Grandes entrevistas - Michael Burleigh
El único límite
a la pretensión
del Poder
Sirviéndose del análisis histórico de los últimos doscientos años, Burleigh en Poder terrenal desentraña el largo proceso de separación entre Iglesia y Estado desde la Revolución Francesa a la Primera Guerra Mundial. Y busca las razones por las que la religión ha sido suplantada paulatinamente por formas de pensamiento y poder político. El historiador liberal reconoce que el cristianismo está en la raíz de los Derechos Humanos y califica de «falsificación de la historia europea» el que la Constitución Europea no haya incluido mención alguna al cristianismo. Madrid, 27 de octubre de 2005
David Blázquez y Carmen Giussani
Taurus acaba de publicar el libro de Michael Burleigh, Poder terrenal. Religión y política en Europa, De la Revolución Francesa a la Primera Guerra Mundial. Con esta ocasión entrevistamos al historiador británico en el Café de los Artistas en la calle Gran Vía.
En su libro hay muchas afirmaciones que no se encuentran en los manuales de historia porque son políticamente incorrectas. ¿De dónde le viene esta libertad de juicio?
Creía que vivíamos en una democracia en libertad, ¿es tan chocante oír hablar a un liberal? Algunos libros de historia hacen oídos sordos al tema de la religión, en parte porque creen que se trate de una fuerza social reaccionaria, y cuando la mencionan es para descalificarla. Son libros basados en ideas previas. Yo tengo relación con muchas personas en Europa –Alemania, Francia, Italia– que no parten de estos supuestos. También con el mundo polaco que presenta una cultura muy interesante.
Mi intento de salir de la corriente principal de la historiografía hace patente el provincianismo de quien habla así de religión.
¿Cuál es su tesis fundamental?
Cuando comencé a escribir mi libro sobre el Tercer Reich me interesaba escarbar en cuál era el origen de semejante barbarie. Y eran los jacobinos. Estudiando otros momentos de la historia moderna comencé a darme cuenta de que todas estas teorías, desde la revolución francesa hasta el nazismo, eran intentos de reemplazar a la religión. Avanzando en mi investigación comenzaron a surgir dudas sobre otros temas, dudas que en ocasiones llegaron a ser casi irresolubles. Este libro es el fruto de estas investigaciones y su tesis es que los poderes políticos en la Europa moderna se sitúan como intentos de suplantar al cristianismo. Así, por ejemplo, me pregunté si realmente existió una secularización en el siglo XIX. La secuela de este libro, que irá desde la Primera Guerra Mundial hasta nuestros días, se llamará “causas sagradas”.
Religión política. ¿El lugar de la religión política lo ocupan los regímenes estatalistas?
Si tomamos los dos principales regímenes políticos del siglo XX, nazismo y comunismo, vemos que tienen patologías similares. En los nazis no encontramos la necesidad de que los perseguidos confesaran su “fe” en la ideología nazista antes de matarles. No necesitaban meterles las piernas en agua hirviendo o torturarles para que confesaran su “fe” en el régimen antes de pegarles un tiro. Entre los comunistas, sí.
Hermann Göring, ministro de aviación, era protestante; Bernhard Rust, el ministro de cultura nazi era, formalmente, un católico y el mismo Heinrich Himmler, en 1943 nombrado ministro del Interior creía que el mundo estaba cubierto por una capa de hielo y que del cosmos surgió un rayo que rompió esta capa y de ella salió el primer ario. Sus colegas pensaban que estaba un poco loco, pero lo cierto es que existía una cierta pluralidad de opiniones en el consejo de ministros.
Si pretendías ser herético en un consejo de ministros con Stalin, de un momento a otro acabarían contigo y era como si nunca hubieras existido. Esto es lo que le pasó a Yesov, quien mató a 600.000 personas por fidelidad al régimen y después terminó siendo asesinado por orden de Stalin. Increíble ¿no? Eso no pasaba ni en la Alemania nazi.
Una vez me enteré de la historia del jefe de una fábrica textil soviética que no hacía más que mirar a sus telas. En un momento se dio cuenta de que en las telas, por un error, se podía entrever algo que parecía una cruz gamada. Tenía que destruir toda la tela, pero decidió colgarse, ahorcarse. Lo hizo por miedo. ¿No es asombroso que esto pueda sucederle a alguien?
El hombre tiene la necesidad de reconocer un significado para su vida y para la realidad.
Hay muchísimos científicos interesados en esto en Gran Bretaña, genetistas y neurólogos que investigan la razón por la que necesitamos creer en algo. Parece que es algo constitutivo del hombre, como el hard disc de un ordenador. No sé mucho de esto, pero parece un área de la ciencia muy interesante.
