Los
de… la nada
Hagamos un “Flash Mob”. Se llama flash
mob y significa “movimiento instantáneo”. En dos palabras:
es una moda juvenil a través de Internet que recorre medio mundo y que
consiste en dar vida a “eventos” efímeros. Funciona de esta
forma: os metéis en una lista de correo electrónico anónima
en la que no tenéis que conocer a nadie. “Alguien” organiza
cosas de este tipo: «Acudir cincuenta personas a las 17.43 a tal librería
del centro. Pedir todos un libro que no existe. A las 17.51 dar un aplauso. Huir».
Cosas todavía más extrañas están ocurriendo en Manhattan,
en Oslo, en Roma y en París. Implican a miles de personas. Los que tienen
algunos años a sus espaldas se acordarán de los “situacionistas” previos
al 68. Los que tienen quince años menos recordarán a los “indios
de la metrópoli” (bandas juveniles urbanas que manifestaban su rebeldía
exhibiendo algún signo distintivo, ndt.). En este caso, además,
hay que añadir la desmaterialización de la red, del anonimato,
el desconocimiento mutuo practicado como regla y finalidad. Hablando en clave
de estética posmoderna, podemos referirnos a esto como a una divertida
puesta en escena de la nada, del vacío pneumático de sentido que
parece invadir todo y a todos. Es una expresión de la «música
que da vueltas, la música que no tiene futuro». Pero si queréis
comprender mejor, leed las reflexiones de los participantes: «¿Es
una pérdida de tiempo, una novatada? ¿Y qué experiencias
no entran en estas definiciones? Para mí, en cambio, tiene un sentido.
No sé cuál, pero siento que lo tiene». Sentido de pertenencia
no invasiva, “débil”. ¿Que algo no cuadra? Sin embargo «el
grito final y el aplauso fueron magníficos».
Yo sin Dios «Este yo, el yo alienado, es un yo sin Dios. El yo sin Dios
es un yo que no puede evitar el tedio y la náusea. Por eso simplemente
se deja vivir: se puede sentir partícula del todo (panteísmo) o
bien presa de la desesperación (por el prevalecer del mal y de la nada:
el nihilismo)». (p. 136)