El nuevo volumen de la Escuela de comunidad pretende ayudar a comprender el paso del sentido religioso al acontecimiento de Jesucristo, es decir, a la experiencia religiosa cristiana.
Tras la introducción, en la que se retoman los aspectos fundamentales de la reflexión sobre el sentido religioso, es muy importante captar bien todos los pasos que la Escuela quiere iluminar. Las citas que traen a colación ejemplos sobre el pensamiento religioso de los pueblos en la Historia, así como los textos de los grandes estudiosos, ayudan a clarificar esos pasos, por tanto no deben confundirnos ni distraernos.
La línea que vamos a seguir implica entender, en primer lugar, que el hombre en cualquier momento del tiempo, desde sus más remotos orígenes, ha sentido la necesidad de relacionarse con el misterio último. Y cada intento ha dado lugar a las diferentes religiones.
La imposibilidad de alcanzar claridad y certeza sobre el misterio ha despertado en el hombre la urgencia o necesidad de recibir una ayuda ofrecida por el mismo misterio, es decir, la espera de una revelación.
Pero todas las afirmaciones a este respecto en las diferentes historias espirituales de los pueblos han sido superadas por un hecho excepcional: en un determinado momento histórico, Jesús de Nazaret, no sólo ha revelado el misterio de Dios, sino que se ha identificado Él mismo con lo divino.
El modo en que este acontecimiento comienza a imponerse a la atención de los hombres, la manera en que suscita una clara convicción, el cómo va confirmando su revelación con una concepción nueva y perfecta de la vida humana, todo ello será el contenido más deseado de nuestra meditación, de modo que la gracia del Espíritu nos lleve a intuir en la fe el misterio de Dios hecho carne y a adherirnos a él con todo el corazón.
(Luigi Giussani, Litterae Communionis, octubre de 1988)