CL
Para que el hombre se cumpla
Giancarlo Cesana
La experiencia común es que es necesario trabajar, porque el mundo,
la vida, no la hemos hecho nosotros. La historia ya la sabéis: nuestros
primeros padres tenían una fuerte participación en la creación
y en su disfrute, pero quisieron “trabajar por cuenta propia”, de
modo que les quedó el mundo, pero se perdieron a ellos mismos.
Para ser felices, para participar en la creación del mundo, para ser protagonistas
del mundo hace falta dar la vida, devolver la vida al significado que fue rechazado,
al Ser que rechazaron nuestros primeros padres. Y esto implica un esfuerzo.
¿En qué consiste la felicidad, el protagonismo, la participación
en la creación, esa exaltación ante una realidad continuamente
recreada, de la que habla Giussani? ¿Cuándo nos sentimos protagonistas? ¿Cuándo
captamos el significado? Cuando se nos desvela. Es decir, cuando comprendemos
que estamos dentro de una relación. Porque el significado de las cosas
es la relación que existe entre el Ser y las cosas. El Ser del que habla
don Giussani es la bondad de una relación: Dios es Trinidad. El Ser es
amor. Nos sentimos felices, nos sentimos protagonistas cuando nos sorprende una
correspondencia, cuando somos amados.
Para que en la vida aparezca esta correspondencia es necesario trabajar; para
hacerla emerger (no la creemos nosotros, sólo la sacamos a la luz) hay
que trabajar, debemos cambiar nosotros mismos y la realidad, debemos consumir
la vida.
El aspecto más banal de esta correspondencia a la que nos abre el trabajo
es el sueldo, porque el sueldo contribuye a mejorar la vida. Sin embargo, el
sueldo no paga esta búsqueda de significado - que es el verdadero contenido
del trabajo, el trabajo en el trabajo, el trabajo que uno hace en su puesto de
trabajo - porque el trabajo de búsqueda del significado, en cuanto que
tiene que ver conmigo, es totalmente mío. El trabajo que se hace gratis
es el verdadero trabajo de la vida y nadie nos paga por ello. Es más,
cuando nos pagan mucho - sobre todo cuando nos pagan un sueldo altísimo
- es necesario estar alerta, porque nos dan mucho dinero para que olvidemos cuál
es el verdadero trabajo de nuestra vida y hacernos siervos suyos.
De esta forma, el que cree tener cierto poder a través de su trabajo,
en el fondo es más siervo que nadie, porque la libertad se conquista por
el significado y el sentido es relación, pues el Ser es relación.
La positividad es relación, porque la positividad implica que yo estoy
hecho para ti y tú para mí. Hasta tal punto es verdad esto que
la experiencia común es que el trabajo bien hecho, con precisión,
con esmero, el trabajo hecho con dedicación, es el trabajo hecho para
la persona a la que se quiere.
El trabajo es condición necesaria para encontrar el sentido de las cosas.
No es suficiente, pero es necesaria. No es suficiente porque el sentido no nos
lo damos nosotros, el mundo no lo hemos hecho nosotros. Se nos desvelará,
pero el trabajo - el compromiso de la vida para hacer que salga a la luz este
Infinito, el Ser dentro de la forma y la concreción que tienen las cosas
- este trabajo es necesario porque Dios responde sólo a quien Le busca.
Esto se comprende mejor sobre todo si pensamos que gran parte del trabajo es
rutinario, es siempre construir y reconstruir: como lavar los platos, que se
ensucian y se vuelven a lavar. La diferencia está en la estima que tiene
el mundo de un trabajo u otro, y ciertamente nosotros cedemos al mundo porque
cedemos a su estima, pero la cuestión del trabajo es otra cosa. Es suficiente
con pensar en una mujer que lava los platos por amor a su marido y a su familia:
es un gesto que cambia la historia, que llena el mundo de sentido, pues es un
gesto que afirma al Ser, afirma una relación. Lo que más se desea
a través del trabajo, lo que sostiene el trabajo, lo que se busca a través
del trabajo es la amistad.
Me permito hablaros de un aspecto de mi trabajo, que es el que llevo a cabo en
la sede de CL, gracias al cual comprendo dos cosas.
Primero: allí se da una amistad, empezando por la relación con
mi secretaria, codo con codo todos los días; comprendo que trabajo para
ti, no para ti en el sentido de que yo hago algo para ti, sino porque es un trabajo
que desarrolla mi vida y la tuya, y en este sentido tú trabajas para mí.
También está la amistad con Martinelli, con Savorana, con todos
los que trabajamos allí. Hacemos las cosas de todos los días -
hablar, escribir, etc. - siempre, siempre para buscar la felicidad, para que
la felicidad entre en la vida. Se comprende entonces que es necesario cambiar,
pero también que uno no es capaz. Es necesario pedir poder cambiar.
Una vez le dije a Giussani: «Don Gius, hago lo que puedo». Y él
me dijo: «Sí, pero tú sabes muy bien que hacer lo que se
puede quiere decir hacer todo lo que se puede, todo». Trabajar es la única
forma en la que el hombre se ofrece a Dios. ¿Qué es el ofrecimiento?
En el trabajo en la sede de CL experimento que cuando no hay amistad, termina
incluso CL y el gusto por el trabajo, porque lo que se busca en el trabajo es
la correspondencia, la amistad, porque el Ser es amistad.
La fuerza del cristianismo es que el Ser es amistad, es para ti, es uno que te
abraza y al que tú abrazas: no es un motor inmóvil que está en
el cielo, que mueve todo “pasando” de ti, sino que existe para ti.
En el trabajo buscamos que este hecho vuelva a emerger. El trabajo de la vida
es esto, da igual el oficio que se haga, y tenemos que sostenernos en esta tensión,
como la modalidad a través de la que se puede realizar una verdadera experiencia
de educación recíproca. La educación es el fruto de una
presencia. ¿Qué quiere decir una presencia? Que yo te hago ver
lo que te cumple, lo que cumple tu expectativa. El trabajo es dar la vida para
que esto se manifieste.
Don Giussani comentó el otro día en la comida: «La vocación
cristiana es una vocación para el hombre, para que se cumpla el hombre,
para que el hombre encuentre la felicidad a la que aspira». Esta es la
meta, el objetivo del trabajo.