Belleza
El amor al Ser,
origen de la pasión por la belleza
Conversación con Marco Bona Castellotti, profesor
de Historia del arte de la Universidad Católica de Milán.
Sus diálogos
con don Giussani sobre la belleza, a partir de los años sesenta,
se desarrollaron en el ámbito
de una relación de amistad.
La pasión por la potencia del
Ser, origen de una capacidad de buscar y valorar la armonía en la
forma, en un mundo que niega todo o, como mucho, deja sobrevivir una forma
vacía. La
belleza, esplendor de la verdad, es un poderoso factor de educación
a cargo de Paolo Perego y Alberto Savorana
El arte y la literatura acompañan la vida de don Giussani, empezando
por su familia, después en el seminario y, por fin, en el liceo
Berchet hasta llegar a nuestros días. A través de él,
impregnan también la experiencia de CL. Ciertas piezas señalan
algunos pasajes decisivos de su historia personal: el canto A su dama de
Leopardi, el aria Spirto Gentil de Donizetti, el Preludio de la gota de
Chopin y los cantos rusos. ¿Nos puedes contar algo de tu experiencia
con él relacionado con esto?
La estrecha relación que mantuve con don Giussani a partir de 1966
abarcaba también una acalorada discusión de carácter
estético y cultural que no iba dirigida ni estaba sujeta a una educación
en la belleza; más bien formaba parte de una amistad que se basaba
también en este tipo de cuestiones culturales, dentro de la cual
no escatimaba ningún juicio, al igual que don Giussani. Tenía
además esta característica particular: a medida que estrechaba
la relación, trataba de seguir mis gustos, no de imponerme los suyos.
Lo que puedo decir –lo recuerdo perfectamente– es que el conocimiento
de don Giussani, especialmente en el ámbito de la literatura, menos
en el de las artes figurativas, era mucho más amplio de lo que se
pueda imaginar. Conocía muy bien, por ejemplo, casi toda la obra
de Thomas Mann y recuerdo que el libro que más le gustaba era una
de sus últimas novelas, El elegido, que, según me decía,
el mismo Charles Möeller consideraba una obra revolucionaria dentro
de su pensamiento, porque abandonaba los bastiones de la estética
de Nietzsche y del “espíritu titánico” del siglo
XIX para llegar a una visión más positiva y, a su manera,
más religiosa de la vida.
Entre 1966 y 1978 don Giussani hablará algunas veces también
de Chopin, mucho de Leopardi. Diría que de los primeros tiempos
lo que ha quedado plenamente vivo es Leopardi.
Creo que sería oportuno dar a conocer la diversificación
de sus gustos, signo de una sensibilidad muy amplia. Las lecturas de don
Giussani son mucho más amplias que las que recoge el libro Mis lecturas.
Es cierto que para mantener el interés por algunas obras y actualizarlo
hubiera necesitado una especie de exégesis que requeriría
mucho tiempo y trabajo, y un tipo de soporte “ideológico” que
probablemente don Giussani, en un determinado momento de su vida, consideró secundario
respecto a otros problemas.
¿
En qué te ha ayudado en el ámbito de tu trabajo la sensibilidad
de Giussani por la belleza?
Como él mismo admite, nunca ha sentido una especial simpatía
por las artes figurativas: una gran pasión por la música
y por la literatura, pero en menor medida por las artes figurativas. Dado
que mi materia es la historia del arte no me he servido especialmente de
sus juicios en este campo. En cambio, sin duda lo que me ha permitido afinar
y madurar mi sensibilidad, especialmente a partir de unos determinados
años, fue su amor al Ser, que abarca también el amor a la
belleza.
Pigi Bernareggi, durante una cena con los seminaristas de la Fraternidad
de San Carlos de Roma en el Meeting de Rímini, contó el siguiente
episodio. En 1962 don Giussani convoca entorno a un gramófono a
Bernareggi, a Eugenia Scabini y a algunos otros, y les hace escuchar unos
cantos rusos. Al final de la audición exclama: «¡¿Sentís
la potencia del Ser?!». Este concepto, tan vivo también hoy
en él, se remonta a los inicios y le acompañará toda
su vida. Para mí su principal enseñanza es el amor al Ser,
que abarca también el amor a la belleza. Sin embargo, diría
que es mucho más intenso en él el amor a la verdad, porque
la belleza para don Giussani es un concepto de origen tomista: no existe
la belleza separada de la verdad. Lo que me ha enseñado es el amor
a la verdad y en esto arraiga el amor a la belleza.
Con frecuencia tratamos la belleza como algo que nos interesa por una “gusto
particular” o “por deber”; hay que leer los libros recomendados,
ir al Meeting y visitar las exposiciones, comprar los CD de la colección
Spirto Gentil. ¿Qué te parece?
