PRIMER PLANO
Los… “sabelotodo”
El Papa y Merlo. Repubblica, 8 de octubre. Un largo artículo refleja
el «disgusto intelectual» del editorialista laico Francesco Merlo
por «ese hombre que sufre en público». El hombre del que habla
es el Papa. El razonamiento es capcioso, en algunos momentos parece bien hilado.
Karol Wojtyla es un abuelo enfermo que nos inspira ternura. Debería vivir
entre mimos y cuidados familiares. ¿Por qué obligarle a corretear
entre Pompeya y el vasto mundo? Pero el sentido es otro: «Aquí solo
vemos al hombre que sufre, y el hombre que sufre es uno de nosotros», escribe
Merlo. Y sigue: «También Dios conquistó a los politeístas
de entonces (y a algunos ateos de hoy) cuando se hizo hombre, cuando los hombres
lo colgaron de la cruz». «Por eso nos inspira ternura... este Papa
que ya no es un Papa, sino Karol Wojtyla, sofocado por su función, aplastado
por su Iglesia, un pobre hombre solo, con el morbo de Parkinson». En resumen,
el Vicario de Cristo hace tiempo que ha desparecido...
Dulce muerte. Las crónicas están repletas de sucesos dramáticos,
de personas que deciden, o creen que deciden, cortar el hilo del dolor cortando
de cuajo su sentido. El debate político sobre la eutanasia ha dejado de
ser un tabú hace años. El 14 de octubre Rita Levi Montalcini desde
el Giornale comentaba a raíz de su enfermedad: «Pido una muerte
digna». El premio Nobel, una mujer aguda y comedida, no hacía ideología.
Planteaba el grave problema del “ensañamiento” terapéutico.
Pero dejaba translucir también la única verdadera pregunta que
subyace a todo lo demás: ¿sirve de algo “mezclar” a
Dios con estos asuntos humanos? ¿Para qué sirve el hombre?
Cristo sin Iglesia «Segunda consecuencia: “Cristo sin Iglesia”.
Si el primer aspecto se identifica con el fideísmo, el segundo aspecto,
que es consecuencia inmediata, puede llamarse gnosis, gnosticismo, en sus diversos
aspectos o versiones.
Si se elimina de Cristo el hecho de que fue un hombre, un hombre real, histórico,
se elimina la posibilidad misma de tener experiencia cristiana. La experiencia
cristiana es una experiencia humana, hecha de tiempo y de espacio como cualquier
otra realidad material. Sin este aspecto material del objeto de la experiencia
que el hombre tiene de Cristo, desaparece la posibilidad de vivir esa contemporaneidad
con Él que es prueba de la verdad de todo lo que Cristo dijo de sí mismo.
La eliminación de la carnalidad que implica cualquier experiencia humana,
incluida la experiencia de Cristo, lo sitúa – y también a
la Iglesia – en el terreno de la abstracción, reduciéndolo
a uno de los muchos modelos religiosos existentes.
La imposibilidad de aceptar el cristianismo en el mundo actual se identifica,
por tanto, con esta negación». (pp. 127-129).