¿Se identifica esta exigencia racional de significado con la dimensión religiosa de los hombres?
Sí, ciertamente.
A lo largo de la historia moderna, ¿cómo se resistieron los hombres a la pretensión del poder de llenar su necesidad religiosa?
En la mayoría de las democracias occidentales el número de afiliados a partidos políticos disminuye casi tan rápidamente como bajan las personas que frecuentan las iglesias. Se están descolectivizando tanto la religión como la política. El jefe de los rabinos de Inglaterra, que me parece el líder religioso más interesante de Gran Bretaña con diferencia, dijo el otro día que nuestra sociedad empieza a parecerse a un hotel barato para agentes comerciales y debería ser como una casa de campo aristocrática en la que tanto el anfitrión como el invitado se conociesen y el invitado pudiese apreciar los cuadros del anfitrión y hacer preguntas sobre ellos, en lugar de quedarse en hoteles baratos. Es una metáfora muy interesante. Probablemente no he contestado a tu pregunta…
En una reciente entrevista en La Razón usted dijo: «Si se elimina la religión no hay nada que limite el poder». Toda la Modernidad, sin embargo, sostiene lo contrario. Sitúa la fuente de la libertad en el Estado y no en la persona…
La historia ha sido trono y altar. La religión normalmente siempre ha estado al lado del poder político, como sabemos bien en España. Pero cuando un rey hacía un juramento ante Dios tenía que responder dentro de unos límites y en ello se jugaba también su paso al cielo. La religión, además, distingue las características entre un rey y un tirano. Yo no soy católico practicante, pero soy cristiano de cultura y hay cosas de esa cultura que están en nuestra vida y que se las debemos al cristianismo.
Tradición cristiana, Europa…
Si vas al Prado y no conoces la mitología clásica el cincuenta por ciento de los cuadros te pasan desapercibidos, y si no conoces el cristianismo el otro cincuenta tampoco lo entenderás… Llegará un día en el que tengamos una generación de personas a las que les gustarán estos cuadros pero les resultarán tan incomprensibles como lo son para nosotros los jeroglíficos egipcios. No les dirán nada, y esto es muy triste.
Y sobre el valor de la persona, ¿qué aportación ha hecho el cristianismo?
El cristianismo ha hecho explícito el valor absoluto de la persona al margen de su condición social, política o económica. Ninguna persona agresiva o malvada en su vida privada dirige comedores para pobres…
Michael Burleigh ha sido investigador en las universidades de Oxford y Cardiff, y en la London School of Economics. También ha sido profesor en diversas universidades norteamericanas, como Rutgers, Washington & Lee, y Stanford. Ha escrito siete libros, entre ellos, El Tercer Reich (Taurus, 2002). Su séptimo libro publicado es Poder terrenal (Taurus, 2005). Escribe habitualmente para el Sunday Times y el Times Literary Supplement.
Michael Burleigh
Poder terrenal
Religión y política en Europa,
De la Revolución Francesa
a la Primera Guerra Mundial
(Traducido por José Manuel Álvarez Flórez)
Taurus
pp. 624 – E 23,50
En las últimas décadas, Europa se está transformando en una sociedad posreligiosa que ha llegado a excluir de su futura constitución las referencias al papel del cristianismo en la historia del continente. Paradójicamente, este fenómeno va acompañado de llamadas a una renovada “religión política” basada en los valores de la democracia liberal para mantener unidas nuestras diversas sociedades en una época de amenazas externas impredecibles. Ante esta situación, el autor se ha propuesto indagar cómo hemos llegado a este punto crucial desde el punto de vista de la Historia, pues para comprender la situación actual de nuestra sociedad resulta imprescindible un estudio a fondo de las intensas luchas en torno a las creencias, y de la tendencia paralela hacia la secularización. Con un estilo vívido y estimulante, este libro presenta un vasto panorama del inextricable vínculo que ha unido política y religión desde la Revolución Francesa hasta la Gran Guerra, así como de los diferentes credos que han intentado desplazar al cristianismo. Algunos fueron breves y violentos, como el experimento jacobino. Otros, como el liberalismo o el socialismo, forman parte de nuestra cultura política reciente. Por otra parte, para que también quede patente la contribución del arte, la cultura y la ciencia al «desencanto» de nuestro mundo, Burleigh examina la obra de pintores como Zoffany y Jacques-Louis David, repasa las hazañas de Mazzini y Garibaldi, y analiza las luchas épicas entre Iglesia y Estado a través de la literatura inglesa y rusa del siglo XIX. C.G. |