universitario y a ver
un poco la ciudad. Cuando me llamó contándomelo, yo pensaba qué grande
es Dios, que se comunica a través de personas concretas como vos, don
Gius, como Alicia y todos los otros amigos.
Liliana
Una entre tantos
Tengo un antiguo compañero de trabajo que fue seminarista, pero lo dejó.
Solemos hablar, me confiesa que siente una piedrita en su zapato. Esta mañana,
cuando pasó a saludarme, no sé por qué le dije que quería
contarle algo, pero que tenía que prometerme guardar silencio. Le conté,
a grandes rasgos, mi decisión de participar en la experiencia de la Fraternidad
de San José. Más tarde, me dejó sobre el escritorio una
carta, que transcribo: «¡Grata noticia! Pero también llena
de Gracia. ¡Me conmueve que me lo cuentes a mí! ¡Qué privilegio! ¡Qué honra!
Pero sobre todo aún veo que hay esperanzas y chispas de fe en mí.
Soy torpe por decir esto, pero así me siento. Estoy tan ausente del poder
del Cristo en mi vida... Digo “estoy” porque a todas luces Él
está siempre; soy yo el ausente en la relación. Me apasiona tu
silencio, tu voluntad de superar etiquetas sociales y culturales que se le ponen
a un consagrado, alguien que es única y exclusivamente de Jesucristo,
uno más pero diferente a los demás. Amiga querida, compartí contigo
mis miserias y bendiciones. Gracias por compartir conmigo, miserable y errante
hijo de Dios... Tu vida de hoy era, en un principio, el estilo de vida de las
primeras comunidades; estás en el mundo como una más entre todas,
pero distinta en las opciones cotidianas, en las respuestas a los problemas,
en la voz y en los actos. Sigue renovando en mi conciencia la certeza de que
Cristo basta, ¿qué más decir? Calla y di sólo: «Cristo».
No hagas; sólo Cristo. Sin Cristo todo es desatino.
Una amiga
Juntos
En la escuela no tenemos evacuados, pero sí muchos alumnos con hogares
inundados y también algunos docentes. Frente a lo que pasó muchos
no hacen nada. Sólo hablan y se lamentan. Pido no pretender de ellos.
Desde ayer comencé a buscar a los chicos de la escuela que pueden necesitar
ayuda. Hoy fue lindo ver cómo algunos chicos se pusieron a trabajar muy
seriamente con nosotros. Me sirve mucho la experiencia de los primeros días
con los amigos, Mariela, Alicia, Gracia y Chiara: ¡qué vital es
hacerlo con otros! si no, la realidad te supera. Comenzamos a buscar al resto
de sus compañeros. Hay chicos de los que todavía no sabemos nada
y que no aparecen en ningún registro. Algunos chicos afectados por la
inundación se pusieron a colaborar; hoy le pedí a uno que buscase
a un alumno al cual tengo mucho afecto ¡y en 10 minutos estaba allí!
También una profesora, que estaba muy mal porque su casa todavía
está inundada, me dijo que necesitaba artículos de limpieza. Entonces
le conté del Banco de Alimentos y volvió encantada, porque además
de conseguir lo que necesitaba, le atendió con afecto algún universitario
(todavía desconozco quién era) y además le ofreció llevar
artículos de limpieza para algunos alumnos de la escuela. Realmente me
preocupa mucho la situación en la que estamos y el tiempo que va a venir.
Pero a la vez veo que es tan grande la herida que no se conforma con razones
a medias... nos va a exigir a todos buscarlas y encontrarlas juntos.
Alicia
Pase lo que pase
Muy querido don Gius: En estos momentos los aluviones son una catástrofe
para nuestra ciudad. Hoy están vigentes como nunca tus palabras del Manifiesto
de Pascua: «Pase lo que pase, la misericordia está en el trasfondo
de todo lo humano». Sabemos que tienes siempre presente en tu corazón
a la comunidad argentina y a la comunidad de nuestra ciudad, que tú visitaste
apenas comenzó. Un abrazo filial en Cristo presente aquí y ahora,
que tú nos hiciste reconocer.
Dedy
Como levadura fermentada
Querido don Giussani: Soy miembro del grupo trabajadores de la ciudad de La Plata.
Llevo en el movimiento toda una vida, que durante estos doce años ha adquirido
aquí sentido. Nuestro carisma fue haciendo huellas en esta pequeña
comunidad y puedo dar testimonio de que la dulce presencia del Misterio renovó nuestras
vidas, nos regaló una mirada que penetra en lo más profundo, permitiendo
reconocerlo en nuestro día a día, en las relaciones familiares,
en el trabajo, en la vida social, despertando el deseo insaciable de su abrazo.
