No
tengáis miedo
La fe no se reduce a doctrina o leyes. Necesita una presencia
viva que la suscite y la renueve constantemente. “España va bien”,
pero está sedienta de verdad y nobleza en la experiencia humana. Juan Pablo
II nos visita con su testimonio, su memoria y su apremio por dar lo que gratuitamente
hemos recibido
josé luis restán
El próximo tres de mayo, el Papa pisará de nuevo tierra española.
Cuando escuchamos que su visita será un acontecimiento de gracia para la
Iglesia en España, podemos pensar que es una frase de obligado compromiso,
pero la experiencia desmiente al escepticismo. La presencia del Sucesor de Pedro
provoca, casi indefectiblemente, que lo esencial de nuestra fe se coloque en el
centro de atención de todos.
Un
signo transparente
Verdaderamente es una gracia inmensa que en Juan Pablo II el carisma propio de
su ministerio esté tan elocuentemente unido a su testimonio personal: «ésta
es mi tarea, hacer todo lo posible para que el Hijo del Hombre, cuando vuelva,
pueda encontrar fe sobre la tierra», confesó el día en que
se cumplían veinte años de su pontificado. Su vida entera ha sido
un signo transparente de que la fe genera una humanidad más plena, como
reconocía indirectamente el escritor francés Bernard-Henry Levy,
al afirmar que no encuentra ningún otro ejemplo en este mundo, de la nobleza
humana que representa el Papa. El gran tesoro
¿Qué nos traerá Juan Pablo II en esta quinta visita a España?
En primer lugar, el testimonio de que Jesucristo responde a la búsqueda
tantas veces oscura y extraviada de los hombres de nuestro tiempo. En segundo
lugar, la memoria de nuestros santos, que nos ofrecen una pauta segura para la
renovación y la creatividad. Y por último, el apremio exigente y
paternal a los católicos españoles, para que comuniquemos con sencillez
y entusiasmo el gran tesoro de la fe que hemos recibido.
En este sentido podemos recordar unas palabras pronunciadas hace pocos meses por
el Cardenal Ratzinger en la Universidad Católica de Murcia: según
él, Juan Pablo II ha sabido recuperar el estilo misionero de la Iglesia
antigua, basado en la propia fuerza de convicción de la fe a través
del diálogo, la aceptación del sufrimiento y el testimonio de la
caridad. Un método misionero que no da nada por supuesto y que se basa
en el atractivo vencedor de la fe. Por eso estamos tan necesitados de asimilarlo
en el actual contexto español.
Las etapas
Veamos ahora las etapas principales del viaje. La vigilia de oración en
la tarde del Sábado 3 de mayo, servirá para continuar un diálogo
que al Papa le gusta centrar siempre en el deseo de felicidad de los jóvenes.
Un diálogo, en el que nunca teme poner la propuesta cristiana frente a
las preguntas y deseos de los jóvenes.
La mañana del Domingo estará dedicada a la canonización de
cinco miembros de nuestra Iglesia que destacaron por el testimonio de la caridad
durante el siglo XX: Pedro Poveda, maestro de educadores, fundador de la Institución
Teresiana, y mártir durante la Guerra Civil; José María Rubio,
jesuita y apóstol de los barrios más pobres de Madrid; Genoveva
Torres, mujer intrépida a pesar de su limitación física,
que fundó las Religiosas Angélicas para acompañar a quienes
viven abandonados; Sor Ángela de la Cruz, fundadora de las Hermanas del
mismo nombre y conocida en Sevilla como la “madre de los pobres”;
y Madre Maravillas de Jesús, fundadora de numerosos monasterios carmelitas.
Cinco figuras que nos persuaden de que no hay situación, por difícil
que sea, en la que no pueda abrirse camino el testimonio de la fe. Ante un mundo
sediento
La quinta visita del Papa a España no actuará ciertamente como un
talismán. No ahorrará a las comunidades eclesiales de nuestro país
la tarea de una educación constante de sus miembros en la fe, ni la responsabilidad
de proponer el anuncio cristiano a un mundo alejado pero sediento de respuestas.
Pero todo esto se verá dirigido y animado por la palabra valiente y la
libertad evangélica de Juan Pablo II: no tengáis miedo, sólo
Cristo conoce el corazón del hombre