Contribuciones
René Zamora, presidente del Centro Juan Pablo II para la bioética,
Rolando Suárez Cobián, personalidad de renombre del mundo laico
cubano, Yordanis y yo integrábamos la mesa de los ponentes.
Zamora nos dio la bienvenida en nombre del Centro, después pasó
el micrófono a Yordanis, que brevemente presentó a los participantes
la figura de don Giussani y el movimiento, explicando los orígenes del
libro que se presentaba. Subrayando la dimensión eclesial del carisma
de Giussani, Yordanis dijo que la presentación del libro era expresión
del deseo de CL de colaborar con la Iglesia cubana en su misión.
Después tomó la palabra Suárez Cobián que, entrando
en el contenido específico del libro, subrayó la importancia de
las múltiples referencias del autor a las grandes obras de la literatura.
Luigi Giussani muestra - en palabras de Cobián - que es la propia realidad
la que provoca en el hombre la experiencia del conocimiento y de la búsqueda
de un criterio para juzgar lo que suscita la vida. Continuaba señalando
que es imprescindible prestar atención a las «experiencias y evidencias
elementales» para no sucumbir a la «mentalidad común».
Suárez Cobián dedicó una atención especial a la
concepción de libertad en el pensamiento de don Giussani, y a su relación
con la fe y la oración. Así, definía a la Iglesia como
custodio de la libertad de los hombres. Concluía diciendo que el libro
ofrece «elementos prácticos aplicables al hombre de hoy, inmerso
en las circunstancias y en la realidad de la época postmoderna».
Después, llegó mi turno. Comencé agradeciendo, en nombre
de don Giussani, a las autoridades eclesiásticas y los dirigentes del
Centro Juan Pablo II el habernos brindado la oportunidad de presentar el libro.
Expliqué cómo se trataba de la segunda presentación del
mismo en Cuba, sólo que la primera vez el público estaba formado
por una sola persona. Naturalmente, todos quedaron muy sorprendidos al saber
que esta persona era el presidente, Fidel Castro. Señalé que,
dado el carisma de nuestro movimiento, no me sorprendía en absoluto que
la visión de don Giussani se adaptase a un momento como el de la visita
del Santo Padre a Cuba, en el que la Iglesia estaba demostrando la pasión
por la humanidad que animaba su deseo de servir a la sociedad cubana. La ocasión
del Congreso de bioética, fruto de la visita del Papa, era otro escenario
apropiado para la presentación del pensamiento de don Giussani sobre
El Sentido Religioso como lo que mueve a todos los seres humanos a la búsqueda
de la verdad, la justicia, la libertad y la felicidad.
Al final, destaqué que esta pasión por la humanidad es lo que
anima también a la comunidad de Comunión y Liberación en
Cuba, exigua en número, pero con un gran deseo de ponerse al servicio
de la Iglesia y del pueblo cubano.
La presentación concluyó con las palabras de un poeta cubano,
Juan Lázaro Besada, que leyó un fragmento de un poema de su libro
Soliloquios, que se podía adquirir también con ocasión
del congreso. Comenté a los presentes que don Giussani se sentiría
muy feliz al escuchar que un libro de poesía había formado parte
de la presentación de El Sentido Religioso, y especialmente un libro
como aquel, que manifestaba la necesidad profunda que constituye al hombre.
Al término de la presentación, los amigos del movimiento distribuyeron
un centenar de copias de El Sentido Religioso, prometiendo volver al día
siguiente con más.
Epílogo
Me habían solicitado que cerrara el Congreso con una intervención
que explicara cómo la visión antropológica, filosófica
y teológica de Juan Pablo II permite instaurar un “diálogo
social” entre los exponentes de diferentes credos. En este contexto, las
últimas copias de El Sentido Religioso se vendieron como rosquillas.
Al término del congreso presenté a Yordanis y algunos otros del
movimiento a Su Eminencia el cardenal Ortega, quien expresó su aprecio
por la obra de Comunión y Liberación y aseguró que la presencia
del movimiento sería reconocida por la archidiócesis. Esta misma
certeza me la reiteraron uno de los obispos auxiliares, el Nuncio apostólico
y el secretario de la Conferencia episcopal.
A la sesión conclusiva del Congreso también asistió la
señora Caridad Sánchez, ministra de asuntos religiosos del Partido
Comunista de Cuba, a quien ya conocía de mis anteriores viajes. Le hablé
de la presentación del libro y ella se mostró muy interesada en
conocer las posiciones políticas del movimiento. Le aseguré que
el movimiento no desea otra cosa que servir a la Iglesia y al pueblo cubano
y que el libro recién presentado sentaba las bases para un diálogo
que deje de lado los prejuicios políticos. Me dijo que no había
leído el libro y le conté lo del ejemplar enviado al presidente
Castro. «Pues a mí también me gustaría leerlo»,
me dijo, y conseguimos uno también para ella.
¡Sorpresa!
Es difícil describir la experiencia de enorme sorpresa y alegría
de Yordanis y los demás amigos después de la presentación.
Exultantes de alegría, me dijeron que habían sido testigos de
un milagro. Y aquello no había hecho más que empezar. Pocos minutos
después, don Giussani en persona me llamó al móvil para
darles las gracias y enviarles un abrazo a todos. Habló con Yordanis,
invitándole a ir a Italia a conocerle lo antes posible.
Como hemos experimentado reiteradamente en EEUU en este último año,
el milagro acaece por sí mismo, no como el resultado de nuestros esfuerzos.
Nosotros tenemos la responsabilidad de estar atentos a su manifestación
y seguirla con nuestro testimonio y el ofrecimiento de una amistad incondicional.