Tres testimonios de Estados Unidos Evansville, Indiana Mike Eppler, responsable diocesano de la pastoral juvenil
En 1993, en la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Denver, Colorado, almorcé con el cardenal Martini, quien habló con afecto de la presencia de CL en su diócesis. Esa fue una gran ocasión, pero no fue un verdadero encuentro. Me hizo pensar un poco, pero no hizo mella en mi corazón.
Dos años después, mientras me preparaba para las clases de la universidad, entré en una gran librería y allí, al lado de los libros de Martín Lutero estaba The Religious Sense. Lo miré porque era más atractivo que los de Lutero: en la portada tenía una cuadro de Paul Klée (uno de mis artistas favoritos), por eso lo compré. Me enamoré.
Después mi obispo me dio una copia del librito de CL. Pero yo ya había sido tocado, había encontrado algo verdadero. Fue entonces cuando convoqué a 25 jóvenes de la diócesis de Evansville. Quedé con ellos en la pizzería Turoni (¡si tienes que dar vida a un movimiento que ha nacido en Italia, hay que empezar en una pizzería!). Les pregunté si estaban dispuestos a dar su vida por el Evangelio y ellos respondieron que sí. Entonces yo les dije: «He encontrado algo que me ha tocado profundamente, ¿queréis uniros?». En el movimiento había encontrado lo que sintetizaba todo, algo que recuperaba la tradición, pero que, al mismo tiempo, abrazaba toda mi experiencia personal.
Así empezamos a hacer una Escuela de comunidad, sin tener la más remota idea de lo que estábamos haciendo. Nos vimos durante tres o cuatro semanas; después me dije: «Quizás sea mejor llamar a Nueva York» La cuestión - les dije por teléfono - es que al Sudoeste, en Indiana, mis jóvenes amigos están buscando verdad y pertenencia, y eso es precisamente lo que el movimiento ofrece.
Nos invitaron a Notre Dame, a la presentación de The Religious Sense, y allí conocí a monseñor Albacete que habló de... ¡gallinas sin alas! Me preguntó: «¿Quiénes sois?» Era la primera vez que dentro de la Iglesia alguien me hacía esa pregunta, y yo se lo conté todo. Él añadió que quien es amigo nuestro es amigo del movimiento y desde entonces hemos crecido; ahora somos cerca de 70 en nuestro grupo de escuela de comunidad.
Tras el encuentro de Notre Dame, los chicos de Evansville estaban contentísimos de haber encontrado el movimiento. De regreso, íbamos oyendo en el coche a la Bay Ridge Band. Entonces se pinchó una rueda y tuvimos que parar. Estábamos allí de pie, con semblante divertido - nos reíamos y bromeábamos -, cuando llegó un policía. Estábamos a unos grados bajo cero, había nieve abundante y nosotros, además, con una rueda pinchada, nos estábamos partiendo de risa. Por eso el policía nos preguntó si estábamos borrachos, y nosotros dijimos: «¡No, estamos enamorados!».
Nuestros amigos que han encontrado este carisma van a los bares e invitan a sus amigos a unirse a ellos y estos también lo hacen.
Este verano, incluso los seminaristas de la diócesis han sentido curiosidad y han querido enterarse de lo que pasaba, de modo que se presentaron en la Escuela de comunidad con apuntes y un montón de Teología. Ahora ha empezado un grupito del Studium Christi, en el que hay dos curas y nueve seminaristas que buscan seriamente a Cristo en su estudio y en todo lo que hacen.
Sabemos que hemos encontrado una perla de gran valor y hemos dejado todo porque queremos formar parte de esto. Ya veremos qué sucede.
Raleigh, North Carolina
Rob Jones, responsable de catequesis para adultos
Durante más de diez años he llevado conmigo esta preocupación como responsable de la formación de adultos de mi diócesis: veía que la gente no respondía porque la fe se proponía como la tradición pasada. Las formas (incluso el catecismo) parecían privadas de contenido, y cuando el contenido existía, la gente lo comprendía de un modo reducido, tanto en el nivel de aprendizaje como en el de la experiencia. Entonces me pregunté: ¿cómo puedo yo hacer una propuesta de fe en este mundo postmoderno, que parece no tener interés por nada? Un buen día fui al dentista y en la sala de espera, encontré por casualidad un Traces. No me podía imaginar lo que había descubierto. Lo que leí fue como un Big Bang: todo lo que pude hacer fue decir «¡sí, sí!». Cuando leí las palabras de don Giussani: «Yo soy Tú que me haces», me sucedió algo parecido a lo que sucedió cuando Dios hizo el mundo: una nueva creación. Y sólo pude responder como María: «Hágase en mí según tu palabra».
Quería saber quién era esa gente, de qué se trataba. En Traces encontré los e-mails de Roma, Milán, Nueva York. ¿Había alguien en Carolina del Norte? Una persona del Centro Internacional de Roma me envió una copia de The Religious Sense y en ese libro encontré las respuestas que estaba buscando, aprendí un método que cualquiera, fuera o dentro de la Iglesia, habría podido usar; pude comprobar que el cristianismo es una propuesta relevante y realista para vivir en el mundo.