El gusto encorsetado en un código “por deber” me preocupa
un poco, pero no me escandaliza. No hay nada malo en esto, siempre que
se consiga comprender el valor de lo que se nos propone. Sería ya
un paso importante.
Pero en la enseñanza de don Giussani me parece fundamental destacar
su insistencia en que la gente vaya cada vez más al fondo del amor
al Ser, que es una síntesis de lo natural y lo sobrenatural, lo
físico y lo metafísico. Hay que tener el coraje de afirmarlo
libremente, porque se suele afirmar con reservas, entre líneas,
por miedo al término sobrenatural; hasta entonces, no habremos captado
la esencia del cristianismo. No es cuestión de tratar la belleza
con superficialidad, sino de aprender a amar cada vez más intensamente
al Ser en cuanto fusión de lo inmanente y lo trascendente, de lo
físico y lo metafísico. Lo sobrenatural como fermento iluminador
de lo natural.
«
Nada más anticristiano que un gesto cristiano mal realizado». ¿Cómo
ves esta afirmación de don Giussani?
Nada es más anticristiano que un gesto cristiano convertido en algo
feo, privado de belleza. Sí, es verdad. Un gesto cristiano descuidado
carece de belleza. Basta observar una liturgia rebajada a práctica
ritual. En este sentido, creo que la misa de apertura del Meeting de Rímini
de este año ha sido de una gran belleza –aunque con algunas
imperfecciones– por el orden y la armonía, por la pasión
demostrada por todos, por la conmovedora conexión vía satélite
con el Pontífice. ¿Qué hace hermoso un gesto cristiano?
Dos componentes irrenunciables: la pasión y la armonía. Pero
una armonía de formas no puede subsistir por sí misma, porque
sería algo frío y puramente estético. Desde que conozco
a don Giussani me ha trasmitido, consciente o inconscientemente, su pasión
por la armonía. Siempre ha cuidado las formas, tanto en los detalles
como en la síntesis. Se podría afirmar que no hay nada más
anticristiano que descuidar la forma, movidos por la moralista búsqueda
de un “valor” que no se encarna en formas. El cristianismo
siempre ha cuidado las formas porque son necesarias. Pero son necesarias
como portadoras de la belleza, porque la belleza sin la forma no existe.
Sólo hoy se afirma la posibilidad de una estética sin forma;
pero es una estética que niega conceptualmente la belleza.
¿
Qué efecto puede producir en nosotros la afirmación “salvaguardar
la pasión por la armonía de la forma”? Una educación
y un rigor personales. Por tanto una educación y un respeto recíprocos,
con el espíritu de la caridad y de la corrección, en un mundo
que niega todo o, como mucho, deja sobrevivir una forma vacía.
Espero que todos vayamos cada vez más al fondo del amor al Ser,
que significa pasión por las cosas, pero también búsqueda
de la belleza que hay en ellas, una belleza que hay que sacar a la luz,
pues cada vez se niega más.
Esta continua tensión de don Giussani hacia la belleza es significativa
desde los comienzos...
No hay nada más bello que la verdad. Nada más verdadero que
la belleza, con la condición de que sea inherente al concepto de
Ser, que es la unión original de lo natural y lo sobrenatural. Educar
significa ayudar a comprenderlo cada vez más; también a través
de lo más sencillo, la oración, porque el valor de la oración
nace y se manifiesta precisamente en estrechísima conexión
con el amor al Ser.
La educación en la belleza nace del reconocimiento de la potencia
del Ser. Esto contiene toda la pasión... «Apasionado. Apasionado.
Apasionado. Apasionado», don Giussani lo ha repetido cuatro veces
en su saludo final en el Meeting. Pasión en la forma, en la armonía
de la forma, no pasión irracional y deforme.
Impresiona la capacidad de don Giussani de suscitar una correspondencia
con sus propuestas.
Es también una consecuencia de su amor al Ser. Su primera aplicación.
Porque esta capacidad de Giussani, verdaderamente excepcional, le ha permitido,
entre otras cosas, suscitar el movimiento. Lo que más edifica el
movimiento es esta capacidad de valorarlo todo, de trasmitir y de valorar.
Cuando decía que él seguía mis gustos, era así: él
trataba de seguirme, por su capacidad de “participar” de la
sensibilidad de quien tiene delante. El otro es amado y valorado por amor
al Ser, precisamente porque forma parte del Ser. Al hombre se le da esta
capacidad de entrar en el misterio del Ser. El hombre lo consigue si es
consciente de que depende de Otro, con O mayúscula. Si no, no lo
consigue. De hecho el gran límite de la cultura moderna es no haber
reconocido que al depender de Otro el hombre se conoce y se entiende mejor
a sí mismo. Es un error capital, tremendo. Parece tan sencillo darse
cuenta y, sin embargo, no se ha comprendido.
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