El La del director
Paola Brizzi
El Meeting 2001 ha albergado la 19 edición del Premio Internacional medalla de oro al mérito de la cultura católica, promovido por la Escuela de cultura católica de Bassano del Grapa. Este año el premio se ha asignado a Ricardo Muti, director musical de la Orquesta del Teatro Scala de Milán, porque, como se puede leer en la justificación del premio, «toda interpretación de Muti de uno u otro autor es ejecutada con tonalidades personalísimas e incomparables, logrando poner al público en contacto no sólo con la sublimidad del arte, sino también y de modo más persuasivo con el lenguaje religioso de la música, capaz de desvelar el misterio de la existencia al tiempo que despierta la maravilla ante todo lo creado y ante la más alta de todas las criaturas, el hombre». La música ha sido la mayor pasión de Muti desde sus primeros años de vida cuando, aún muy pequeño, acompañaba a diario a su padre médico a visitar a seminaristas y jóvenes sacerdotes del prestigioso seminario pontificio de Molfetta. Entre aquellos muros, con sus hermanos, empieza a dar sus primeros pasos, a jugar a la pelota, a tocar y a cantar, y nace físicamente, como testimonian sus palabras, su vida «no sólo de hombre sino también de músico». Allí, con sólo siete años, «con el violín en la mano, pantalones cortitos, calcetines blancos, zapatos de Primera Comunión y camisa blanca con sobrecuello de encaje» actuó por primera vez como intérprete ante un gran coro de seminaristas. No se puede decir que su ser católico se pueda describir como un elenco de principios morales a los que atenerse («puedo decir que no soy un católico ejemplar», confiesa a este respecto), sino más bien como el reconocimiento humilde y agradecido de una educación y de una tradición recibidas desde pequeño («en aquellos lugares de gran cultura»), de la atmósfera que respiró, nunca «tediosa o aburrida, sino de gran vivacidad», generadora de su personalidad e inspiración. Siente agradecimiento hacia esa enseñanza cristiana que sabe dar en el presente una conciencia y un soplo de aire nuevos, incluso en los ademanes que mantienen unida a la orquesta y en las indicaciones de carácter expresivo: de hecho, qué difícil sería «dirigir el Réquiem con la invocación de Verdi Libera me, Domine, de morte eterna, pensando que esa liberación no es más que desmembración y disolución de nuestra fisicidad, ¡sin nada más después!». Palabras estas que evocan otras que pronunció con ocasión de la ejecución en Milán de Las siete últimas palabras de nuestro Redentor en la cruz de Haydn: «Señores, esta música no pueden tocarla sin mirar al Crucifijo. Mírenlo. Escuchen cómo grita. Lean el Evangelio de Lucas que introduce los siete adagios». ¿Cuál es, por tanto, la responsabilidad del director de orquesta, cuál el reto que se le plantea? Para Muti la música es «expresión pura», la más elevada de todas las artes. Sin ella los hombres serían verdaderamente salvajes. No lleva mensajes, ni edictos, ni proclamas. Expresa una trascendencia que es «nuestra, de la tierra. Una trascendencia robada, tomada, arrebatada a una música más alta, que es la música universal». El director de orquesta es quien lee, propone, gobierna y guía la ejecución, reconduciéndola siempre a la objetividad de una arquitectura compositiva. Se trata de una gran tarea, por tanto, que le reconoce a Muti también Simonis, cardenal de Utrecht y primado de Holanda, en su intervención que cerró la ceremonia de entrega del premio: «Sirviendo a la música usted ha podido y querido servir también a los hombres, que tienen un deseo radical de belleza, belleza que halla su cumbre en la música».
Al término del almuerzo, la ciudad de Bassano del Grapa, con su alcalde, Gian Paolo Bizzotti a la cabeza, reservó al maestro el homenaje más original y caluroso: una caja de botellas de grapa con etiqueta personalizada, 19 edición del Premio Internacional cultura católica a Ricardo Muti. La entrega del regalo estuvo acompañada de un concierto inédito en el que fue protagonista la mujer de Muti, que dirigió con elegancia un gran coro compuesto por todos los presentes, organizadores del Meeting, ciudadanos de Bassano llegados a Rímini para la ocasión y el mismo maestro, interpretando el canto Sul ponte di Bassano, compuesto en honor del puente de los alpinos sobre el Brenta. Las últimas palabras de agradecimiento de Muti por el premio y la acogida de que fue objeto permanecen como un gran augurio para el pueblo del Meeting: según una imagen que el maestro tomó prestada del mundo musical, la presencia de este pueblo «en esta ciudad, en estos años, ha entonado continuamente el La del pentagrama de la vida con todos sus problemas».