Empecé a leer el libro por mi cuenta, hasta que descubrí que había una chica que vivía a unas cinco horas en coche de mi casa, en Charlotte, con la que intercambié las direcciones de e-mail. Lo mismo sucedió con la oficina de Nueva York y con Washington. Pero fue tan sólo hace dos meses, en los Ejercicios de la Fraternidad en Washington, cuando me encontré por primera vez con otras personas de CL de los Estados Unidos. Al volver a casa después de los Ejercicios, lo que llevaba conmigo era una descripción de la Iglesia: la Iglesia es la familia del pueblo, de la gente, de las personas que viven en presencia del Señor, que viven de su memoria y son generadas por Cristo, no sólo como algo que ha sucedido, sino como algo que está presente ahora, y el ahora, el presente, no se detiene nunca, continúa. Es como un universo que se expande dentro de mí, es una conciencia que sigue creciendo, paso a paso.
Cuando recibí la invitación para venir a La Thuile, tenía un montón de dificultades. Pensaba que no era posible. Pero gracias a vosotros estoy aquí y me doy cuenta de que, a pesar de mis culpas y mis límites, en una compañía de personas, a través del Espíritu Santo, nunca sabes lo que puede suceder. La semana pasada tuve la oportunidad de estar en el Meeting de Rímini y vi que los frutos del carisma son increíbles, sorprendentes.
Cuando pensaba que ya no podría ir, mi mujer me dijo:«Me enfadaría si no fueses, porque ahí está Dios». Y eso me sorprendió, porque ella no sabe nada de don Giussani, no conoce el movimiento, nunca ha leído los libros, ni el Traces, pero me dijo que tengo una responsabilidad frente al mundo. Así, dado que aquí el tema es Acontecimiento y vocación, me doy cuenta de que la vocación cristiana es mostrar al mundo quiénes somos, cuál es la naturaleza de nuestro yo, el yo que dice «soy Tú que me haces».
Y esto para mí significa amar todo en todos dando gloria a Cristo.
Después de Rímini y de venir aquí, pienso en lo que querría decirle a don Giussani y a mi mujer, a todos mis amigos de América y a vosotros.
Y quiero terminar con esto, que se convierte en una plegaria, en una petición a Cristo: me asombra vuestro deseo de acompañarme; estoy sorprendido por ver cómo vuestro amor me ha encontrado y me ha elegido, porque yo ya había renunciado casi a cualquier esperanza. Tengo incluso un sentido diferente de mí mismo: por el hecho de haberme elegido, empiezo a apreciarme, veo mi valor y lo que puedo dar cuando me miro como vosotros me miráis.
Rochester, Minnesota
Patrick Luther, neuroradiólogo de la Mayo Clinic
Encontré el movimiento en Rochester en la primavera de 1998 a través del padre Jerry, mi párroco y amigo. Me había propuesto comprar un libro titulado The Religious Sense y reunirnos en la parroquia para leerlo y hablar sobre él. Lisa, mi mujer, y yo aceptamos porque estábamos buscando algo. Éramos ya gente activa en la parroquia, pero la fe no conseguía penetrar en los detalles, en los hechos particulares del trabajo y de la vida cotidiana.
Trabajo como radiólogo en la Mayo Clinic y os podéis imaginar todo lo que una clínica así puede hacer en el campo de la investigación, de la instrucción, de la educación, y yo estoy orgulloso de formar parte de ella. He tardado mucho tiempo en alcanzar la posición que ahora ocupo, pero siempre me he preguntado: ¿cómo juzgo este trabajo, qué significa para mí este trabajo?
La cultura, la mentalidad del mundo académico estadounidense, me ofrece una respuesta parcial: mi currículum, mi posición académica y la calidad del servicio que puedo ofrecer. Pero, ¿esto vale como significado de mi vida, da significado a la vida? ¿Y respecto a la familia, a la mujer y los hijos?
Al empezar a reunirme con los de CL han nacido amistades muy fuertes y estrechas. Las he reconocido, no las he provocado yo. Y estos amigos se toman en serio la pregunta de la vida.
En los dos últimos años he empezado a mirar mi vida de un modo distinto: la unidad de medida ahora es la relación que he encontrado. Tengo que hacer el mismo trabajo de antes y tengo la misma familia, pero ahora los veo de otra manera. Debo rendir y ser bueno profesionalmente en lo que estoy llamado a hacer, pero ahora miro cómo trabajo y quién soy yo respecto a las personas con las que tengo que trabajar. Son las personas con las que paso la vida: ¿cómo cuido de mis pacientes? El viernes pasado, antes de irme de EEUU, fui a ver a una mujer de 80 años con osteoporosis. Su marido murió hace seis, tiene un hijo al que no ve desde hace ocho y está sola. Esperaba que pudiéramos hacer algo para aliviar su sufrimiento, pero no lo pudimos hacer. Mientras estaba con ella pensaba en lo que tengo ahora, esperando que, si bien yo no podía hacer nada por ella desde el punto de vista médico, podía estar allí con ella. He encontrado una amistad verdadera, una alegría para mi vida y un desafío para mí, aunque siga tropezándome a lo largo del camino.