Grandes entrevistas - Etsuro Sotoo

El escultor y la piedra
Cuidar de
lo que existe
En 1978, proveniente de Japón, llega a Barcelona, donde empieza a trabajar en las obras de la Sagrada Familia. El encuentro con el arquitecto Gaudí a través de su obra le abre un nuevo mundo para expresarse a través de la piedra, y enciende una chispa que dará lugar a su conversión al catolicismo. Con una certeza: la belleza nace del sacrificio

a cargo de Cristina Terzaghi

Figura alta y estilizada, impecable panamá blanco, Etsuro Sotoo no ha pasado desapercibido entre los pabellones del Meeting de Rímini 2005. Ponente sobre el tema “La libertad en el arte”, el escultor japonés ha dejado al público boquiabierto por la simplicidad de sus observaciones, cargadas de un amor extremo por la realidad. Hemos podido charlar con él para profundizar en el extraordinario acontecimiento humano que en 1978 lo llevó desde Japón hasta Barcelona, donde empezó a trabajar en la Sagrada Familia, convirtiéndose en uno de los discípulos más fieles de Antoni Gaudí. En las obras del extraordinario edificio, Sotoo comparte con Josep Maria Subirachs el encargo de llevar a cabo el proyecto de la decoración plástica iniciada por el famoso arquitecto catalán. Lo cual ciertamente inspira respeto, curiosidad y deseo de saber más, debido también a un detalle interesante: Sotoo es uno de los personajes televisivos más famosos en Japón. Hace dos años, para promover la causa de beatificación de Gaudí y los trabajos de construcción de la iglesia, rodó un anuncio publicitario con bellísimas imágenes de Barcelona y de la Sagrada Familia, que atrajo a España autocares repletos de compatriotas suyos. Empecemos por el principio.

En 1978 llega a Barcelona y a la Sagrada Familia, ¿qué le llevó hasta allí?
En Japón enseñaba Historia del Arte, pero sentía que para poder expresarme necesitaba utilizar la piedra, transmitir mi energía a través de la piedra. En ese periodo podía parecer algo loco: podían encontrarme acariciando piedras en medio de la ciudad. El deseo era tan fuerte que decidí dejar el trabajo de profesor. El mejor lugar donde podía ir me parecía Europa, llena de cultura esculpida en la piedra. Inicialmente mi objetivo era Alemania: la reconstrucción posbélica, con una gran oferta de trabajo, me atraía enormemente. Tenía un solo defecto: la comida alemana no es de las mejores. Así que decidí hacer una corta estancia en España, donde por el contrario la tradición culinaria es otra cosa, y me encontré en Barcelona.
Llegado a la Sagrada Familia, en lugar de mirar a las torres, como hacen todos los turistas, quizá porque tenía esta obsesión por la piedra, me di cuenta que junto a la iglesia había montones de piedras: ¡era lo que estaba buscando! Pedí a los discípulos de Gaudí si podía colaborar en las obras. Me pusieron a prueba y me mandaron esculpir fruta, pensando que yo quería trabajar como escultor, mientras que yo quería ser solo “picapedrero”. Los escultores, de hecho, allí no esculpen, hacen solo el dibujo, el modelo; son los “picapedreros” los que trabajan directamente la piedra. En poco tiempo, a pesar de que me hubieran contratado como escultor, no sólo daba las instrucciones sino que lo hacía yo todo por mi cuenta, incluso picar piedra. Al año siguiente me encargaron un proyecto completo y realicé las esculturas que faltaban en la fachada de la Natividad, es decir, quince ángeles. Para ello tenía que proyectar los modelos y los dibujos y trabajar la piedra, y de esta misma manera sigo trabajando hoy.

