PRIMER PLANO

Los enemigos invisibles, pero bien concretos

a cargo de Maurizio Crippa

«Pasada la época de las ideologías y las utopías, hoy nos consideramos libres de ellas, pero en realidad no es así». En la Apertura de curso de los adultos de CL de Lombardía en Assago, este juicio centra una de las cuestiones culturales más dramáticas de nuestro tiempo y de nuestra experiencia cotidiana. «La ideología y la utopía son débiles en cuanto a contenidos, pero desde el punto de vista de la posición humana están mucho más difundidas y son más incidentes que antes». Ya no hay ideologías fuertes que nieguen la religión: un reciente libro de Rodney Stark y Massimo Introvigne, Dio è tornato - Indagine sulla rivincita delle religioni in Occidente (Dios ha vuelto - Investigación acerca de la revancha de las religiones en Occidente; ndt.), demuestra, con datos sociológicos en la mano, que el número de los que creen y practican algún tipo de “forma religiosa” está en constante aumento. Estupendo, diríamos. Sin embargo, más que nunca resuena dramáticamente el juicio que Péguy daba hace casi un siglo: «El materialismo tiene una mística, pero una mística que no es en absoluto peligrosa. Es incapaz de ofender debido a su grosería.... Negar el cielo casi seguro que no es peligroso... Negar la tierra, en cambio, es tentador... Pues se llega así a esos vagos espiritualismos, idealismos, inmaterialismos, religiosismos, panteísmos... Renegar de la temporalidad, este es el fin de todos los fines» (Cf. Ch. Péguy, Veronique, citado en L. Giussani, El hombre y su destino. En camino, Encuentro, 2003, p. 132).
En estas páginas (cf. pp.XX), a partir de la carta de don Giussani a la Fraternidad, Massimo Borghesi da un juicio cultural «sobre cuatro siglos de pensamiento occidental» entregado al nihilismo. Recuerda Borghesi que «la libertad es la capacidad de separar el bien del mal». Aparentemente hoy nadie niega nada y por eso al final todos niegan todo. Existe un «nihilismo que hace naufragar en la indiferencia y el cinismo cualquier intento humano», hemos escuchado en Assago.
La ayuda para desenmascarar estos “enemigos invisibles” dentro de lo cotidiano, esos venenos dulces del Ser, procede de los “cinco sin” del racionalismo que caracterizan lo que hace algunos años don Giussani llamó “el desconcierto moderno”, y que se recoge en el libro El hombre y su destino. En camino, pp. 127-136.