La saga de los Bacich (una historia americana)
En la California de los 80 transcurre la vida y vicisitudes de una familia numerosa, con una madre convencida de que tenía que haber un cristianismo más humano que el que estaba viviendo. Una carta, libros en italiano, y por fin el encuentro y su historia
Anna leonardi
Tomad un mapa del Estado de California, EEUU. Mirad al norte de San Francisco y veréis una mancha verde: es Napa Valley, la zona vinícola más famosa de Norteamérica. Nuestra historia nace en este punto del mapa. Estamos en plenos años 80 y en los suburbios de St. Helena vive una familia de apellido dálmato-croata: los Bacich, madre, padre y seis hijos. Una familia que pronto vivirá el dolor de una separación, puesto que el padre deja la casa. Para Christine, su mujer, es un duro golpe: se queda sola con seis hijos. Una soledad que se agudiza cuando también los amigos más cercanos, escandalizados por la anulación de su matrimonio, le dan la espalda: «En la Iglesia estadounidense de entonces - explica Damián, el primogénito - existía una dura oposición entre conservadores y progresistas. Mi madre fue víctima de un catolicismo intransigente y sin caridad». Pero Christine no se rinde. «Estaba segura - prosigue Chris, el segundo hijo - de que debía de haber un modo más humano de vivir el cristianismo». Esta fue la certeza que tejió los hilos de unos pasos que la llevarían lejos. En 1984, lee en National Catholic Register (periódico católico nacional) un artículo sobre CL. Es un rayo de luz. Toma papel y boli y envía una carta a Italia, a la sede central del Movimiento. La respuesta no se hace esperar. Damian todavía recuerda aquel paquete en el buzón del correo. «Contenía la entonces Litterae Communionis, algunos libros de don Giussani (¡en italiano!) y una carta en inglés que más o menos decía: Querida Señora, lamentamos decirle que en EEUU no hay nadie del Movimiento por el momento. Pero tenga paciencia, confíe, seguro que algo sucederá pronto». A Christine no le queda más remedio que pegarse a los libros. Se pone a leer y a descifrar ese italiano de CL con Damian, que sabe bien español . No satisfecha con el resultado, lleva todos esos papeles a un centro del Opus Dei donde le traducen algunos fragmentos.
Tiempo de emigrar
Un año más tarde llega para Damian el momento de ir la universidad, que para cualquier joven estudiante americano significa liar los bártulos y emigrar a otra ciudad. En definitiva, romper el cordón umbilical con la familia. En el caso de Damian, sea porque San Francisco está cerca, sea porque mamá Christine no afloja las riendas, no ocurre nada de eso. Por el contrario, esta separación culminará en una serie de acontecimientos que les harán inseparables. Pero vayamos por orden.
Al irse a San Francisco para estudiar Historia, Damian se había llevado un papel con una dirección: Berkeley, parroquia de la Dominican House of Studies. El sacerdote de su ciudad le había aconsejado ir allí a misa. Al terminar las clases, Damian a menudo asiste a la misa. Obviamente su madre coincidió con él un día, llevando consigo a su hija mayor, Anne Marie. Después de misa el sacerdote invita a todos los asistentes a una pizza. Imaginaos si Christine Bacich se va a echar atrás. Lo único que le llama la atención es un señor que se ha estado fijando en ellas durante la misa. Parece extranjero. Tiene razón, es un italiano, investigador de astrofísica, y sus amigos le llaman Binócolo, nombre de batalla del profesor Marco Bersanelli. En misa las observaba impresionado por el hecho de que una chica de 13 años siguiera tan devotamente la liturgia. Durante la cena se levanta y reparte unos folletos: «Él está aquí como el primer día» es lo que llevan escrito. Después la fecha, hora y lugar para un encuentro llamado School of Community. Los ojos de Christine corren como liebres a lo largo del folio y se paran sólo al final cuando lee la firma: Communion and Liberation. ¡Touchée! Desde ese momento Christine se mete de cabeza en esta aventura. Encuentros, fiestas, excursiones... Da igual si para verse en San Francisco con el pequeño grupo de amigos de Binócolo tiene que conducir durante más de dos horas; da igual que todos sean jóvenes y ella tenga hijos en la universidad. Ah sí, ¿cómo implicar a los hijos? Damian confiesa: «A mí no me interesaba mucho la cosa. Al final mi madre consiguió arrastrarme a una cena donde me tropecé con Binócolo: el hombre más libre que jamás había conocido».
