Apuntes de la intervención de Luigi Giussani en la Asamblea de Responsables.
Milán, 5 de junio de 2001
Ser partícipe de vuestros trabajos supone siempre para mí que el corazón proceda en el Misterio, en ese firmamento que se cierne sobre la tierra del hombre y que con su luz ha penetrado en las tinieblas de este mundo.
Después de haber escuchado vuestras intervenciones, quisiera poder esclarecer cómo surge una concepción, una nueva forma de pensar y de sentir.
Desde hace unos meses entiendo con claridad que el tumulto de nuestra convivencia que continuamente se enriquece, en el conocer y en el vivir, con la abundancia de dones que Dios nos otorga, sin embargo, exige siempre ser precisado. Necesita ser precisado para que el acontecimiento nuevo que con Cristo entra en el mundo se convierta en suplemento, mejor dicho, corrección de nuestra mentalidad; o, más exactamente, en factor decisivo de nuestra mens.
En la fidelidad a Cristo en la Iglesia, en su vida dentro del mundo, experimentamos ya otra cosa (por ello comprendemos la alusión de don Negri a nuestros dos amigos de Livorno que durante más de veinte años se han entregado a un hijo adoptivo minusválido que ha muerto hace poco; cf. carta publicada en este numero). Sin embargo, nos quedamos todavía perplejos, como mínimo, ante la posibilidad de comunicarlo adecuadamente.
Es otra mentalidad. La mentalidad es una moral de raíz, surge de la raíz misma de nuestro yo. Y sólo cuando se desarrolla se revela por lo que es y llega a ser tan penetrante que puede, no ya sustituir, sino ser verdadero origen del criterio con el que vivimos.
Creo que éste es el trabajo que les espera a Giancarlo y a don Pino en el futuro. Corremos el peligro de trabajar para que los creyentes con los que nos encontramos sean más cristianos, para que todas las personas con las que nos encontramos sean cristianas sin conseguir hacer un cristiano. Porque lo que hace de un hombre un cristiano es una mentalidad diferente. Nuestra actitud es como la de los niños que intentan decir lo que alcanzan a pensar o a duras penas comprenden.
Debemos desear que lo que hemos encontrado se convierta en mentalidad puesto que es tan valioso y totalizante. ¡En mentalidad! Espero, por tanto, que el Señor, manteniendo su preferencia para con nosotros, nos conceda esta madurez, porque es más bonito contemplar una flor - cuando vemos una flor nos asombramos más - que ver una planta verde que aún no se ha desarrollado, que no ha florecido.
La fascinación es lo que determina nuestra adhesión: por una fascinación nuestra adhesión corre veloz hacia la totalidad.