Aun viviendo en carne, vivo en la fe del Hijo de Dios
50 países conectados, 18 de ellos directamente vía satélite. 26.000 personas han seguido los Ejercicios de la Fraternidad en los pabellones del nuevo recinto ferial de Rímini. Incluimos la intervención final de don Giussani. «Hombre, ¡no llores! Tú no llores. No nos hemos visto nunca, pero esto es lo que vemos entre nosotros»
PAOLO BIONDI
El telegrama del Papa
Excmo. Señor cardenal
Crescenzio Sepe,
Prefecto de la Congregación para la Evangelización
de los Pueblos
Ciudad del Vaticano
Con ocasión de los Ejercicios Espirituales de la Fraternidad de Comunión y Liberación en Rímini sobre el tema Aun viviendo en la carne, vivo en la fe del Hijo de Dios Sumo Pontífice encarga a Vuestra Eminencia transmita a organizadores y participantes su saludo lleno de buenos deseos expresando complacencia por la oportuna iniciativa y esperando que suscite renovada adhesión a Cristo y creciente compromiso en el testimonio evangélico, invoca abundantes gracias celestes y envía de corazón a Vuestra Eminencia que preside celebración eucarística y a todos los presentes la implorada bendición apostólica.
Cardenal Angelo Sodano,
Secretario de Estado
Querido don Gius:
Las llagas del cuerpo del Resucitado en las que Tomás introduce su mano, el tiempo y el espacio que ya no Le limitan, el alimento que Jesús podía pero no debía comer, representan la modalidad expresiva de Su existencia completa, son los signos poderosos de la carne de Aquel que ha resucitado en Su verdadero cuerpo y está realmente presente en medio de nosotros.
En la fe, desde ahora, nuestra carne ya participa de forma incipiente del don del Resucitado. El cuerpo, el tiempo y el espacio no tienen ya el rostro de un enemigo, sino que son camino que lleva al cumplimiento de la libertad: el abrazo del Padre.
Gracias porque nos has hecho tocar con la mano que tan inaudita humanidad es posible y está realmente en acto.
Que la Virgen Nicopeia, venerada en San Marcos, procure la victoria de esta fe a todo el pueblo cristiano a través de la entrega de tantos miembros de la Fraternidad de Comunión y Liberación.
Con afecto, te abrazo
Angelo Scola,
Patriarca de Venecia
Veinte años de Fraternidad. Veinte años de Ejercicios espirituales. Veinte años hace que se celebran en la vieja Feria de Rímini; yo reconocía en cada mancha de los paneles blancos del falso techo cada temporal que había atravesado aquel cielo.
Este año, salones nuevos, carreteras nuevas, y todo nuevo. Pero las caras, tantas caras, son las de siempre: Sandro Chierici lee, Terenzio se ocupa de los salones, el padre Manuel prepara las vinajeras para la misa, Pippo Molino dirige los cantos, don Luigi Negri celebra. Falta don Giussani, pero sabíamos que también este año iba a intervenir vía satélite el domingo por la mañana.
Comienza así la espera, una espera vigilante para captar algo que cambie la vida. La Escuela de comunidad de este año lo llama «la inteligencia del mínimo indicio». Don Lorenzo me recuerda que Paolo Conte, en la canción Gelato al limone, la llama «la inteligencia de los electricistas». Los ingleses llaman a los indicios evidence: hay poco que buscar, basta tener los ojos abiertos.
Este año en los Ejercicios espirituales de ojos ha habido 26.000 por dos, con 50 países conectados, de los cuales 18 directamente vía satélite.
Roja tarde
El sábado por la mañana resuena en los salones música clásica. Es la misma música que conmovió a una chiquita de las favelas de Belo Horizonte. Lo cuenta don Pino, citando una carta enviada al Gius. ¿Cómo serán los ojos de esa chica?, ¿dónde están? Rossa sera a Belo Horizonte (es el título de una canción que cantaban los primeros chicos de GS que marcharon a Brasil. Significa «roja tarde en Belo Horizonte», ndt.): aquella ciudad lejana, roja sólo recuerdo la tierra de una obra inmensa donde Pigi, hace muchos años, trataba de recomenzar, un nuevo inicio entre tantos problemas, distancias y fatigas. Aún conservo los puntes dee aquel coloquio, en unos amarillentos folios de cuadros. Y ahora, ¿dónde estarán los ojos de aquella chica? Miro a mi alrededor y busco ojos que no saben nada de estos veinte años, pero que muestran el reflejo de esos veinte segundos, más bien, de esas veinte décimas de segundo que bastan para responder al gesto de amor de Dios que pone su mano en nuestra espalda.
El sábado nos enseñan también un canto nuevo, entre tantos (aunque este año han sido menos, es preciso atesorar incluso estas notas) tan bonitos: habla de la guerra y de la Virgen de Fátima. El domingo por la mañana, Giancarlo Cesana recuerda que hay muchos amigos en Belén, víctimas de la guerra. Les han pedido que hagan los rosarios para la peregrinación de octubre a Loreto. Cada cuenta es un signo de martirio, como los muchos mártires del siglo veinte de los que se habla en el libro I nuovi perseguitati. Indagine sullintolleranza anticristiana nel nuovo secolo del martirio. Don Pino cita «el precioso libro de Socci», que se agota en diez minutos en los puestos de venta a la entrada de los pabellones, entre montañas de volúmenes, CD musicales, cuadernos y libros para niños.
