Ciudad
de
México El adiós a Bruno Gelati
¡
Qué grande ese muchacho!
Llevaba dieciocho años en Ciudad de México donde vivía en
la casa de los Memores Domini. El momento de la despedida hace relucir el fruto
de una vida empleada en el seguimiento fiel y afectuoso. Así lo recordamos «como
un miembro mayor de la familia, no por sus años sino por su presencia»
Nuria Mendizábal y Maximino Pineda
La madrugada del sábado 7 de junio, en la víspera de Pentecostés,
nuestro queridísimo amigo Bruno Gelati sufrió un infarto mortal.
Fue un hecho absolutamente imprevisto, que nos ha llenando de dolor y preguntas.
La noche anterior, junto a los demás Memores Domini, había asistido
a misa; luego, cenando juntos, comentaron algunos pasajes del libro de Massimo
Camisasca sobre los orígenes de Comunión y Liberación. Bruno
estaba muy contento y había hablado precisamente de sus primeros años
en CL, de cómo repartía panfletos a sus compañeros de trabajo
en la planta industrial donde trabajaba. «Lo importante no son tanto las
relaciones que uno establece - decía - sino cómo propone su experiencia
y se pone en juego en primera persona. El anuncio siempre consiste en afrontar
la situación desde lo que uno es y tomar postura ante la realidad».
De Reggio a México
Bruno esta en la raíz de la historia de CL en México. Llegó desde
Reggio Emilia hace diecisiete años, junto con Amedeo y Stefano, para establecer
la primera casa del Grupo Adulto. Ya en Reggio había sido uno de los primeros
miembros de Comunión y Liberación Trabajadores (CLL) a comienzos
de los años setenta y se había comprometido luego en el trabajo
sindical. A mediados de los setenta había participado en las primeras
Escuelas promovidas por las familias del movimiento en la misma ciudad. A finales
de 1985 decidió ir a Mexico, obedeciendo a «esa forma de enseñanza
a la que había sido entregado» y de la que fue creador entre nosotros.
Desde las primeras horas del sábado comenzó a llegar a la Capilla
ardiente gran número de personas, también alumnos a quienes impartió clases,
profesores colegas suyos y sacerdotes que le conocían. Una multitud de
caras conocidas y desconocidas, amigos de todas partes y de todos los ambientes.
Remitía al Misterio
El domingo de Pentecostés celebramos una misa solemne de cuerpo presente
en la Parroquia de la Inmaculada Concepción. En compañía
de los sacerdotes de la Fraternidad de San Carlos Borromeo, asistieron unas doscientas
cincuenta personas llegadas de todo el país, amigos del Movimiento Focolar
y de la colonia italiana.
El martes 10, el nuncio apostólico, mons. Giuseppe Bertello, comentó durante
la homilía que Bruno fue un hombre que vivió siempre vigilante,
un hombre previsor y atento, pues su vida estuvo determinada por la fe en Cristo.
La muerte de Bruno nos remite a Dios. Su vida estuvo marcada por una humanidad
fascinante. Todos los que lo conocimos sabemos que había algo en él
que remitía al Misterio. Su “sí” a Cristo en la vocación
de los Memores Domini lo transformó para los amigos del movimiento y para
muchos otros en un compañero fraternal y paterno, cuya característica
fundamental siempre fue una profunda alegría.