Aliado seguro

El papel promotor de Italia en la cumbre de la OTAN contribuye a fortalecer la autoridad del país y a recobrar una vocación internacional. A tema la lucha contra el terrorismo y las relaciones Este-Oeste

MARCO BARDAZZI

Después del 11 de septiembre, EEUU y su epicentro del poder, la Casa Blanca, han diseñado de nuevo el mapa de sus relaciones con el resto del mundo, dividiendo netamente a las naciones de la tierra en dos categorías bien distintas. Como ha repetido en distintas ocasiones el presidente George W. Bush a los dirigentes del planeta, «o estáis con nosotros o estáis con los terroristas».
Pero incluso dentro de los “buenos”, o sea, los que se alinean con Washington contra Al Qaeda, el integrismo islámico y el antiamericanismo general, existen gradaciones y matices: algunas naciones son “más amigas” que las demás ante los ojos de EEUU.

En cabeza
En los últimos meses, Italia ha ganado posiciones y, cuando Bush o su secretario de Estado, Colin Powell, describen al pueblo italiano y a su gobierno como «very good friends» de EEUU, el juicio carece de retórica. El mérito, en buena parte, debe atribuirse a las decisiones en política exterior que el presidente del Consejo, Silvio Berlusconi, ha tomado a raíz de que los aviones a las órdenes de Osama Bin Laden arrasaran las Torres Gemelas y parte del Pentágono. El papel de promotor y anfitrión de la cumbre sobre la ampliación de la OTAN a Rusia es sólo la última etapa - aplaudida sin demasiadas reservas también por la prensa americana - de un camino iniciado hace meses.
Pocos días antes de la cumbre romana, el Departamento de Estado difundió su informe anual sobre terrorismo y en la introducción escogió significativamente a Italia para proponerla a todos como ejemplo «en el plano político y diplomático». Italia - puede leerse en el informe, cuya publicación es todos los años uno de los momentos clave en la actividad diplomática de Washington - ha desarrollado un papel “de primer plano” en la lucha contra el terrorismo. El Departamento de Estado ha querido citar las palabras del primer ministro Silvio Berlusconi: «Italia hoy marcha junto a EEUU, y lo hará también en el futuro, igual que lo hizo en el pasado».
La adhesión italiana inmediata y sin reservas a la guerra contra el terrorismo, la aportación de ideas para los intentos de solución de la crisis en Oriente Medio y, sobre todo, la estrecha colaboración entre Roma y Washington para buscar soluciones para el futuro de Afganistán tras la caída del régimen talibán, han cimentado la amistad entre Bush y Berlusconi, dos dirigentes que tienen formas similares de aproximación a los problemas y una sorprendente afinidad a la hora de privilegiar las relaciones personales, prescindiendo de la mediación de los profesionales de la diplomacia.

La firma en Roma
Vistas desde EEUU, la cumbre de Pratica di Mare y la firma de la Declaración de Roma han aparecido como éxitos evidentes de la diplomacia italiana. Silvio Berlusconi no goza de especial predilección en la prensa americana, aunque se ha mostrado más condescendiente con él que la británica, la francesa o la española. Los problemas ligados al conflicto de intereses del primer ministro, sus vicisitudes judiciales y los aspectos “histriónicos” del carácter de Berlusconi ocupan más espacios en los medios de comunicación que sus iniciativas de gobierno o de política exterior.
La prensa recibió el evento de Pratica di Mare con algún que otro residuo de desconfianza hacia su promotor, junto con interrogantes acerca de las motivaciones de dicha iniciativa.
«Algunos expertos - comentaba el Washington Post - la interpretan como un intento de superar el malestar que siguió a la cumbre de Génova y de fortalecer la reputación de Berlusconi como estadista». Pero incluso con estas premisas, el Post ha reconocido el protagonismo de Italia con respecto a la asistencia en Roma del primer ministro ruso Vladimir Putin para la firma del acuerdo.
New York Times, que nunca ha sido excesivamente tierno hacia Berlusconi, también dedica un amplio espacio al papel italiano. Sin embargo, aún reconociendo la validez de la iniciativa diplomática italiana, el diario de Nueva York no ha perdido la ocasión de ironizar acerca de las manías de Berlusconi por cuidar todos los detalles del evento, su afán por la imagen y su la pasión por el espectáculo.

Silvio & George
Sin embargo, estos rasgos del carácter de Silvio han conquistado a los hombres y las mujeres que gobiernan Washington, y sobre todo al inquilino más importante de la Casa Blanca. Cuentan sus colaboradores que, entre los recuerdos más agradables que el “jefe” relató a la vuelta de su intenso viaje europeo, fue la velada sorpresa que Berlusconi le ofreció en Villa Madama la víspera de la cumbre. Recién aterrizado en Roma, agotado por la “carrera” de las etapas europeas precedentes, Bush - como revelaron los periodistas al séquito - soñaba con acostarse lo antes posible. Sin embarg, la acogida que el “amigo Silvio” le tenía preparada le ganó. Después de la cena apareció un piano Steinway, y junto a él uno de los cantantes favoritos de Bush, Andrea Boccelli, cuyas arias (incluido un intenso My way como homenaje al huésped) conquistaron tanto a Bush, como a Colin Powell y a la consejera para la seguridad nacional, Condoleezza Rice. Al final se encontraron cantando todos juntos, con Berlusconi al piano.
Para una persona como Bush, que disfruta estrechando amistades bebiendo cerveza en su rancho de Crawford, en Tejas, fue una bocanada de aire fresco después de las formalidades de los días anteriores en las visitas a Chirac y a Putin. «Silvio es una gran persona, - dijo Bush en una entrevista - sabe escuchar y es un gran conversador. Me encantan sus ideas y su amistad». La política exterior se construye también así.