Indicios, sólo indicios. Dice don Pino Para que algo suceda no basta decirlo, hay que esperarlo y vencer la abstracción que nos acecha.
La Iglesia, madre
En la comida se aprovecha para hablar con los amigos. María me dice que Autunno alle porte, un libro de Chaim Potok que no he leído todavía, le ha llenado el corazón de gratitud hacia el movimiento que nos ha puesto en contacto con todas las cosas interesantes que han sucedido en el mundo, aún aquellas de las que nadie hablaba. Se refería a los diversos Samizdat en el este europeo antes del 89. Aprovechamos para hablar de Potok: además de la belleza de sus libros, este escritor judío enseña a saldar cuentas con uno mismo y con lo que nos vincula a nuestra historia.
La misa del sábado termina con una curiosa escena entre el cardenal Sepe, que celebra, y monseñor Danzi, que concelebra. Danzi, que es obispo, trata de ponerle la mitra en la cabeza a Sepe antes de la bendición, pero éste no quiere y logra evitarlo un par de veces. Después le coge el gorro de las manos y él sólo se lo coloca en la cabeza divertido. La Iglesia, además de ser paterna autoridad, es capaz también de sonrisas maternas. Esa misma maternidad que Juan Pablo II vislumbraba en el rostro de Dios.
Por la tarde, al término de la jornada, nos vamos a tomar un helado con los amigos que viven lejos y con los cuales uno se encuentra contadas veces al año. Luca nos hace reír, como es habitual, contando que Jesús es el gourmet de nuestras vidas y en la broma se advierte también la nostalgia de aquella noche en la orilla del lago en que los apóstoles se encontraron los peces asados por el Resucitado. Esta noche faltan Giuseppe y Angela, Lucio, Pina, Ricardo, Giovanni y Nora... lástima. Será en verano, en vacaciones. Es nuestro pequeño grupo de fraternidad de los momentos de vacaciones, que después te acompaña durante el año con miles de mensajes y señales, pequeñas y grandes ayudas en la vida de todos los días, a distancia, como a menudo imponen los ritmos de la vida actual.
Un folleto en las sillas
El domingo por la mañana, en el salón, nos encontramos en las sillas un folleto con estas palabras de Giussani: «Sois adultos, y así como tenéis la responsabilidad de cosas humanas, de incrementar cosas humanas, debéis ser responsables de vuestro camino hacia el destino». Y continúa: «Propongo que vuestra vida se caracterice por este fenómeno, que os juntéis libremente». El año pasado nos confió una sencilla jaculatoria, este año consejos para simplificar la vida y concretar la ternura (una palabra que Sepe ha señalado como «tan vuestra»).
El último canto de coro es ruso y dice: «En la estepa sin límites, águila, no vueles raso junto al suelo y no te quedes, oh cosaco, junto a la orilla». La conciencia del propio destino. Conciencia... una palabra grande, bastaría poderlo vislumbrar, bastaría saber pedirlo.
Cesana y Carrón responden a las preguntas de las asambleas de la tarde precedente, Giorgio Feliciani da el habitual balance de la Fraternidad (en cifras, sólo números). Todos alargan el cuello para ver cuál es la región más generosa y la peor en el pago de los diezmos y se celebra la última misa. Los que tienen prisa por regresar a casa dejan el salón enseguida y se empiezan a leer los saludos.
¡Ciao!
Cuando menos lo esperábamos, es más, cuando incluso el más optimista ya no lo esperaba, aparece en la pantalla el rostro del Gius y te das cuenta de que aún debe suceder todo. Los Ejercicios tenían un título, robado a san Pablo: Aun viviendo en carne, vivo en la fe del Hijo de Dios.
«Mujer, ¡no llores!», Giussani repite esas palabras una infinidad de veces, porque «el llanto es tu destino, parece ser tu destino inevitable: hombre, ¡no llores! Tú no llores». Y prosigue: «No nos hemos visto, pero esto es lo que vemos entre nosotros, lo que sentimos entre nosotros. Ciao».
Algunos ya se han ido. Giussani ha llegado en el último momento, como había sucedido ya en el Meeting del verano pasado. Será que debemos aprender a estar con las lámparas encendidas en la oscuridad del mundo de hoy.
Rossella ya se había ido y me pide los apuntes de la intervención de Giussani. Amigos de Huellas, como veis, en mis apuntes no hay gran cosa. Regaladnos a todos - a los que casi no oían, a los que ya no estaban - las palabras de Giussani, para que podamos releer ese consuelo para nuestras vidas y reconocer el amor de esa mano posada en nuestra espalda, en mi espalda.
Llega la hora de salir, nos despedimos en los hoteles. Alessandro me dice: «Oír ese ¡Ciao! que tantas veces hemos leído al final de la narración de los coloquios que salen en los libros de Giussani, oírlo de primera mano, es otra historia». Es un escalofrío que se queda dentro, marcada en la piel.