Ante un adulto
Durante las vacaciones de verano en Portugal un grupo de jóvenes conoce los pasos que han marcado la historia de un empresario de Pésaro. Apuntes para guardar
MARCO MONTAGNA
Soy empresario, me dedico a la construcción. Y me apasiona pensar en cómo llevar a cabo mi oficio. Un constructor trabaja siempre entre las administraciones públicas, por tanto, es mi deber participar en las asociaciones de industriales, lo que en España equivale a las cámaras de comercio. Soy el presidente de la Asociación de Constructores de mi región.
Milán -Pésaro
El origen de la unidad que hay en mi vida y que siento el deber de anunciar, se encuentra en el diálogo con la realidad del movimiento.
Cuando me licencié, en 1981, creía que no podía dejar Milán, donde había estudiado, para volver a mi ciudad, que está a tres horas en coche. Pensaba que dejar a mis amigos y volver a Pésaro no tenía nada que ver con el movimiento. Mi mujer y yo, recién casados, comentábamos con frecuencia este problema con Giussani y él me decía: «Tienes razón. Quédate en Milán».
Pero recuerdo que una vez fui a verle para contarle que mi padre me había ofrecido trabajar con él. «¿Qué razón tienes para no hacerlo?», me preguntó. Mi argumento fue que no quería dejar a mis amigos y, por tanto, a él. Me miró y me respondió: «No te preocupes. Te aseguro que siempre seguiremos en contacto».
Empresario
Le dije que iba a ser empresario y le pregunté por la relación de este hecho con ser de CL. Su respuesta fue: «Eso me lo dirás tú con el tiempo». De primeras, le contesté que me iba a dedicar a buscar dinero para CL.
Me trasladé a mi ciudad y me encontré con una situación muy difícil. La responsabilidad económica que había asumido en la empresa de mi padre superaba mis capacidades. Además, llegó un momento en que él, que en principio me había llamado para trabajar a su lado, trató de echarme de la empresa ante mi deseo de asumir cada vez más responsabilidades. Me decía que no era tan bueno como él.
Volví a hablar con Giussani. Le conté, llorando, que dejaba el trabajo y que me volvía a Milán.
Acometer la batalla
Don Giussani me dio la razón, pero en el momento de la despedida, bajo el dintel de la puerta, me dijo: «Me parece que no estás muy convencido». Continuó afirmando que si yo no acometía esta batalla con mi padre quedaría una sombra, un motivo de duda, sobre la validez de mi experiencia en CL. Me exhortó a recordar que ya había vencido la batalla. Esto se me quedó grabado. Me dijo: «Tú ya has vencido, ofrece el sacrificio que haces a Cristo». A partir de aquel día, mi vida comenzó a cambiar. Y este cambio se ha ido prolongando a lo largo de los años. Lo que más me impresionó fue que debía aceptar y reconocer esa amistad en la que Dios me había llamado y que don Giussani testimoniaba con su pasión hacia mi persona.
Mi oficio
Comencé a tener afecto y a interesarme por todo lo que implicaba ejercer mi oficio: la cámara de comercio, la compraventa de solares, el deseo de ir a otros lugares. Finalmente me convertí en presidente de la Asociación de Constructores. Pocos años antes la palabra constructor me parecía dura como un ladrillo. Desde que acabé la universidad, en 1981, fui todas las semanas a ver a mis amigos de Milán. Estos amigos me pidieron que considerase la posibilidad de dar, en mi trabajo, la disponibilidad para colaborar al bien común. En aquella época se empezó a hablar de la Comisión Económica y fue apareciendo la idea de la CdO.
Nace la CdO
Todo ello me gustaba mucho porque ser empresario supone tener responsabilidades en el mundo. Decidí participar en la creación de la CdO a partir de mi trabajo, creando un ambiente de personas que fueran una presencia pública. Muchas veces tenía la impresión de que me faltaba tiempo, y se lo comenté a Giussani. Le expresé cuánto me gustaba la CdO y que estaba dispuesto a dejar mi trabajo para contribuir en su creación. Su respuesta fue: «Si dejas tu trabajo es como si dejaras CL». «Haz las dos cosas, si puedes, porque el hombre es complejo. El hombre no es un industrial y nada más, o un político y ya está: el hombre es una unidad que tiene varias dimensiones». De esta manera Giussani me enseñó a emplear mejor mi tiempo y a trabajar con los demás.
Ofrecer con Enzo
También recuerdo algo que dijo en otra ocasión y que Enzo Piccinini repetía con frecuencia. Enzo había operado a un amigo y la operación había salido mal. Enzo decía que desde ese instante había aprendido a ofrecer su trabajo a Cristo. Giussani le preguntó qué significaba ofrecer a Cristo y Enzo le contestó que para él significaba ir a rezar a la capilla antes de las operaciones. Giussani le dijo que se ofrecía en el momento en que se hundía el bisturí en el paciente. Así fue como entendí que la CdO y el trabajo son lo mismo: es una dimensión del trabajo que realizo.
El hoy
El tercer punto que quería abordar es la pregunta sobre el hoy. Las conversaciones que tenía con Giussani acerca de la relación atormentada con mi padre terminaban siempre con la sugerencia de que rezase todas las noches, antes de dormir, un Ave María junto a mi esposa. La finalidad era afirmar mi pertenencia al movimiento y pedirle a Dios que me mantuviese siempre en él. Ahora reconozco que CL me ha enseñado a ejercer como empresario y a vencer el miedo. Me ha enseñado a ser adulto en la vida pública de mi ciudad, a tener cinco hijos y una sola mujer (lo que no es normal en la vida de los empresarios italianos) y también que mi empresa es algo más. Todos los frutos que han brotado provienen de un sí dicho sin condiciones, un sí dicho a alguien que ha venido a mi encuentro. Pero antes que nada es necesario reconocer lo que me salva; sólo entonces soy capaz de abrirme al mundo sin miedo. Cuando volví a Pésaro pensaba en conseguir dinero para el movimiento. Hoy esta idea se ha verificado en un cierto sentido, pero el sí estaba en el Ave María que yo rezaba con mi mujer todas las noches.
El grupo de Fraternidad
Quisiera añadir algo sobre la Fraternidad. Todos los amigos que pertenecen a mi fraternidad - 20 adultos - son personas nuevas, amigos que encuentro en los negocios, personalidades políticas que he conocido en la ciudad. Nunca he dejado de ver a mis amigos de Milán, pero muchas personas de mi ambiente de trabajo hoy forman parte de CL. Con algunas de ellas, las que pueden, rezo los laudes a las ocho de la mañana. También leemos los comentarios al Ángelus que durante estos años Giussani ha hecho en distintos momentos. Repetimos este gesto desde hace 20 años. Os he dado un testimonio de los frutos que han ido naciendo con el tiempo, pero todo viene del sí del primer día.