El Señor ha querido que realice una tarea en el Instituto Educacional “San
Benjamín” de la localidad de Los Hornos, tarea esta que jamás
estuvo en mis planes, pero que representa un gran desafío, ya que siempre
he trabajado en un ambiente distinto. Con la amistad del P. José y la
compañía de mis hermanos de la Fraternidad, pude ir superando,
en cierta forma, mis limitaciones. Pero Dios nos bendijo con la presencia de
tres sacerdotes de la Fraternidad de San Carlos: Giuseppe, Martino y Mario que,
con su juventud, trajeron la experiencia viva del carisma. En poco tiempo, como
levadura fermentada, esta experiencia se expandió entre nosotros, permitiendo
dar pasos fundamentales para aspirar a nuestra madurez en la fe. La pequeña
y rudimentaria Escuela de comunidad que recibió la llegada de estos jóvenes
sacerdotes, creció en este breve tiempo, y toda la comunidad parroquial
y también la educativa comparten la gracia de esta vivencia. Las Fiestas
patronales que se desarrollaron en los primeros días de mayo descubrieron
los frutos germinados. La procesión, la liturgia y la alegría de
los festejos posteriores dieron testimonio de nuestra fe en Cristo. Su gracia
se manifiesta a cada instante. Por ello, sólo puedo manifestar mi gratitud
agradeciéndole a Usted y a la santísima Virgen por haberme dado
a conocer el camino que me regala la Iglesia.
Jorge
Entre motos
Todo comenzó a los 13 años. Conocí a Pepe y mi fe comenzó a
ser palpable y reconocible. La persona de Cristo se hizo carne para mí,
y lo que me decía mi madre desde pequeñito cobró sentido.
Dada mi gran pasión por las motos, realicé unos bocetos, que mis
amigos me animaron a que tomaran cuerpo. Oliver me dijo: «Dios te ha dado
un don, un talento, úsalo». Sin esperar nada especial, con el deseo
de crear algo con mis manos, dando lo mejor de mí mismo para que fuera
expresión de Otro - como es todo lo bello - comencé a trabajar
en los bocetos de las motos. Sin medios, sin dinero ni espacio físico,
comencé a crear una moto con piezas de desguaces y mis diseños,
como un milagro. Rostros concretos lo hicieron posible: Catena, Sole, Juande,
mi madre... ellos sí fueron el verdadero signo y milagro de algo sin límites
que desconcertaba a conocidos y extraños por su disponibilidad y gratuidad.
Esa moto me abrió las puertas de la prensa para darme a conocer en los
medios del más alto nivel - fue publicada en páginas centrales
de una de las mejores revistas de motos - y pronto me llegaron ofertas para trabajar
en el mundo de la competición a nivel mundial. El sueño se había
hecho realidad. Empecé viajar por todo el mundo. Jamás pensé que
algo así me pudiese estar pasando a mí, y mi vida cambió totalmente.
Trabajando de sol a sol, de lunes a lunes, sin apenas poder ver a mi familia
ni a mi novia, sólo podía pedir y hacer memoria de los amigos.
Conocía a mucha gente, pilotos de elite, pero todos estaban solos, como
nunca los había visto antes, como muertos por dentro. Ahora conozco desde
dentro este mundo con el que tantos jóvenes como yo soñamos y me
doy cuenta de lo perdidos que estamos cuando no custodiamos por encima de todo
nuestro corazón en cualquier circunstancia. Quiero el porqué de
todo, el porqué de un circuito en Inglaterra y de trabajar sin parar para
que otros corran. Por eso, me sorprendo pidiendo y cuidando las escasas relaciones
verdaderamente humanas que surgen en este ambiente tan envidiable por su nivel
de medios y prestigio. Me puedo sentir libre de todo, porque sé que con
Su tierna compañía, que no me deja, lo tengo todo.
Emiliano, Parla
(Madrid)
¡Gracias Irene!
«
No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón» con pocas personas
uno podría entender mejor este lema que con Irene Villa, aquella chica
que en 1991 sufrió la irracional violencia de ETA, en un terrible atentado
que todos hoy todavía recordamos. Hemos tenido la fortuna de estar con
ella en los días del Happening a través de una guapísima
colombiana llamada Ana María, a la que conocimos mientras repartía
invitaciones para una fiesta. Después de varios intentos fallidos, por
fin vinieron a vernos el miércoles por la noche al Happening. Estuvieron
cenando con la música child-out de la carpa de Lucky Strike de fondo;
por el camino me había encontrado a Iván y nos sentamos junto a
ellas. Cuando mencioné el lema, Irene me preguntó: «¿Quién
ha dicho eso?», yo le conteste: «Juan Pablo II». «Pues,
casi me lo ha robado a mí. Javier Urra (Defensor del Menor de la C. A.
