LIBROS
CARTAS DEL DIABLO A SU SOBRINO
El libro se compone de 32 misivas que Escrutopo, demonio tentador con rango de
secretario, escribe a su inexperto sobrino Orugario, quien tiene como misión
conseguir la condenación eterna de su “paciente”, un joven
inglés residente en Londres, durante la Primera Guerra Mundial.
A través de la mente perversa de Escrutopo, vamos descubriendo las tácticas
de Orugario para corromper a su víctima. El tentador conoce éxitos
y fracasos y el libro mantiene el suspense, porque hasta la penúltima
carta no se resuelve la suerte del personaje.
Nunca llega hasta nosotros una carta respuesta de Orugario, el demonio principiante.
Sólo conocemos su actuación a través de los comentarios
de su tío. También a través de Escrutopo, nos acercamos
a otros humanos: el “paciente”, su quisquillosa madre, sus amigos,
la novia.
Lewis comentaba que se había “ahogado” escribiendo este libro
y ciertamente muestra un ambiente enrarecido. Se trata del infierno y no hay
la menor tentación de mostrarlo como un lugar divertido.
Escrutopo es repulsivo, aunque no esté rodeado de fuego y azufre. El autor
presenta el infierno del siglo XX como una burocracia eficiente y orgullosa que
se organiza para hacer el mal... «lo mejor posible». Por eso Escrutopo
utiliza reglas y manuales, tiene un “archivo” de sus “pacientes”,
folletos sobre las peores dependencias del infierno, y recurre a oficinas de
información.
Está de más decir que entre tío y sobrino no existe ningún
afecto, ya que éste no podría darse en el infierno. Hay una relación
de “odio vinculante”: el reglamento establece que si Orugario no
consigue su presa, será devorado por su cariñoso tío. Para
el diablo viejo, el mejor bocado sería un alma humana, pero en su defecto
está dispuesto a engullirse al sobrino.
Esta insistencia por comerse unos a otros obedece a un planteamiento de fondo
del autor. Lewis concibe como el sumo mal la voluntad de un ser de absorber al
más débil, privándolo de su identidad. El infierno sería
una continua lucha por la absorción mutua, un deseo nunca saciado de causarse
el mayor daño posible.
Característico es el lenguaje infernal. Escrutopo se refiere a las autoridades
con títulos que evocan un mundo al revés. A él lo llaman “Su
Abismal Sublimidad”, Satanás en persona es “el padre de las
profundidades”; los demonios más importantes son parte de la “bajojerarquía”.
El hombre es un híbrido, puesto que tiene cuerpo y alma. La Encarnación
es un episodio deshonroso. Dios es “el Enemigo” y Lucifer no fue
arrojado del cielo; se marchó disgustado por ese sentimiento mezquino
con que el Enemigo busca a esos “gusanillos” creados por Él.
Disparatados son los nombres de los diablos: Tripabis, Sapotubo, Babalapo, Gluboso,
Suburbano... La versión castellana no traduce al pie de la letra, más
bien procura seguir la intención original de Lewis, que pretendía
solamente inventar nombres feos que sugirieran asociaciones desagradables.
Las cartas mantienen el suspense, y presentan a los personajes como en una novela;
pero también tienen rasgos del ensayo. Escrutopo analiza sagazmente al
paciente de Orugario y, a través de él, a toda la humanidad. Muchas
son las conclusiones que saca de su estudio; pero hay una en la que insiste con
frecuencia: lo natural, lo sencillo estorba a los planes infernales. Al demonio
le ayuda todo lo que sea rebuscado y artificial; en cambio, algo tan simple como
un paseo por el campo puede inspirar en el hombre el deseo de pensar más
profundamente y sustraerlo así del influjo diabólico.
Carmen Rodríguez Navarro