LA
FUERZA
DE DIOS
ES LA ALEGR ÍA DE SU PUEBLO
Rímini, Sábado Santo - 19 de abril de 2003
Gracias, don Giorgio, por cederme la palabra ante todos estos amigos nuestros, ¡jóvenes
amigos!, en un momento tan importante para su vida, y tan importante para la
respuesta que nuestro corazón - el de cada uno de nosotros - siente que
debe buscar siempre para entregarla en aras de una renovación de fraternidad
universal.Quizás también en nuestra amistad aprendamos a dar tiempo
para conocer la Biblia y profundizar en su experiencia, pues es el libro que
el Señor ha querido establecer para ilustrar e iluminar esta búsqueda.
La Biblia nos la esclarece y nos anima a ella. Al comienzo de la Biblia se habla
de Abrahán, el hombre que vivió la inmensidad del drama religioso
del pueblo consagrado a la grandeza de Dios. Caminando página a página,
de palabra en palabra, de pensamiento en pensamiento, nos daremos cuenta de todo
lo que el Señor ha querido decir a los hombres que lo buscan, al hombre
dispuesto a escuchar su voz, al drama del hombre.
La cuestión es muy sencilla: el Señor responde a la necesidad que
tiene el hombre, demostrándole que cuanto más sigue la palabra
de Dios, más resulta su experiencia humana motivada, engrandecida, robustecida
y afianzada.
Hay un pensamiento que quiero compartir con vosotros. Con una frase Dios dice
al hombre todo lo que le interesa (el “interés” de la búsqueda
humana es perseguir aquello por lo que vale la pena vivir; de otro modo, sería
inútil la existencia del hombre y sería especialmente inútil
hablar de Dios): «El hombre busca la felicidad», dice la Biblia.
«
El hombre busca la felicidad», el cumplimiento de una seriedad intensa
y feliz. ¿Cuál es el método para encontrarla? Desde que
el Señor nos toma por los hombros y nos empuja hacia adelante, desde ese
momento ya no hay nada que pueda sustituir el don de Dios en la vida.
Por tanto, sería bueno que pusieseis empeño, implicando a vuestros
sacerdotes o a las personas adultas, más maduras, para esclarecer una
a una las palabras usadas por Dios. Por ejemplo, cuando intentéis inventar
una respuesta a vuestras exigencias haréis gran estrépito, pero
comprobaréis que sólo la hallamos cuando descansamos nuestra cabeza
en el hombro de Cristo.
Toda la fuerza del hombre se concentra en la búsqueda de la satisfacción,
de la felicidad. Ahora bien, no sólo existe Dios en estos sentimientos,
sino que Su respuesta es a estos sentimientos, su Presencia corresponde a estos
sentimientos. Una Presencia que te lleva a decir: ¡Esto es!
La fuerza del Señor es nuestra alegría. Con esta fórmula
los antiguos profetas de Israel fijaron la atención de sus seguidores
y compañeros, y los constituyeron en unidad alrededor de esa evidencia;
con la misma fuerza y claridad con la que don Giorgio nos ha hablado de nuestro
seguimiento de Cristo, de ¡seguir a Cristo! Se puede seguir a Cristo, casi
inevitablemente se debe.
La fuerza del Señor es la alegría de su pueblo. «La fuerza
de Dios es alegría de su pueblo». Son palabras que toda nuestra
vida está llamada a comprender, a abrazar y a llevar donde vivimos. Ayudémonos
a llevarlas juntos, ayudémonos a abandonarnos juntos a esta fuerza de
Dios que es alegría para el hombre: la fuerza del Señor es la alegría
de su pueblo.