M.), me definió así hace unos años». Entonces le pregunté directamente
por el atentado y me dijo que ella no puede vivir sin concebir la posibilidad
del perdón para los etarras, aunque, por ejemplo, sus padres no lo entendían;
tras una cosa así, uno debe de estar realmente agradecido por seguir viviendo
y me contó que ella ahora, junto a su madre, celebra su cumpleaños
el día del atentado y que su hermana un año después del
atentado le regaló un sonajero y un chupete, y así sucesivamente,
los años siguientes, han sido regalos que recuperan el nacer y el crecimiento
de una persona. Tras un rato más de conversación, les dije que
no me gustaría que se fuesen sin pasar por la exposición y les
acompañé a verla. La había explicado varias veces, y también
otros años, pero solo recuerdo haberme conmovido así cuando se
la expliqué a mis padres. Conmovido, ¿por qué?, por la infinita
posibilidad de la experiencia cristiana que te permite afirmar lo que decimos
ante una persona con una experiencia a sus espaldas como la que Irene ha tenido.
Cuando Ana e Irene comenzaron a leer el último texto de Giussani sobre
el perdón, se miraron la una a la otra y dijeron: «Realmente tenemos
que perdonar a nuestros amigos»; finalmente, al leer el último párrafo,
Ana me pidió un bolígrafo y yo le pregunté: «¿Para
qué?», y ella: «Porque me tengo que llevar escrita esta última
frase». YLo solucioné regalándole un cuadernillo. Ante a
una persona así realmente el perdón no es sólo una palabra.
Gracias Irene.
Pirolo, Madrid
Ejercicios en Tenerife
Un amigo de Venezuela nos envía la carta de un miembro de su grupo de
Fraternidad que se trasladó a vivir a Tenerife y que ha participado por
primera vez en los Ejercicios espirituales con la comunidad de Canarias
Uno de los aspectos que me resultó extraordinario fue la familiaridad,
la sintonía, la espontaneidad con la cual fuimos recibidos por los amigos
de Canarias. A pesar de que no sea la primera vez que me sucede, no deja de asombrarme
la correspondencia que hay entre mis preocupaciones y el trato que recibo de
personas hasta ayer desconocidas. El P. Joaquín dice que es el carisma «el
responsable de esta sintonía». Yo no le encuentro otra explicación
mejor. Y esta sintonía alcanzó su mayor expresión con el
contenido de los Ejercicios. Desde el principio tuve la sensación de estar
ante un libro abierto. Ya es asombroso enterarse de la dinámica propia
del corazón del hombre. Pero llama la atención que te lo expliquen
de manera personalizada, demostrándotelo con tu propia experiencia. Es
como si estudiaras medicina y las clases fuesen prácticas. Aquí el
tratamiento del límite es extraordinario: uno adquiere conciencia de su
naturaleza con la tranquilidad que te da sentirte aceptado a pesar de todo, perdonado
de antemano. Después de sentir una misericordia así, tienes que
ver la vida con nuevos ojos. Se traduce en un incremento de la certeza del bien
que hay en la realidad. Otra cosa: es una experiencia magnífica constatar
que, a pesar de la diversidad de circunstancias que puede experimentar cada individuo,
el corazón sigue la misma dinámica descrita en los Ejercicios.
Por ejemplo, en Venezuela las circunstancias son difíciles (ya se me olvidó desde
que vine a vivir aquí) es una dramaticidad diaria. En contraposición,
aquí hay muchas personas que han vivido en bienestar durante un periodo
largo, casi a diario también. Ambos casos coinciden en la necesidad de
una plenitud total. Nuestro corazón no se conforma con un 99%: lo quiere
todo, el 100%. Y no hay forma de engañarse.
José Antonio, Tenerife
Jairo
Escribo para contarles una parte de la historia de Jairo. Tenía leucemia
y vivía con su humilde y gran familia. Un día le mandé una
reliquia de San Ricardo. Este mes azotó a la ciudad de Santa Fe una inundación
catastrófica que dejó a más de la cuarta parte de la ciudad
sin casas. Fue el caso de Jairo y su familia, por esto tuvo que estar un par
de días en centros de evacuados, lo que resultó nocivo para su
salud. Ahí lo conocí personalmente. Jairo tiene ocho años
y creo que es el niño más “comprador” que conocí:
en dos minutos de estar hablando con él se ganó mi corazón.