¿Le costó integrarse en la obra de Gaudí, que no era creación suya? ¿Cómo se las arregló sin tener los dibujos originales del arquitecto?
Conocer a Gaudí a través de la piedra no es tarea sencilla, pero me ha parecido el único camino posible. Al principio todo mi trabajo consistía en esculpir hojas o fruta. Las únicas indicaciones del arquitecto que coordinaba los trabajos eran: en este punto del edificio desarrolla el tema que te encargo. Uno de los primeros encargos fue un murete de hojas de 22 metros de largo. Yo estaba obsesionado por el lugar que debían ocupar las hojas, era mi primer trabajo y era totalmente inexperto. Cuando encontré la solución, fue la primera vez que encontré a Gaudí. Según los dibujos, el murete debía tener un grosor de un centímetro, que a mí me parecía demasiado poco, ¿por qué Gaudí quería un espesor tan fino? ¿Dónde tenían que estar las hojas? No dormía por las noches, también porque no tenía mucho tiempo. Al final, hallé la solución: se deben reforzar los puntos débiles; si coloco las hojas en los puntos débiles, resuelvo el problema de las fuerzas: este era Gaudí. Porque Gaudí siempre buscaba una sola solución a varios problemas. Aun después de haber asimilado todos los datos, los documentos, las ideas de Gaudí, todavía no era capaz de reconocerle, todavía no sabía quien era. Fue mirando hacia donde miraba Gaudí, buscando llegar donde él deseaba llegar como le conocí de verdad. Cuando me di cuenta de esto, me sentí extraordinariamente libre, fue un momento mágico: Gaudí entró en mí y yo entré en él.

¿Desde entonces ha cambiado su forma de trabajar?
Delante de la piedra hay que ser humildes. La piedra es un grandísimo maestro. Delante de Gaudí ocurre lo mismo. Cada día, miro la piedra, le pregunto a Gaudí qué debo hacer. Esta ha sido toda mi existencia. La Sagrada Familia es una construcción, pero no la estamos creando nosotros; nosotros sólo debemos acrecentar lo que ya ha sido creado. Nosotros, los hombres, no estamos en condiciones de crear, sólo Dios crea. Los hombres sólo podemos ocuparnos de lo que existe, como se hace con un niño. Gaudí no ha dejado proyectos, conocía bien a los seres humanos: si alguien nos obliga a hacer algo, aparece la fatiga; por eso en el trabajo a menudo estamos cansados, porque nos sentimos obligados. Gaudí no quiso dejar proyectos, sino indicar la vía por donde caminar. Es un camino muy ancho donde caben un trabajador muy rápido y uno más lento. Gaudí buscaba hacer emerger el interés de cada uno, por eso realizó modelos estupendos, de modo que el artesano, viendo un modelo tan bello, se esforzase en realizarlo. Así se cumple la libertad de cada uno.

El hecho de que la Sagrada Familia está inacabada no parece suponer un problema.
No, es una suerte. Para la sociedad actual acabar parece fundamental; si no acabas, nadie te paga. En cambio, en la naturaleza acabar es morir. La Sagrada Familia está inacabada, y la gente piensa que esto es un inconveniente, pero para mí no lo es. La mentalidad moderna sostiene que se deben acabar las obras y enseguida pasar a otra, lo cual proporcionaría felicidad. Esta manera de pensar es muy pobre. Una sola persona, aunque desee muchísimo algo, en realidad puede hacer muy poco; en cambio se experimenta un gozo y una emoción mucho más intensa cuando se hacen las cosas juntos, una persona sola no llega nunca a este nivel.

Gaudí no parecía preocupado de que hubiese diferentes estilos; por ejemplo, las esculturas de la fachada de la Pasión realizadas por Subirachs son muy diferentes de las de la fachada de la Natividad; según usted ¿esta falta de unidad de estilo constituye un problema para una obra de arte?
Gaudí sabía muy bien que obligar no es bueno; no lo hizo con nadie. Dejó una idea. Su idea para mí es una maravilla; si alguien es capaz de superar la idea de Gaudí, yo estoy dispuesto a seguirlo. Si no lees Dante, si no lees Dostoyevskij, no los conoces, puedes decir que no te interesan porque son libros antiguos y que tú escribirás uno mejor. Pero, si no lees estos libros antiguos, no podrás nunca escribir algo mejor. No critico al autor de las esculturas de la fachada de la Pasión, pero yo miro a Gaudí porque es más moderno. Una condición del arte es que debe ser eternamente moderno.

He leído que Gaudí decía que sin sacrificio no nace la belleza, idea a la que esta estaba también ligada la austeridad de su vida. ¿Qué piensa de la relación entre el sacrificio y la belleza?
Si amas, no te pesa el sacrificio; cuidar a un niño es algo que exige sacrificio, pero si lo amas, no te pesa este sacrificio. El trabajo en la Sagrada Familia supone un sacrificio extremo, pero yo lo hago con alegría. Me divierte. El sacrificio no consiste sólo en el sudor y la sangre que conlleva esculpir la piedra; es mucho más: confrontarme con mi equipo y con los arquitectos, pero lo hago con gusto, deseo luchar, porque si no se pasa por ello, no se puede alcanzar el objetivo. Sin sacrificio no puedo llevar a cabo mi obra.

