La homilía de Javier Prades en la celebración eucarística en la Basílica de Nuestra Señora de El Pilar
¡Veni Sancte Spiritus, Veni per Mariam!, esta jaculatoria ya es para nosotros como una fórmula de amistad. Cada vez que te encuentras con una persona que sabe decir: ¡Veni per Mariam!, respondiendo a tu invitación: ¡Veni Sancte Spirirtus! te das cuenta de que estás en casa, porque esa persona pide el don del Espíritu Santo por intercesión de la Virgen, y es uno contigo, sea quien sea. Nosotros no conocíamos esta jaculatoria, y, sin embargo, nos dice más de nosotros mismos que tantas otras cosas que sabíamos antes. ¡Veni Sancte Spiritus!, es la invocación al Espíritu Santo por medio de la carne de la Virgen. En esta plegaria está unido lo que todo el mundo contrapone: el Espíritu de Dios y la carne.
Por medio de la carne
El Espíritu hace ser todo: la materia, la carnalidad, la realidad hasta sus extremos últimos. Todas las cosas nacen del Espíritu de Dios que está en el principio de la creación, en el principio del mundo; es el Espíritu Santo por el que el Padre crea la carne a imagen del Verbo. A este Espíritu le rezamos diciendo Veni Creator Spiritus.
Ese mismo Espíritu suscita un pueblo, al hacer la carne de Jesucristo en el vientre de la Virgen: rezamos en el Credo que el Hijo se encarnó por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María. El Espíritu hace también esta carne unida, este cuerpo de la Iglesia que se ve aquí y ahora, porque no estaríamos aquí si el Espíritu Santo no tomase uno por uno el corazón de cada uno y nos hiciera reconocernos como pertenecientes a la Santa Iglesia de Dios desde el bautismo.
La intercesión de la Virgen ha alcanzado milagros tan carnales como devolverle la pierna al cojo de Calanda, cuyas imágenes podéis ver aquí alrededor en tantas representaciones. La Virgen le devolvió su pierna físicamente, no sólo una pierna, sino la suya, a este pobre hombre que la había perdido.
La Virgen es intercesora del don del Espíritu Santo que tiene el poder divino de crear y recrear. La Virgen intercede para que el Espíritu Santo de Dios te reconcilie, a ti, marido con tu mujer, a ti, mujer con tu marido, a ti, padre con tu hijo, a ti, hijo con tu padre, a ti, amigo con tu amigo del que te habías distanciado porque habías cedido a la sospecha. La Virgen vela por cada uno de nosotros, intercede con soberana libertad y mueve al Espíritu para que rompa los cepos y los candados de la incomprensión o la distancia que hay entre tú y yo aunque estés conmigo a todas horas. La Virgen lo ha hecho muchas veces y lo sigue haciendo ahora. ¡Cuántas gracias nos ha concedido la Virgen en este lugar, cuando hemos venido a rezar, a confesarnos, a celebrar la eucaristía! Hemos venido de uno en uno discretamente, silenciosamente, y hoy venimos juntos de un modo manifiesto para pedirle a la Virgen por las necesidades de cada uno, por las necesidades de todos nosotros y por las necesidades de los hombres.
Madre de la Hispanidad
Aquí nos hemos reunido amigos que hablamos lenguas distintas. Nunca ha sido un obstáculo para nosotros el hablar lenguas diferentes porque la potencia del Espíritu Santo, que en Pentecostés hizo hablar todas las lenguas, es el gran factor de la unidad. Tú no eres distinto de mí aunque tu lengua materna sea distinta que la mía y eso nos da libertad para ir al mundo entero, porque en la unidad del Espíritu Santo y en la concreción de la realidad histórica de la Iglesia somos uno con cualquier otro hombre que lleguemos a encontrar.
También es cierto que la Virgen María en la advocación de Nuestra Sra. del Pilar, es la patrona de la Hispanidad. Entre nosotros hay amigos latinoamericanos (argentinos, venezolanos, peruanos...) que se expresan en lo más íntimo de su ser en la misma lengua, y sabemos, hasta llegar a conmovernos, lo que significa encontrar en América a tantos hombres que, por obra de los que anunciaron a Cristo en nuestra lengua, comparten la fe, la lengua y la cultura.
El mundo
A la Virgen le pedimos que quien se encuentre con nosotros no se encuentre con un grupo, sino que se encuentre con el mundo. Que cuando nos encontramos entre nosotros no seamos sólo un grupo de gente que se lleva bien, sino que encontrarse con cada uno de nosotros sea encontrarse con el Misterio. En especial, en este día y en este lugar podemos pedir una pasión misionera, una apertura y un amor al mundo, según esta concreción histórica contingente pero grandiosa: ¡con cuántos hombres la comunicación de la fe se ha traducido en una cultura, una lengua, una concepción de la vida que nos hace sentirlos cercanísimos! Hoy sentimos la solidaridad, la cercanía con todos los que sufren, con todos los que padecen la guerra o la violencia, en especial por los hombres que en el continente latinoamericano más que nunca necesitan nuestro testimonio, nuestra ayuda, nuestra amistad.