Desde el Banco de Alimentos de Santa Fe estamos ayudándolos, de tal forma
que conocí a toda su familia, especialmente a su hermana mayor. El domingo
me enteré de que Jairo estaba mal, internado; tenía principio de
neumonía y le estaban dando morfina. Ayer me llamaron para avisarme de
que Jairo había fallecido. Gigi me contó que horas antes de morir él
llamó a su familia para pedirles disculpas, pedirles perdón porque él
estaba cansado y sentía que su corazoncito ya no daba más, que
lo perdonaran por no seguir luchando, pero que él desde el lugar donde
estuviera los acompañaría y cuidaría. Hace unos meses había
muerto de manera abrupta una persona muy cercana a mí; tenía dos
hijitas, una de cuatro años y otra de cuatro meses. Su muerte suscitó en
mí rebeldía, bronca y cierto escepticismo; pero, a través
de su corta y difícil vida, Jairo me dio la simplicidad y la certeza que
yo no tengo. No puedo no creerle a él.
Una amiga
Vía e-mail
Durante el pasado mes de febrero, Rosemary conoció a un grupo de ocho
jóvenes argentinos que estaban participando en un evento de la institución
UTAL. A la cabeza del grupo estaba Enrique del Persio, rector del Instituto Pedagógico
para América Latina y el Caribe. Desde aquel encuentro inicial siguieron
conversando por e-mail. Publicamos dos de sus mensajes
Hola Enrique: Lamento que no puedas venir en mayo. La verdad es que tenemos ganas
de platicar contigo largo y tendido. Ya Dios dirá cuándo. Espero
que tanto trabajo y, por ende cansancio, te deje contento. Hago mías y
tuyas las palabras de Giussani: «La tristeza y el cansancio son dos dones
de Dios. La tristeza, porque nos ayuda a hacer memoria, y el cansancio, porque
nos ayuda a reconocer las razones por las cuales hacemos las cosas». Justo
mientras te escribo escucho la banda sonora del filme Amèlie, que es una
de las pocas películas que transmite con sencillez el deseo de todo ser
humano de que en la vida haya felicidad, belleza y justicia. Hablando de justicia,
aún no leo el libro que me recomendaste, aunque ya Marius me lo prestó.
(...) A ver cuándo nos vemos, caro Enrique. Nuestro diálogo sigue
en pie.
Rosemary, San Antonio (Venezuela)
Mi querida Rosemary: Coincido plenamente contigo (y con don Luigi Giussani) en
lo tocante al cansancio. En cuanto a la tristeza, creo que debemos hacer algunas
precisiones. Creo en un Dios alegre, cuyo primer milagro fue convertir el agua
en vino y el último resucitar. Creo en un Dios que, cuando se le anuncia
a su madre Su encarnación, el ángel le dice (¿le ordena?): «Alégrate
María», y ella poco después le dice a Isabel: «Me llamarán
feliz todas las generaciones». Creo en un Dios que nos ha enseñado
todo para que nuestro «goce sea perfecto», o en palabras de San Pablo: «semper
gaudere». Creo en un Dios que era seguido por los chicos y que nos indica
a nosotros que debemos hacernos como niños; ellos nunca siguen a alguien
triste. Creo en un Dios que es alegría. Ahora, si por tristeza entendemos
el dolor y la tribulación, estoy totalmente de acuerdo. Es el camino de
la Cruz. Es que nuestra alegría, si es genuina, tiene sus raíces
en forma de cruz; por eso es inconmovible. También creo que el dolor,
la tribulación, es el único camino a la santidad - Ave Crucis,
Spes Unica - porque la limosna, la mortificación voluntaria, la oración,
con todo lo buenas que son, no nos eximen del riesgo de creernos buenos porque
cumplimos con ello. En cambio, la tribulación que viene dada, en la que
no tenemos nada que ver, no nos hace sentirnos mejores que nada ni que nadie.
Por otra parte, la idea de que la tristeza nos ayuda a hacer memoria de lo que
nos falta es ciertamente muy interesante. Se vincula a la noción de Juliana
de Norwich, una mística del s. XIV que algún día te contaré cómo
encontré (o me encontró), que plantea que el dolor, incluso el
pecado, tienen sentido porque siendo la creación tan bella; si no fuera
por eso nos quedaríamos con la dicha de este mundo, que equivale a quedarse
parado en un escalón de una escalera, en lugar de seguir ascendiendo hasta
allí donde la felicidad es infinita. En ese sentido, podemos decir que
la tristeza nos ayuda a hacer memoria de ese paraíso del que provenimos
y que es imagen de aquel al que aspiramos. Como ves, me parece muy interesante
que mantengamos nuestro diálogo aunque sea por este medio. Aprovecho para
contarte que estoy fascinado con el libro de Giussani sobre educación.
Enrique, (Argentina)