Vida de Cl
Un sábado distinto de lo habitual
En un barrio militar de Lagos, pasamos un día especial con los niños desalojados de sus casas a causa de una explosión. El afecto hacia el gesto de la caritativa de un grupo de chicos y la respuesta atenta a lo que sucede a su alrededor
Gabriella Bigi
La caritativa es una de las propuestas más participativas para los chicos de GS de Lagos que asisten a The Seed Remedial School. Normalmente vamos al pueblecito de Ikate Waterside, en el lago, donde se encuentra nuestra pequeña escuela a la que asisten los hijos de los pescadores.
Siempre participan entre 40 y 50 chicos. Vamos con regularidad un sábado al mes, después de comer, cuando el colegio está cerrado, para jugar con los niños del pueblo.
El pasado 27 de enero el barrio Ikeja de Lagos fue escenario de un incidente del que se hizo eco la prensa mundial: un depósito de municiones hizo explosión a consecuencia de un incendio. Más de 600 víctimas, casas destruidas y habitantes trasladados a algunos barrios militares de la ciudad.
Durante la Escuela de comunidad, los chicos expresaron el deseo de hacer algo por las víctimas de esta grave desgracia. Hablando de ello y viendo todas las dificultades y nuestros escasos recursos, un chico de bachillerato dijo: «Quizá no podamos llevar ninguna ayuda material, pero algo sí podemos hacer: ir a jugar con los niños y hacerles felices con nuestra presencia, como aprendemos en la caritativa».
Autobuses amarillos
De esta forma nos organizamos con medios de transporte alquilados (unos autobuses amarillos destartalados) para ir hasta Oshodi, barrio militar del otro lado de la ciudad que alberga a más de 200 familias víctimas de la explosión. Nos pusimos de acuerdo con el catequista de la Iglesia católica para que avisase de nuestra llegada a las familias y a los niños. Los chicos habían organizado también una recogida de ropa y de galletas para distribuir entre los niños. El sábado 23 de febrero partimos con 35 chavales y, después de una hora de viaje, llegamos al barrio militar y al patio al que se asomaban las habitaciones en las que estas familias habían sido temporalmente alojadas. Inmediatamente llegaron más de 100 niños de todas las edades, al principio llenos de curiosidad (quizá porque, cuando hay un oyibo, es decir, un blanco, siempre sienten curiosidad), y poco a poco los chavales empezaron a organizarse en grupos con los niños de distintas edades proponiendo juegos y canciones. Los padres miraban, evidentemente contentos, porque había buen ambiente. Pasamos así más de una hora, a pesar del calor sofocante, el sudor, la sed y el cansancio. Antes de irnos, Peace, una chica protestante de GS, quiso explicarles por qué habíamos ido: «Desde el día en que supimos la noticia de lo que os había sucedido a vosotros y a vuestras familias a causa de la explosión, tuvimos el deseo de conoceros, de compartir con vosotros un poco de nuestro tiempo y de esta forma haceros felices. ¡Ahora os conozco a algunos por vuestros nombres y estoy contenta!».
Deseo del corazón
Antes de irnos distribuimos las cosas que habíamos llevado. Hablando entre nosotros de aquel día, se hizo evidente que había sido una experiencia importante, la realización de un deseo verdadero del corazón y el descubrimiento de algo nuevo para la propia persona. Como dice Wilson en esta sencilla nota que nos ha escrito: «Yo soy muy tímido, y a menudo me cuesta comunicar mis talentos, mis conocimientos a los demás aunque muchas veces tenga las palabras en los labios. Pero este día ha sido distinto, me ha parecido como un milagro, como si recibiese una fuerza extraordinaria. He estado muy abierto, he podido jugar con los niños, les he implicado, hemos cantado y bromeado juntos, les he enseñado refranes, y esto ha divertido a mis amigos e incluso a los adultos, que me consideraban muy tímido. Nunca hubiera pensado que tengo esta capacidad de hacer feliz al que tengo al lado. Gracias a esta compañía y a Dios que me ha llamado en ella. Quisiera vivir siempre usando esta capacidad».