Profunda fidelidad
El pasado 4 de octubre murió Marco Martini, decano de la Facultad de Ciencias Estadísticas de la Universidad de Milán Bicocca. Su pertenencia al Movimiento ha marcado cada etapa de su vida, incluso los últimos días de sufrimiento. He aquí el testimonio de uno de sus alumnos
GIORGIO VITTADINI
Conocí a Marco Martini hace 22 años, cuando recién licenciado me presenté en el Instituto de Ciencias Estadísticas y Demográficas Marcello Boldrini de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de los Estudios de Milán. La relación y la amistad con él coincidieron con el desarrollo de mi actividad laboral. Desde esta posición privilegiada pude asistir a su evolución como estudioso y como profesor universitario. Le debemos a él, no menos que a Marco Biagi, la concepción actual del mercado de trabajo. La necesidad de un sistema rico en información en el que oferta y demanda se encuentren a través del soporte de redes informativas y bases de datos interactivos, la utilidad del trabajo a tiempo parcial y temporal, la necesidad de un paso del puesto de trabajo al itinerario en el trabajo son conceptos sostenidos por él antes de que se afirmaran hoy como fundamentos ineludibles de nuestra sociedad. Paralelamente, le debemos la expresión de no gubernamental como definición de una empresa social que no distribuye beneficios, a la que toda la contabilidad nacional e informativa hace hoy referencia. También modernas definiciones de índices de precios, caracterizadas no sólo por la elegante exactitud estadístico-matemática, sino por su adhesión a la realidad, tienen su origen en él. En su múltiple actividad en el RER (Instituto Nacional de Investigación de Lombardía), la Región Lombardía, la Unión de Cámaras de Comercio de la Unión Europea, el ISTAT (Instituto Nacional de Estadística), el INAIL (Instituto Nacional de accidentes laborales), dichas intuiciones se convirtieron también en instrumentos operativos al servicio de la sociedad económico-política italiana.
Cuando una persona muere, es verdad, sólo cuenta lo que permanece frente al Misterio que la generó y la acoge en el cielo. Pero el está porque actúa es aplicable no sólo a Jesús, sino también al hombre: ¡qué abstracto es separar el reconocer del hacer, la oración de la acción! En contra de cualquier reducción intimista y pietista, lo recordado muestra el profundo nexo entre experiencia de Movimiento, amor al hombre concreto y creación científica y laboral que es característica de todo adulto generado por nuestro carisma. Por ello también todas las realizaciones fundamentales en nuestra historia de obras y del más sociedad menos Estado, como los Centros de Solidaridad, Objetivo Trabajo y el trabajo temporal, las Escuelas de Subsidiariedad, las intervenciones del MP (Movimiento Popular) y de la CdO en relación al trabajo recibieron sin interrupción su determinante contribución.
Por tanto, no es casual que el compromiso fundamental de Marco se desarrollara en la universidad. En una de sus conversaciones con don Giussani nació un eslogan que acompañó el recorrido de CL en los 80: Universidad, una tierra que pide ser trabajada. En eso se parecía el lento y a menudo aparentemente inútil trabajo en la universidad al de los monjes medievales, despreocupados de la violencia de los bárbaros, capaces de reconstruir continuamente después de cada destrucción por su amor a Jesucristo, al hombre. De este modo enseñó Marco, profesor muy apreciado durante más de 25 años; estuvo entre los fundadores de la universidad de Milán Bicoca y fue decano de la Facultad de Ciencias Estadísticas durante cinco años después de haberla concebido. El profesor Fontanesi, rector de la Bicocca, recordó una gran verdad: que su estilo, decidido pero en absoluto autoritario, generó consenso, admiración, amistad y afecto en muchísimos. Yo mismo pude gozar de su capacidad educativa, de su pasión por la verdad, de su infinita paciencia. Completamente desordenado, distraído, desorganizado, innumerables veces fui firme pero amablemente corregido por Marco, salvado de compañeros y jefes que querían eliminarme precisamente por mi incompatibilidad de carácter con el rigor formal y de contenidos de la Estadística. A menudo, Marco me corregía folios sucios de café, llenos de rectificaciones incomprensibles, compuestos de reflexiones sin pies ni cabeza. El poco rigor y competencia que tengo hoy se lo debo en gran medida a él y al profesor Haagen. Sobre estas sólidas bases, sobre este tronco hecho de algo que ya es todo movimiento está nuestro diálogo sobre Jesús, sobre la fe, sobre el Movimiento en sentido estricto. Marco fue uno de los responsables más importantes del Movimiento en los años 60, uno de los protagonistas absolutos de esos irrepetibles y heroicos momentos junto a don Giussani, Monseñor Scola, don Negri, Genia Scabini y muchos otros. Siempre vivió fielmente Fraternidad y Escuela de comunidad en Rho con muchos amigos como Senn, los Rocchi, los Zola, Piera Toletti, don Calchi Novati... El diálogo entre nosotros siempre fue vivísimo, a menudo incluso borrascoso y vivaz como corresponde a hombres adultos para los que el Movimiento, al menos como deseo, quiere ser respuesta a la exigencia humana. Las discusiones de trabajo se alternaban con sugerencias, correcciones e intuiciones sobre nuestro yo y nuestras actitudes en la vida. Precisamente durante los últimos tiempos este diálogo había alcanzado su vértice. El día en que se encontró mal por primera vez, el 31 de enero de 2002, Marco acababa de participar en la Escuela de comunidad con los demás componentes de la comunidad de la Bicocca, estudiantes, profesores y personal no docente. «Quiero participar en el Movimiento en su origen, en su propuesta más crucial». Sin considerar jamás cultura y compromiso como consecuencias, justamente por vivirlas delante de la Presencia se había decidido compartir la Escuela de comunidad en la universidad con los jóvenes. Así lo recordaba Marco una semana antes de morir. Enseguida le diagnosticaron su enfermedad, tenía que permanecer casi siempre en casa. Nos pidió a Mario Mezzanzanica y a mí que fuéramos todas las semanas a su casa para continuar la Escuela de comunidad con su mujer, Roberta. Fue una experiencia de profundidad total en la que afloró la grandeza de fe, la historia en el Movimiento de Marco. Nunca le oí quejarse: estaba tan entusiasmado con las palabras de don Giussani que no parecía que estuviera enfermo. Descubrí la grandeza de su mujer. Ya la conocía, pero durante estos meses he percibido la profundidad, la inteligencia, la paciencia, la capacidad de sacrificio, la indomabilidad, la concreción, la conciencia del pecado, la fe pura y cristalina. No es casualidad que, acompañado por sus hijos Cecilia, Mattia y Tommaso, espléndidos y dignísimos tanto en el dolor más profundo como en toda la vida, por Roberta, su madre, Marco en los últimos días ofreciera su sufrimiento, su propia vida a sus hijos, a don Giussani y al Movimiento «que para mí son lo mismo». Gracias, Marco.