Curación
¿Y Chris? «Por esa época estaba en el penúltimo año del instituto. Era muy wild (alocado, para el que no domine el inglés) y toda mi vida giraba en torno a colegio, novia y amigos. Percibía la Iglesia como un ambiente plagado de moralismo, aunque nunca había dudado de que el cristianismo fuera algo verdadero». De hecho, Chris creció con la certeza de que Cristo existe. Nacido con un cáncer, estando a punto de morir, su madre reza y hace rezar a todos los parientes a la Virgen, y lleva al niño un rosario que un sacerdote con don de sanación le había regalado. Contra toda previsión médica, Chris se cura en unos meses. «Desde entonces, desde que tengo memoria - cuenta Chris - todas las noches en nuestra casa se rezaba un rosario de rodillas. Mi madre sostiene que nuestra familia conoció el Movimiento por intercesión de la Virgen».
El encuentro con Binócolo obliga a Chris a revisar su idea sobre la Iglesia. «Vi a un católico que, no sólo no era moralista, sino que era decididamente cool (un tipo guay diría un adolescente)». También él empieza a asistir a la Escuela de comunidad. Pero cuando Christine se ve obligada a buscar otra casa para su familia y decide afincarse en Sacramento, para estar más cerca de la comunidad, Chris no lo acepta. Quiere quedarse en St. Helena. Alquila un garaje y encuentra un trabajo. Su hermano Martin, de sólo 16 años se queda también. En EEUU todo esto es normal. Mamá Christine se resigna, pero en cuanto se presenta la ocasión vuelve a traer a los hijos al redil. «Eran las vacaciones de la comunidad - explica Chris - y mi madre en aquella ocasión no me dio posibilidad de elección. Soy tu madre y te vienes. De allí volví contento y seguro de que mi vida, Estados Unidos y el mundo entero debían ser como esos tres días. Dejé mi casa-garaje y mi trabajillo y me fui a vivir a Sacramento». También Martín, reticente al principio, se rinde al ver a sus hermanos tan entusiasmados.
Una perla rara
Damian y Chris recuerdan muy bien el año 1987: don Giussani fue a California. «Habíamos leído sus libros, habíamos oído hablar de él a los amigos italianos - se entusiasma Chris -. Pero encontrárselo de frente era otra cosa. Desbarató todas nuestras expectativas. En primer lugar el nombre: ¡Estábamos convencidos de que Don era lo mismo que Donald!». Chris saca la pregunta que se había preparado: «Quiero ir a estudiar a Italia, quiero conocer mejor el Movimiento». «No - responde en seco don Gius -; el Movimiento lo tienes que crear aquí». Y así fue. Chris se inscribe en la facultad de Historia de San Francisco y se va a vivir con Damian. 3030 Turk boulevard: es el primer apartamento del CLU. Cenar juntos al menos una vez a la semana, la limpieza, la oración y no ver demasiada TV: cuatro reglas de oro que parecen traicionar el típico estilo de vida americano, pero que trasforman el apartamento de los hermanos Bacich (mientras tanto también Martin se les había sumado) en una perla rara del campus y, por ello, polo de atracción para muchos.
Si estáis leyendo en espera de ver el final de esta historia, ¡tranquilos!: no lo encontraréis en estas líneas. De la vida que fluye sólo se puede relatar una pobre crónica. De Chris, que enseña historia en un colegio de Brooklyn; de Damian, que vive en Los Ángeles; de Martin, que es arquitecto y vive en San Francisco; Greg estudia Informática y es responsable del CLU de Nueva York; de Marguerite que está a punto de licenciarse en Relaciones Públicas; de Anne Marie que vive en una casa de Memores Domini en Washington. ¿Y qué ha sido de Christine? A sus cincuenta años se ha licenciado y trabaja con jóvenes con discapacidad mental. No tiene reparos en hablarles a ellos de Cristo. De hecho, gracias a ella muchos se han acercado a la fe. Sigue viviendo en Sacramento. En el poco tiempo que le queda vuela de una costa a otra para custodiar el fruto de su incansable petición, la que ha permitido una historia verdadera.