SOCIEDAD
Haría falta una Ruta de Paz
Entrevista exclusiva a Ami Ayalon, ex jefe
de los servicios
de
seguridad israelitas, que ha promovido una recogida de firmas por la paz junto
a Sari Nusseibeh, palestino. Para salir del terror concentrándose en cuatro
cosas concretas: el estatuto de Jerusalén, la seguridad, las fronteras
y los refugiados
a cargo de Mauro Bottarelli
Exiliar o matar a Yasir Arafat, ¿es la única esperanza de alcanzar
el final de las hostilidades en Medio Oriente? Esta es la pregunta planteada
por la controvertida hipótesis que el gobierno israelita lanzó tras
la caída de Abu Mazen y la ruptura formal de la tregua por parte de Hamas
y de la yihad islámica. El mundo entero, desde Estados Unidos al Vaticano,
ha criticado esta decisión. Pero no están solos, también
dentro de Israel aparecen claras y fuertes voces de desacuerdo. Como por ejemplo
la de Ami Ayalon, ex jefe de los Servicios de Seguridad Interna israelitas (Shin
Bet) y hoy promotor, junto a Sari Nusseibeh, palestino, de una recogida de firmas
por la paz en las calles israelitas y palestinas. Un hombre que siendo jefe de
los Servicios más poderosos del mundo tuvo el coraje de declarar a la
prensa: «Que quede claro que cuando nuestros soldados matan niños
palestinos desarmados han recibido órdenes manifiestamente ilegales».
Un hombre que siempre afronta el mismo problema: ayer con las armas y la intelligence,
hoy con el pragmatismo de la voluntad y la esperanza del diálogo.
Mister Ayalon, ¿cómo valora la decisión de su gobierno
de
expulsar a Yasir Arafat?
Creo que lo más importante sobre lo que hay que reflexionar no son las
reacciones a esta hipótesis sino el interés de Israel, ante todo,
el de su seguridad: tenemos que definir de qué tenemos realmente necesidad
para llegar a un acuerdo duradero con los palestinos y qué medios son
más útiles e inteligentes para alcanzar ese fin. En mi opinión
lo más importante es crear las condiciones para tener como contraparte
unos lideres palestinos capaces de negociar un acuerdo de paz. Arafat no ha hecho
todo lo que debía. Muy bien, pero el problema es que los únicos
que obtendrían alguna ventaja con su marcha serían Hamas y los
fundamentalistas de la yihad islámica. En este momento su eliminación
desataría reacciones muy violentas que despejarían el terreno a
los líderes de Hamas para imponerse sobre todas las instancias palestinas.
Nuestros problemas, los problemas de Israel, son mucho más profundos y
radicales que la persona de Arafat: por tanto, pensar en resolver las cuestiones
abiertas exiliando o asesinando a la gente me parece una enorme y peligrosa simplificación.
¿
Cree que el liderazgo de Arafat puede garantizar todavía una esperanza
a la hoja de ruta?
La cuestión es que la hoja de ruta en sí misma es sólo una
palabra, una fórmula, y como tal no creo que pueda detener los atentados:
hasta ahora, por lo menos, no lo ha hecho. Creo que la hoja de ruta puede ser útil
sólo si se entiende como un documento de principios, destinado a hacer
oficiales los puntos claves de lo que será nuestro acuerdo final con los
palestinos. El problema, a mi modo de ver, es sobre todo este: la falta de perspectiva
definitiva. ¿Sabe cuándo acabarán los atentados? Cuando,
tanto nosotros como ellos, tengamos delante de manera clara cuál será el
futuro que nos espere después del acuerdo: qué ganaremos y qué perderemos
a cambio de la paz. No veo otra salida al terror: la hoja de ruta, desgraciadamente,
no contiene estas definiciones precisas y por eso creo que es inútil.
Al final las cuestiones irrenunciables son cuatro, caben todas en una página: ¿por
qué complicarse la vida?
¿
Cuáles serían esas prerrogativas, Mr. Ayalon?
Soluciones para el estatuto de Jerusalén, la seguridad, las fronteras
y la cuestión de los refugiados y de su derecho al retorno. He aquí cuatro
cosas concretas sobre las que confrontarse, discutir, pelearse: pero, por lo
menos, con una perspectiva concreta delante de los ojos. Limitemos el campo de
acción, concentrémonos seriamente en temas concretos, en las prioridades.
Esto sirve también para la cuestión del famoso muro. Tenemos el
derecho y el deber de defendernos, pero no podemos dividirnos con un muro, casi
como si no quisiéramos ver lo que sucede al otro lado, una especie de
exorcismo visual de la realidad. Demos una perspectiva al proceso de diálogo,
hablemos claramente, de geografía y toponimia, de fronteras: entonces
no harán falta los muros.
Como ex militar ¿cómo valora la perspectiva de un despliegue de
los cascos azules de la ONU con la finalidad de interponerse para facilitar la
pacificación de la zona?
No creo que una intervención de la ONU pueda ser útil, hay demasiados
militares por allí y no me parece que sirvan de mucho. Y menos aún
cuando las eventuales tropas de la ONU desplegadas serían vistas como
enemigas por ambas facciones y se correría el riesgo, paradójicamente,
de desatar nuevas espirales de violencia. Aquí no cuenta ser más
o menos optimista. Yo, honestamente, sólo puedo decir que si no encontramos
un valor añadido, si no hacemos un cambio radical respecto a una acción
política de mera lucha militar contra el terrorismo, no vamos a ninguna
parte. Es más, nos acercaremos al precipicio. Sirven voluntad y coraje: ¿hay
suficiente en circulación para esperar conseguirlo? Esta es la verdadera
cuestión que hay que plantearse.