CL
La planta preciosa
La última
semana de agosto se celebraron en los Pirineos las vacaciones de la comunidad
española. La decisión de afirmar el vínculo de nuestra
unidad se vio recompensada con creces por la posibilidad de acceder a una
riqueza de vida que conmueve, al igual que mueve y conmueve la carta que
Giussani ha dirigido a cada uno de nosotros y que ha sido “la compañía” de
estos días
José Luis Restán
De nuevo los Pirineos se recortaban al fondo, plácidos e imponentes.
Un grupo, reunido a sus pies, en la antiquísima Jaca, ciudad episcopal
y cuna del Reino de Aragón; el otro, congregado en Formigal, dominando
desde la altura de su estación invernal el Valle de Tena. La primera
palabra que escuchamos al reunirnos, nos coloca ya en el corazón de
los días que vamos a vivir. Estamos juntos para ser rescatados de la
distracción, de la rebeldía y del hastío en los que continuamente
recae nuestra vida. ¡Qué cierto es, como ha escrito don Giussani
en su última carta a la Fraternidad, que nuestro yo sólo puede
renacer frente a la iniciativa de Alguien presente! Una presencia hecha de
rostros y palabras, imágenes, cantos y juegos.
Camino de familiaridad
La primera figura que ha centrado nuestra mirada cada día, al entrar
en el salón de Jaca o en la carpa de Formigal, ha sido la de la Virgen
de Guadalupe. La que fue virgen y madre respetó la forma misteriosa
con la que el Señor quiso abrazarla, sin ceder en nada a la reticencia
o la objeción. Por eso María es camino a la familiaridad con
Cristo, tal como hemos ido entendiendo desde aquella conmovedora peregrinación
al Santuario de la Virgen del Pilar, en el comienzo del curso pasado. Precisamente
las imágenes y los recuerdos de aquel momento, volvían a mi mente
en Pirineos. ¡Siempre su presencia adquiere una forma, un espacio concreto
y expresivo, lleno de testimonios! Una forma que nos invita a “estar
presentes”, a decir «yo», mientras un momento antes vagamos
en el descuido de nosotros mismos.
Una alternativa inevitable
Sí, una forma sensible que abraza y exalta nuestra vida, que suscita
una conmoción agradecida. Pero una forma que no decidimos nosotros,
y frente a la cual, también en vacaciones, se plantea una alternativa
dramática: el reconocimiento lleno de gratitud, o la reticencia que
abre el camino de la sospecha. Frente a las palabras que introducen la jornada,
frente al canto o al juego que se nos propone, frente al testimonio de algunos
amigos... siempre, siempre se plantea esta alternativa.
Peppino Zola y Adriana Mascagni, llegados desde Italia para ofrecernos su testimonio,
también afrontan esa alternativa desde hace muchos años. Desde
aquel día en el Liceo Berchet, en que Peppino contempló la entrada
en clase del nuevo profesor de Religión, cuya presencia singular desafiaba
su libertad, y le “obligaba” a tomar postura.
Un rostro victorioso
Y así fue como, poco a poco, le fue reconociendo dentro de una historia
de la que a priori le separaban todos los prejuicios del mundo, hasta llegar
a reconocer públicamente su pertenencia. De este reconocimiento y esta
adhesión, nace como fruto un rostro victorioso en medio de cualquier
circunstancia: ese rostro de victoria que es la forma visible de la experiencia
de la libertad. La libertad de Dios, mediante su iniciativa inesperada y su
modo de alcanzarnos, hace posible nuestra libertad.
¡
De cuántas maneras lo hemos visto estos días en Jaca y Formigal!
En la vida familiar y el trabajo, en la experiencia del sufrimiento y la enfermedad,
o en la construcción de obras: la posibilidad de una verdadera satisfacción,
de un cumplimiento humano en cada uno de estos ámbitos, depende de un “sí” a
la iniciativa del Misterio en nuestra vida.
Un sí a la iniciativa de Otro
La fecundidad que nace de esto no tiene límites, y su belleza nos sorprende
siempre de nuevo: la genialidad de las composiciones de Adriana Mascagni, que
expresan el corazón de nuestro pueblo; el ímpetu de caridad de
Familias para la Acogida; la novedad del juicio público que hemos propuesto
sobre la guerra en Irak o sobre las elecciones; la tenacidad y el corazón
que han puesto ya en pie el Colegio Kolbe en Villanueva de la Cañada;
o la seriedad y el atractivo de un gesto como el Encuentromadrid, capaz de
fascinar a personas con una gran relevancia política y social.
Don Giussani, acompañándonos
«
El drama supremo es que el Ser pida al hombre que le reconozca», ha escrito
Giussani en la carta que nos ha acompañado como trasfondo a lo largo
de las vacaciones: no es una operación filosófica, sino un acto
de la razón y un movimiento de la libertad que se juega en cada instante.
Muchos años después de su llegada al Berchet, Giussani pidió a
Peppino que asumiera la responsabilidad del movimiento en la región
de Lombardía. Era un cambio importante después de un largo período
de actividad política, que le había llevado a ser Teniente-Alcalde
de Milán. Una vez más le llegaba una invitación a adherirse: «Si
no hubiese dicho “sí” a esta nueva sugerencia, si me hubiera
resistido, habría sido como tirar a la papelera treinta años»,
nos confesó, porque el drama de la libertad llamada a secundar la libertad
del Misterio, no se cancela nunca.
La forma de un abrazo
Desde luego, la perspectiva de este drama podría amedrentarnos, pues
todos hemos sentido el miedo y la fatiga del camino. Y por eso el Señor
hace que suceda en el ámbito de un gran abrazo, dentro de lo que llamamos
el movimiento. Todo lo que en él se nos propone es educativo para nuestra
vida, se ofrece como una ayuda para hacernos más conscientes, más
transparentes y llenos de certeza sobre nuestro Destino. Quizás sea
eso (quizás, porque apenas empiezo a comprenderlo) lo que don Giussani
ha denominado «el éxtasis de la esperanza».
Tirando del hilo
Desde los que empiezan el camino a los que ya tienen nietos, somos gente aferrada
por la iniciativa de Dios y reunida en un pueblo que le pertenece. Lo que nos
identifica y define no es una estatura moral (¡conocemos demasiado bien
los límites y oscuridades de cada uno!), sino la conmoción por
lo que el Señor realiza en medio de nosotros. Sólo así se
explica, por ejemplo, el derroche de creatividad y gratuidad en el juego que
enfrentaba a los Piratas y al Imperio: para jugar así, bien lo sé yo,
hace falta una gratuidad total que viene de lo que nos ha sucedido. Pero si
tiramos del hilo, esa conmoción es la que explica también la
madurez de tantos compromisos y la solidez de tantas historias. De ahí nace,
sobre todo, la planta preciosa de nuestra unidad, capaz de vencer todas las
objeciones imaginables sólo porque Él está. Y esta unidad
es el testimonio más grande de la victoria de Cristo, y por tanto, de
la esperanza a la que está llamado todo hombre.