La obra de Gaudí transmite felicidad y alegría vivir. Según usted, ¿cuál es la fuente de donde brotan estos sentimientos?
Cuando posee todo, la gente no pregunta. El arte y la ciencia necesitan una pregunta. La ciencia plantea una pregunta, busca y encuentra, el arte se atormenta y luego halla, y en ese preciso instante nace otra nueva pregunta no pensada antes. Por ello, más importante es preguntar que responder, y para preguntar es necesario sentir que algo nos falta. La carencia que Gaudí sentía purificó su pregunta. Tenía buenas preguntas, por eso pudo encontrar una respuesta tan maravillosa.

¿Su conversión al catolicismo guarda relación con su personal identificación con Gaudí?
Pedí el bautismo en 1991. Gaudí hizo saltar en mí una chispa, pero no lo ha sido todo. Yo estaba preparado porque hacía tiempo que buscaba: me acerqué al budismo, al shintoismo, al new age, porque tenía necesidad de verdad, era un joven que buscaba algo distinto de los demás. Generalmente a los jóvenes no les interesa la religión; en cambio, yo me adhería a las propuestas que me ofrecían porque necesitaba conocer la verdad. Cuando llegué a la Sagrada Familia y descubrí a Gaudí fue algo grandioso, así que decidí quedarme donde estaba Gaudí; sin conocer nada más, me adherí. Y soy muy feliz.

la sagrada familia: historia...
El 1882 la Asociación Espiritual de los Devotos de San José, fundada por José María Bocabella Verdaguer, inició la construcción de una iglesia dedicada a la Sagrada Familia. Dos años después, la dirección de las obras pasó a Antoni Gaudí, que tenía poco más de treinta años, pero que era ya muy famoso en Barcelona. Él recibió del buen Bocabella, que estaba deseoso de poner un poco de sal cristiana en el corazón del genial arquitecto –en esa época más conocido por la vida de “dandy” que por su espíritu religioso–, un texto suyo, El Año Cristiano. Como de costumbre cuando proyectaba un edificio, Gaudí buscó identificarse con el proyecto que se le confiaba, y de esta manera profundizó en el conocimiento de la doctrina cristiana y en espacial en la liturgia, sin contentarse con las indicaciones de Bocabella, sino leyendo muchos textos acerca del tema. El templo que construiría tenía que representar la respuesta a un programa espiritual y litúrgico; la liturgia era para Gaudí un elemento determinante de la belleza de las ceremonias religiosas: en el templo todo tenía que perseguir este objetivo. Poco a poco la construcción de la Sagrada Familia absorbió toda la vida de Gaudí, que murió a los 73 años, en 1926, atropellado por un tranvía, mientras iba de las obras a la iglesia de San Felipe Neri para rezar las Vísperas.

... y estructura
La Sagrada Familia tiene una planta de cruz latina con más naves. A lo largo de cada extremo de la cruz se abre un acceso, decorado por una fachada dedicada a las virtudes teologales. La fachada orientada hacia el Este, por donde sale el sol, está dedicada a la infancia de Cristo, la de poniente a la Pasión, y la fachada que da hacia el Sur; a la Gloria. Cada portante está concebido en modo simbólico: los pilares o torres que rodean el cimborrio son cuatro, como los evangelistas; los campanarios son doce, como los apóstoles, etc. Pero más allá del aspecto simbólico, del proyecto de Gaudí impacta la extraordinaria atención a la funcionalidad de los elementos arquitectónicos. Por ejemplo, todo el interior está concebido para que la luz se difunda de manera particular: nunca directa, de modo que garantice la perfecta iluminación sin descuidar el recogimiento. Además la atención al sonido: la acústica tiene que ser perfecta para que el canto pueda resonar en la iglesia dignamente.
La visibilidad de la articulación arquitectónica y de la decoración es total tanto en el interior como en el exterior. La decoración escultórica, forma parte de la arquitectura, con una función eminentemente didáctica, así como las inscripciones que recorren todo el templo, todas perfectamente legibles por el espectador. El edificio proyectado por Gaudí no está acabado, es una obra abierta, cuya conclusión está prevista aproximadamente para el 2020. Por su naturaleza de “templo expiatorio”, financieramente se sostiene sólo por las donaciones de los fieles. Desde el 12 de abril de 2000 está en proceso la causa de beatificación del arquitecto Antoni Gaudí, el primer arquitecto en recibir los honores de los altares.